Una agricultura más sostenible, clave para salvar el agua - EL ÁGORA DIARIO

Una agricultura más sostenible, clave para salvar el agua

Una evaluación de la Agencia Europea de Medio Ambiente urge a la adopción más amplia de prácticas de gestión agrícola sostenible para mejorar el estado de las masas de agua y adaptarse a los efectos del cambio climático


Lograr el buen estado de las masas de agua, tanto superficiales como subterráneas, en los países de la Unión Europea es uno de los principales objetivos de la Directiva Marco de Agua. Un objetivo que está lejos de conseguirse ya que el 50% de las aguas superficiales y el 25% de las subterráneas no alcanzan el buen estado, según la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA)

Distintos análisis, tanto de la Agencia como de la propia  Directiva, señalan a las actividades agrícolas como una fuente importante de presión sobre las aguas europeas, debido a la contaminación química y por nutrientes, la extracción de agua y los cambios físicos en los hábitats, incluso a través del almacenamiento de agua y el drenaje de la tierra.

Ante esta situación, la AEMA acaba de publicar el informe Agua y agricultura; hacia soluciones sostenibles en el que analiza la situación actual y da las claves para avanzar en la mejora de las masas de agua europeas a través cambios en las prácticas agrícolas.

Además, el informe también incide en el aumento del estrés hídrico regional debido al cambio climático que está provocando el aumento de las temperaturas y la alteración de los patrones de precipitación, haciéndolos menos predecibles, especialmente en el sur de Europa. La AEMA alerta de que esta situación aumentará las presiones existentes sobre el agua y podría tener un impacto en la producción agrícola en sí, cambiando la idoneidad geográfica de los cultivos hacia el norte Europa, donde se prevé que las condiciones podrían volverse más favorables para su crecimiento.

El peso de agricultura en la Unión Europea es enorme. Los terrenos agrícolas ocupan más del 40% de la superficie regional, distribuidos en 10,5 millones de explotaciones y con un papel decisivo en la economía rural. Genera alrededor de 44 millones de puestos de trabajo y sustenta la seguridad alimentaria de los ciudadanos europeos y del resto del mundo, ya que el 25% de su producción se exporta. Y para demostrar su importancia dentro de la economía común, solo decir que en el período 2014-2020 alrededor del 38% del presupuesto total de la UE se utilizó para la política agrícola común (PAC): 408.000 millones de euros.

Agricultura, agua y cambio climático

Los rendimientos agrícolas han aumentado espectacularmente desde el último tercio del siglo XX gracias a cambios en las variedades de cultivos y nuevas tecnologías y maquinaria, así como a un mayor uso de insumos como fertilizantes, pesticidas y agua de riego. Sin embargo, el crecimiento en la productividad ha ido acompañada de un claro aumento de las presiones  y los impactos sobre el agua y los ecosistemas en forma de contaminación por nutrientes y pesticidas, la extracción excesiva de agua para riego y alteraciones hidromorfológicas.

El informe de la AEMA señala que la utilización de nitrógeno, por ejemplo, se triplicó entre los años sesenta y ochenta, mientras el riego se duplicó durante ese período, principalmente en el sur. Mientras, países del norte, como Dinamarca, drenaron grandes áreas para incrementar la producción agrícola.

También es cierto que en los últimos años se han reducido algunas de las presiones gracias a la eficiencia en el uso de recursos. El uso agrícola del agua disminuyó en el UE un 28% desde 1990, el excedente de nitrógeno se redujo en un 10% y la concentración de nitratos en los ríos en un 20% desde 2000, pero en las aguas subterráneas no ha cambiado en los últimos 30 años. Con todo, algunos aumentos se observaron a partir de la década de 2010 y las presiones continúan en «niveles altamente insostenibles», según la AEMA.

Pero sin duda el factor clave del estrés hidrológico es la extracción masiva de agua en la mayoría de países del sur de Europa. El informe señala que estas presiones «continúan afectando la calidad, cantidad y ecología del agua y la biodiversidad en las aguas subterráneas, los ríos, lagos, cuerpos de agua de transición y costeros, así como el medio marino».

Todo ello, con la incertidumbre del cambio climático planeando sobre los campos que modificará sin duda la demanda del agua ante la variabilidad estacional que se está produciendo. Aumentarán las sequías pero también se esperan precipitaciones masivas de manera imprevista que aumentarán el transporte de nutrientes y productos químicos en las corrientes de agua de manera súbita. Además, los sucesivos anegamientos del suelo provocarán alteraciones hidromorfológicas. Todo ello dará como resultado un aumento del nivel de incertidumbre de los agricultores.

Soluciones que no pueden esperar

Ante esta situación y la que está por venir, la AEMA urge a poner en marcha soluciones para corregir el estado de las masas de agua, así como desarrollar sistemas agrícolas resilientes para amortiguar los impactos del cambio climático en la producción así como en la vida de los agricultores.

Para ello, la AEMA apuesta por medidas basadas en principios agroecológicos basados en soluciones de la naturaleza.  Pero incide en que la adopción de estos sistemas más sostenibles no se puede hacer de espaldas a los ingresos de los agricultores ni a las consideraciones de las demandas de los consumidores y la fuerza de los mercados. Por ello, aboga por una transición en los sistemas alimentarios y energéticos que equilibre las necesidades de agricultores y ciudadanos con la protección del medio ambiente y los recursos hídricos.

El informe hace referencia a que las políticas de la UE -Directiva Marco del Agua, políticas de economía circular, el Pacto Verde Europeo, la estrategia de la granja a la mesa, la Ley Europea del Clima, y la propia PAC- tienen ya las claves para hacer frente a la situación. Así los principales objetivos serían:

  • Reducir el uso de fertilizantes en al menos un 20% y la pérdida de nutrientes en un 50% al tiempo que se garantiza que no haya deterioro de la fertilidad del suelo.
  • Reducir en un 50% el uso general y el riesgo de pesticidas y plaguicidas químicos para 2030.
  • Reducir en un 50% las ventas de antimicrobianos utilizados en animales de granja y acuicultura.
  • Conseguir cultivar orgánicamente el 25% de la tierra agrícola para 2030.
  • Devolver a la naturaleza el 10% de la superficie agrícola situada en paisajes de gran valor ecológico para 2030.

El informe señala que en las últimas décadas ha habido una mejor integración de los objetivos de protección hídrica en la PAC. Sin embargo, incide en que, en el futuro, las políticas agrícolas deben ser más ambiciosas respecto a los sistema de producción, en particular para apoyar sistemas agroecológicos para minimizar el uso de insumos, y para desarrollarse de la mano con los planes hidrológicos de cada cuenca.



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