Una agricultura verde y resiliente como solución al cambio climático - EL ÁGORA DIARIO

Una agricultura verde y resiliente como solución al cambio climático

Dar de comer al mundo es la tarea de los agricultores de todo el mundo a los que se homenajea este 9 de septiembre, Dia Mundial de la Agricultura, en un año en el que las claves siguen siendo la sostenibilidad y la resiliencia para aprovechar cada gota de agua


La agricultura ocupa casi el 40% de la superficie terrestre del planeta y utiliza alrededor del 70% del agua dulce, lo que la hace muy dependiente de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.

Este 2021 y como cada 9 de septiembre se conmemora el Dia Mundial de la Agricultura, como homenaje a aquellas personas que dedican su vida al cultivo de la tierra con la finalidad de producir alimentos de la máxima calidad para el consumo de una sociedad creciente, respetando los límites del planeta.

El desarrollo agrícola constituye uno de los medios más importantes para poner fin a la pobreza extrema, impulsar la prosperidad compartida y alimentar a una población que se espera llegue a 9700 millones de habitantes en 2050.

Como los sectores agroalimentarios son muy vulnerables a los efectos de la crisis climática, pero al mismo tiempo son los causantes del 34% de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, resultan ser un componente esencial de la mitigación del cambio climático y la adaptación a este. Según Qu Dongyu, Director General de la FAO, los sistemas agroalimentarios verdes y resilientes al cambio climático pueden ofrecer soluciones clave a las crisis de la biodiversidad y el medio ambiente.

«El nexo entre la biodiversidad, una alimentación saludable y la crisis climática es esencial»

«Si adoptamos prácticas sostenibles a mayor escala, podremos reducir los efectos negativos en el medio ambiente y conservar la biodiversidad en todos los paisajes terrestres y marinos compartidos y productivos», ha afirmado esta misma semana Dongyu durante su intervención en el Congreso de la Naturaleza IUCN que se celebra hasta el próximo 11 de septiembre en Francia.

Para los expertos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), una agricultura insostenible contribuye a la reducción de la biodiversidad, por ejemplo, mediante la degradación del suelo y la pérdida de hábitat.

Por eso insisten en la necesidad de reforzar la convergencia entre los sistemas agroalimentarios, la conservación y la biodiversidad de cara a la celebración de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios de este mes; la Conferencia de las Partes (COP 15) en el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, en octubre en Kunming (China), y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), en Glasgow a finales de este año.

«La FAO se ha comprometido a respaldar a sus Miembros en la transformación hacia sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles para lograr una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor sin dejar a nadie atrás», dijo Qu Dongyu.

El reto de dar de comer al mundo con cada vez menos agua

Hoy en día, 3.200 millones de personas viven en zonas agrícolas con niveles de escasez de agua elevados o muy elevados; 1.200 millones de esas personas viven en zonas con severas limitaciones con respecto al agua. De esos 1.200 millones de personas, casi la mitad vive en Asia meridional y alrededor de 460 millones, en Asia oriental y sudoriental, según datos del Banco Mundial.

El uso del agua para fines agrícolas es un tema central en cualquier debate sobre los recursos hídricos y la seguridad alimentaria. En promedio, en la agricultura se ocupa el 70% del agua que se extrae en el mundo, y las actividades agrícolas representan una proporción aún mayor del «uso consuntivo del agua» debido a la evapotranspiración de los cultivos.

A nivel mundial, más de 330 millones de hectáreas cuentan con instalaciones de riego. La agricultura de regadío representa el 20% del total de la superficie cultivada y aporta el 40% de la producción total de alimentos en todo el mundo.

Se espera que la competencia por los recursos hídricos aumente en el futuro, poniendo especial presión sobre la agricultura.

El riego seguirá siendo clave para la seguridad alimentaria y nutricional en el mundo

Debido al aumento de la población, la urbanización, la industrialización y el cambio climático, se precisa que una mejora de la eficiencia en el uso del agua vaya acompañada de una reasignación del agua en las regiones con estrés hídrico que oscile entre un 25% y un 40%. según los expertos.

El agua para fines agrícolas seguirá cumpliendo una función fundamental en la seguridad alimentaria mundial. Las proyecciones indican que la población del planeta superará los 10.000 millones de habitantes en 2050 y, ya sea en zonas urbanas o rurales, será necesario satisfacer las necesidades básicas de alimentos y fibras de estas personas.

Se estima que la producción agrícola tendrá que aumentar en un 70% para 2050 y, como consecuencia del aumento de los ingresos en gran parte del mundo en desarrollo, se producirá un incremento en el consumo de calorías y de alimentos más complejos. Si esta expansión no se produce a expensas del cambio a gran escala del uso de las tierras y el consiguiente impacto sobre las emisiones de carbono, la agricultura tendrá que intensificarse.

Dado que la agricultura de riego es, en promedio, al menos dos veces más productiva por unidad de tierra, tiene un importante efecto de amortiguación contra el aumento de la variabilidad climática y permite una diversificación de los cultivos más segura, sin duda alguna el riego seguirá siendo clave para la seguridad alimentaria y nutricional en el mundo.

La agricultura es parte de la solución

España es un país agrícola con el 33% del territorio dedicado a tierras de cultivo y el segundo estado europeo en términos de superficie donde la agricultura del futuro debe apostar por la innovación, la sostenibilidad, la cercanía, la eficiencia y la seguridad para afrontar estos retos.

El desarrollo de variedades de cultivos adaptados a las nuevas condiciones climáticas podría permitir aumentar la producción en un 12,9%. Y también supondrá ahorro de costes y de racionalización en la utilización de recursos naturales.

Por ejemplo, solo la extensión de la agricultura de conservación hasta su máximo potencial podría generar ahorros de 807 millones de euros anuales. A su vez, la expansión de esta práctica podría evitar la emisión de 741 millones de toneladas de CO2 desde la actualidad hasta 2050.

En este contexto, la Comisión Europa (CE) ha decidido tomar un papel activo en este sentido, impulsando la estrategia De la granja a la mesa, también conocida como Farm2Fork, encaminada a conseguir un sistema alimentario más saludable, sostenible, justo y respetuoso con el medioambiente en la UE.

Algunas medidas propuestas por la CE pasan por la reducción de fitosanitarios en la agricultura en los próximos años, limitar el uso de fertilizantes, disminuir las ventas de antimicrobianos para animales de granja y de acuicultura, e impulsar el desarrollo de los cultivos ecológicos en la UE con el fin de que, en 2030, el 25% de todas las tierras de cultivo se dediquen a la agricultura ecológica.

Ante el reto demográfico y el incremento de la demanda mundial de alimentos, la agricultura tiene que producir más con menos y hacer un uso respetuoso, inteligente y sostenible de los recursos naturales de los que disponemos, especialmente el agua.

regadíoEn agricultura ecológica, España está a la cabeza del ranking europeo y ocupa el cuarto puesto mundial, con más de dos millones de hectáreas dedicadas a este tipo de cultivo.

El regadío ha sido y sigue siendo uno de los pilares del desarrollo rural y de la seguridad alimentaria y constituye, según el propio Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, un elemento básico de nuestro sistema agroalimentario.

La superficie regada en España supone un 14% de la superficie agraria útil. Pese a ser un porcentaje pequeño de la SAU, contribuye en algo más de 50% a la Producción Final Vegetal, en un 2,4% al Producto Interior Bruto del país y emplea a un 4% de su población ocupada.

El potencial productivo que supone nuestra superficie regada tiene como contrapartida el uso de un volumen importante de agua en un país con territorios donde esta es escasa. Como usuarios del 68% del volumen total, el regadío se ve inmerso en la competencia con usuarios de otros sectores por un recurso escaso; de ahi que la eficiencia y el buen uso de cada gota que se emplea sea imprescindible de cara a garantizar una agricultura con futuro y la seguridad alimentaria.

Los ODS de la alimentación están hambrientos de avances

Antes de la pandemia, cerca de 690 millones de personas padecían hambre, es decir, el 8,9  de la población mundial, lo cual supone un aumento de unos 10 millones de personas en un año y de unos 60 millones en cinco años.

A nivel mundial, la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó entre 2015 y 2019 y actualmente se estima que afecta a un 25,9 % de la población mundial (alrededor de 2 000 millones de personas). De estas personas, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de padecer inseguridad alimentaria moderada o grave.

De media, la productividad y los ingresos de los pequeños productores son sistemáticamente más bajos que los de los productores de alimentos a mayor escala. Durante el último decenio, el gasto público en agricultura ha permanecido prácticamente igual en comparación con el porcentaje que representa la agricultura en el producto interno bruto (PIB) mundial, situado en niveles notablemente más bajos a principios de los años 2000.

El porcentaje de países con una volatilidad de los precios de los alimentos general elevada descendió en 2017-18, pero más de un cuarto siguieron viéndose afectados por ella.

La agricultura puede ayudar a reducir la pobreza para el 80% de los pobres del mundo, que viven en las zonas rurales

Solo una parte (el 1,3 %) de las 7.600 razas de ganado, aproximadamente, que existen en el mundo cuenta con material suficiente almacenado para permitir su restauración en caso de extinción, lo cual resulta insuficiente dado que el 73 % del ganado local evaluado está en riesgo de extinción.

A pesar del incremento notificado en las existencias mundiales de recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura (RFAA), de 4,21 millones en 2005 a 5,43 millones en 2019, los esfuerzos por garantizar la diversidad de cultivos siguen siendo insuficientes, especialmente en lo que respecta a las especies silvestres afines a las plantas cultivadas y a las especies de cultivos infrautilizadas.

Las desigualdades de género en los derechos sobre la tierra son generalizadas: en nueve de cada 10 países evaluados, el número de mujeres con derechos de propiedad o control sobre los terrenos agrícolas es relativamente inferior al número de hombres con este tipo de derechos. El grado de garantía de la igualdad de derechos de las mujeres sobre la tierra en los marcos jurídicos oscila entre muy bajo y medio en más del 60 % de los países evaluados.

Aunque el estrés por falta de agua se mantiene en un valor seguro del 17% a nivel mundial, existen regiones como Asia central y meridional y África septentrional que registran niveles muy elevados de estrés por falta de agua, situados por encima del 70%.

Aunque todavía no es posible estimar el porcentaje de desperdicio de alimentos en la fase de la venta minorista y el consumo, el porcentaje de alimentos perdidos tras la cosecha en la explotación y en las etapas de transporte, almacenamiento y elaboración se sitúa en un 13,8 % a nivel mundial, es decir, más de 400 000 millones de dólares al año.

La superficie forestal mundial sigue disminuyendo, aunque a un ritmo ligeramente más lento que el registrado en decenios anteriores. La proporción de superficie forestal disminuyó del 31,9 % de la superficie total en el año 2000 al 31,2 % en el año 2020, una pérdida neta de casi 100 millones de hectáreas de bosques a nivel mundial.

A pesar de la pérdida general de bosques, el mundo ha realizado algunos progresos en relación con la gestión forestal sostenible. La biomasa forestal por encima del suelo por hectárea, la proporción de superficie forestal en áreas protegidas y sometida a planes de gestión a largo plazo, así como la superficie forestal certificada aumentaron o permanecieron estables a nivel mundial y en la mayoría de las regiones del mundo.


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