Con el Día Internacional de las Personas con Discapacidad la ONU recuerda los grandes obstáculos a los que se enfrentan estas personas. El trabajo de las administraciones y de las empresas es vital para potenciar la accesibilidad, el primer paso para conseguir la igualdad plena en nuestra sociedad



El Decenio de las Naciones Unidas para las Personas con Discapacidad llegó a su fin en 1992, y con él uno de los grandes esfuerzos internacionales para adentrarse y comprender la situación de los millones de personas que padecían por aquel entonces “impedimentos y otras brechas” que no les permitían alcanzar la igualdad de oportunidades de las que gozaban el resto de habitantes del planeta.
Sin embargo, el hambre de iniciativas y de medidas más ambiciosas en favor de las personas con discapacidad seguía mucho más que presente en el estómago de la población, así como el ansia de alcanzar “una sociedad para todos para el 2010” tras la consumación del Decenio. Por este motivo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió en 1992 establecer el 3 de diciembre como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad como una medida de impulso en favor de estas personas.
Según la ONU, una discapacidad es una condición que afecta el nivel de vida de un individuo o de un grupo y se usa como término para definir una deficiencia física o mental, como la discapacidad sensorial, cognitiva o intelectual.
Para la organización, las personas con discapacidad (la minoría más amplia del mundo) suelen tener menos oportunidades económicas, peor acceso a la educación y tasas de pobreza más altas. “Esto se debe principalmente a la falta de servicios que les puedan facilitar la vida y porque tienen menos recursos para defender sus derechos”, aclara.
Desde entonces, los progresos no se han parado de suceder, y más tras el nacimiento de la los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el 2015, que se comprometen implícitamente a no dejar a nadie atrás, incluidas las personas con discapacidad y otros grupos desfavorecidos. De hecho, la Agenda 2030 reconoce la discapacidad como un tema transversal que debe ser considerado en la implementación de todos sus objetivos, incluyendo siete metas y 11 indicadores exclusivos para este grupo de personas.
“La Agenda 2030 está vinculada a la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD), y su implementación, por, para y con las personas con discapacidad debe estar en consonancia con la CDPD con el fin de incorporar la perspectiva de la discapacidad en todos los aspectos de su realización, seguimiento y evaluación”, señala la ONU.
Aun así, las personas con discapacidad continúan enfrentándose a numerosas barreras en su camino por la plena inclusión. Brechas que de un modo u otro vulneran derechos humanos tan básicos e importantes como lo son el derecho al agua y al saneamiento seguro, cuya ausencia implica la imposibilidad de alcanzar el resto de los derechos universales y la propia Agenda 2030.


En este sentido, la ONU expone en uno de sus informes que las personas con discapacidad enfrentan más dificultades para acceder a agua, saneamiento e instalaciones de higiene (WASH) que las que no tienen discapacidades debido principalmente “a factores económicos”, pero también “sociales” que van desde la discriminación hasta ciertas carencias en la dignidad por no disponer de servicios accesibles para ellos.
Para la ONU, el incremento de la ambición para aplicar los marcos internacionales en defensa del acceso al agua y el saneamiento seguro para este grupo social será “clave” para salvar la brecha. No obstante, expone un pequeño matiz, ya que el primer paso para conseguir todos los objetivos requiere mejorar primero la accesibilidad global y potenciar el uso de las nuevas tecnologías, todo ello en un intento por ir cerrando el cerco de las dificultades que enfrentan este grupo social.
Y es que, por ejemplo, de nada serviría garantizar el derecho al agua y el saneamiento para todos si todavía existiesen personas que no pudieran ser capaces de gestionar los servicios básicos que tienen contratados u otros aspectos que, en definitiva, no les permitan disfrutar de estos derechos plenamente.
En España, la nueva Orden Ministerial de condiciones básicas de accesibilidad, que obliga a incluir por primera vez la lengua de signos y la vídeo-interpretación en espacios públicos urbanizados, es la materialización pública de esos pilares y, aunque represente un gran paso, hay que destacar que existen empresas, entre ellas las del sector del agua, que se han adelantado a la norma.


Una de estas entidades es Agbar, que en sus más de 160 años de vida ha estado trabajando no solo en prestar servicios esenciales relacionados con el agua, el saneamiento, la recogida y valorización de residuos, sino también en mejorar la calidad de vida de las personas, y eso incluye trabajar por lo que denominan la sostenibilidad social.
Como explica Dulcinea Mejide, directora de Desarrollo Sostenible y Agenda 2030 de Agbar, la empresa ha hecho suyo el principio de la cultura de la equidad, que abraza los principios de la diversidad y la inclusión, entendiendo que solo así es posible “aportar un valor tangible”, además de caminar de la mano con los ODS.
El plan estratégico de equidad es el medio utilizado por la empresa para sus objetivos sociales. Nacido en el 2017, Mejide explica que el plan ha ayudado a conseguir que el 2,4% de la plantilla media de las empresas de más de 50 personas de Agbar en 2020 fuesen personas con discapacidad, además de las mejoras en su servicio.
Por ejemplo, en colaboración con el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través del Instituto Eduardo Torroja, han podido evaluar el grado de accesibilidad de las oficinas de Agbar para “poner en marcha acciones correctoras”, plasmadas en proyectos de accesibilidad.


“Gracias al análisis, hemos iniciado un proyecto de colaboración con ILUNION para mejorar la accesibilidad de nuestros entornos digitales, así como la realización de webinares para eliminar tabúes. Otro ejemplo se ve en nuestras oficinas de Huelva, donde el proyecto TEAtiendo ha recogido los datos de los análisis para facilitar a los clientes sordos el servicio que se les presta”, expone Dulcinea.
En todo caso, enfatiza que la colaboración, que forma parte de la cultura e historia de la compañía, es esencial para poder dar cualquier paso porque “sin escuchar las necesidades de los colectivos es imposible plantear y adaptar los ecosistemas actuales”: “Con el proyecto de ILUNION, por ejemplo, se trabaja precisamente de la mano de asociaciones locales que nos ayudan a entender cuáles son las necesidades y las soluciones conjuntas”, comenta la directora de Desarrollo Sostenible, que sostiene que «ser flexibles y tener en cuenta los distintos contextos» será la clave para el futuro de la compañía y la sociedad.
De hecho, Antonio Gutérres, secretario general de las Naciones Unidas, en su discurso por el Día Internacional puso de manifiesto esta necesidad por la colaboración ya que, tal y como expone, solo así no se dejará a nadie atrás: “Insto a todos los países a que implementen plenamente la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, aumenten la accesibilidad y desmantelen las barreras legales, sociales, económicas y de otro tipo con la participación activa de las personas con discapacidad y sus organizaciones representativas”, afirmaba el líder de la ONU.
