ONU pide colaboración público-privada frente a la brecha de adaptación climática

ONU pide colaboración público-privada frente a la brecha de adaptación climática

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanza un informe que sirve de llamada urgente a aumentar la inversión global en adaptación al cambio climático, en una jornada en la que otro estudio apunta que las emisiones volverán en 2021 a niveles precovid


Incluso mientras el mundo busca redoblar los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la cumbre climática COP26 de Glasgow (Reino Unido), la necesidad de adaptarse a los impactos del cambio climático que ya están asegurados es cada vez más importante. Aunque se consiga limitar el calentamiento a 1,5°C o 2°C, como se describe en el Acuerdo de París, siguen existiendo muchos riesgos climáticos principalmente en forma de eventos meteorológicos extremos como huracanes, sequías, inundaciones, olas de calor o incendios, intensificados por el calentamiento global.

Por eso, Mientras las naciones se reúnen para la última ronda de conversaciones sobre el clima en Glasgow, un nuevo informe publicado este jueves por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha pedido esfuerzos urgentes para aumentar el financiamiento y la implementación de acciones diseñadas para adaptarse a los crecientes impactos del cambio climático. En concreto, el Informe sobre la brecha de adaptación 2021 desvela que, si bien las políticas y la planificación para aumentar la resiliencia frente al cambio climático están creciendo, la financiación y la implementación aún están muy por detrás de donde deben estar.

Sobre todo, los expertos de este organismo la ONU apuntan que, por el momento, la oportunidad de utilizar la recuperación fiscal de la pandemia COVID-19 para priorizar el crecimiento económico verde no está siendo aprovechada: menos de un tercio de los 66 países estudiados financiaron algún tipo de medida de adaptación en sus paquetes de reconstrucción económica. Al mismo tiempo, el mayor coste del servicio de la deuda, combinado con la disminución de los ingresos gubernamentales, puede obstaculizar aún más el gasto público futuro en adaptación.

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El aumento de las temperaturas y el estrés hídrico puede tener un gran impacto en los ecosistemas si no invertimos en adaptación.

“A medida que el mundo busca intensificar los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, esfuerzos que aún no son lo suficientemente fuertes, también debe mejorar drásticamente sus planes para adaptarse al cambio climático”, ha asegurado Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, que ha recordado que las promesas actuales en virtud del Acuerdo de París apuntan a un calentamiento global de 2,7 °C para finales de siglo.

“Incluso si hoy cerramos el grifo de las emisiones de gases de efecto invernadero, los impactos del cambio climático nos acompañarían durante muchas décadas. Necesitamos un cambio radical en el nivel de ambición de la adaptación para reducir significativamente los daños y pérdidas del cambio climático. Y lo necesitamos ahora», ha alertado, explicando que si bien una fuerte mitigación es la mejor manera de reducir los impactos y los costes a largo plazo, aumentar la ambición en la adaptación es fundamental para evitar que se amplíen las brechas existentes.

Algunos progresos en adaptación

Si bien la evidencia preliminar sugiere que los procesos de desarrollo de los diferentes planes nacionales de adaptación han sido interrumpidos por la COVID-19, sí que se están logrando avances en las agendas nacionales de planificación de la adaptación. Alrededor del 79% de los países ya han adoptado al menos un instrumento de planificación de la resiliencia climática a nivel nacional, ya sea como plan, estrategia, política o ley, lo que supone un aumento del 7% desde 2020. Además, el 9% de los países que no cuentan con un instrumento de este tipo están en proceso de desarrollar uno, mientras que al menos el 65% de las naciones tiene uno o más planes sectoriales en vigor.

Mientras tanto, la implementación de acciones de adaptación continúa creciendo lentamente. Los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) revelan que los diez principales donantes financiaron más de 2.600 proyectos con un enfoque principal en la adaptación entre 2010 y 2019. Es más, solo en es último año, el financiamiento para el clima que fluye hacia los países en desarrollo para la planificación e implementación de prorgamas de mitigación y la adaptación alcanzó los 79.600 millones de dólares.

A pesar de este progreso, el informe concluye que se necesita mucha más ambición. «El mundo necesita aumentar la financiación pública para la adaptación a través de la inversión directa, superando las barreras a la participación del sector privado y evitando que los países en vías de desarrollo se queden atrás en la gestión de los riesgos climáticos, particularmente en los países en desarrollo», asegura el PNUMA, que considera que se deben también considerar los escenarios climáticos más pesimistas proyectados por el Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, en caso de que la humanidad no lograra cumplir con lo acordado en París.

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Las emisiones de dióxido de carbono están aumentando de nuevo rápidamente tras una disminución pasajera debida a la desaceleración de la economía.

De hecho, este mismo jueves se ha conocido también un estudio elaborado por el grupo de investigación Global Carbon Project que pone de manifiesto que, tras experimentar un descenso del 5,4% en 2020, las emisiones mundiales de CO2 repuntarán en 2021 cerca de los niveles previos a la pandemia si todo sigue como hasta ahora. Y lo que es peor: no se descarta un nuevo aumento en 2022, en un punto en el que la economía global debería estar reduciendo emisiones a marchas forzadas si se quiere evitar que el calentamiento máximo de 1,5 grados centígrados que marca París sea un auténtico imposible.

El profesor Pierre Friedlingstein, del Instituto de Sistemas Globales de Exeter del Reino Unido y autor principal del estudio, señaló que «el rápido repunte de las emisiones» tras la pandemia «refleja un retorno hacia la economía basada en los combustibles fósiles» y «refuerza la necesidad de una acción global inmediata sobre el cambio climático». Y aunque gran parte de este aumento se debe a grandes contaminantes como China, Estados Unidos o India, tampoco la Unión Europea, que se ha marcado objetivos muy ambiciosos de descarbonización, sigue el buen camino: se prevé que las emisiones de la UE suban un 7,6% en 2021 respecto a 2020. Eso sí, en España, las emisiones en 2020 fueron de 208,9 millones de toneladas de CO2, lo que implica un descenso del 17,2% respecto a los niveles de 2019.



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