En su discurso para recoger el Nobel de la Paz, David Beasley, director ejecutivo del Banco Mundial de Alimentos, entidad galardonada, aprovechó para lanzar un llamamiento en favor de la alimentación, un derecho Humano Internacional que en la actualidad está privado a casi 700 millones de personas. De seguir ignorando el problema, en el 2030 afectará a más de 840 millones de personas



La alimentación se considera un Derecho Humano Internacional por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que en su artículo 11 considera que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado para sí y su familia en el que la alimentación apropiada debe estar presente”.
Para lograr ese objetivo, insta a los Estados Parte del tratado a considerar y adoptar las medidas necesarias para mejorar los métodos de producción y conservación de los alimentos, y, sobre todo, lograr una distribución equitativa de los productos en relación con las necesidades.
Si bien la teoría dicta estas bases, la práctica muestra una situación totalmente distinta, similar a la que rodea al agua y al saneamiento, también dos Derechos Humanos de calado internacional. En concreto, según el último informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y nutrición de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), casi 700 millones de personas sufrieron desnutrición durante el 2019, o lo que es lo mismo, el 8,9% de la población mundial.
“Gran parte del reciente aumento de la inseguridad alimentaria se puede atribuir al mayor número de conflictos, a menudo exacerbados por las crisis climáticas. Incluso en algunos entornos pacíficos, la seguridad alimentaria se ha deteriorado como resultado de la desaceleración económica que amenaza el acceso de los pobres a los alimentos”, señala la ONU en el informe.
De seguir con esta tendencia, el mundo estaría muy lejos de alcanzar el objetivo de Hambre Cero en el 2030 expuesta en la meta 2.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es más, las proyecciones de la ONU apuntan hacia una situación mucho más desoladora con 840 millones de personas desnutridas para ese mismo año.
África, el más hambriento
De acuerdo con las Naciones Unidas, África aglutinó durante el 2019 unas 250 millones de personas desnutridas, casi un 2% más que en el 2014. Y las proyecciones no son nada halagüeñas: si persisten la tasa de aumento de prevalencia de la desnutrición (PoU), es posible que la tasa actual de 19,1% de POU se eleve hasta el 25,7% en el 2030.
Este 2019, la crisis climática, la pandemia de coronavirus y, sobre todo, la plaga de langostas han causado estragos en la seguridad alimentaria. Concretamente, este último fenómeno ha ocasionado daños valorados en 8.500 millones de dólares en el cuerno de África, incluidas casi 100.000 hectáreas de tierras de cultivo en Somalia, unas 200.000 hectáreas en Etiopía y unas 70.000 hectáreas en Kenia, lo que ha dejado hambriento al ganado y provocando escasez de alimentos.
“Las langostas destruyeron nuestros cultivos en el momento en que esperábamos cosechar. Nunca había visto infestaciones como esta antes, y lo más triste es que no pudimos hacer nada sobre eso”, argumenta Abdilaahi Wayrah, un agricultor somalí que trabaja con Oxfam.
“Luego vino el COVID-19, y debido al cierre, los precios de las semillas y los pesticidas subieron. No podíamos permitirnos comprar estas cosas necesarias. No tenemos suficiente comida en este momento, pero estamos tratando de reconstruir nuevamente”, añade.
A pesar de las expectativas, existen entidades que no abandonan la idea de poder alcanzar esa meta. Una de ellas es el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), cuya misión es la de brindar asistencia alimentaria para mejorar la nutrición y crear resiliencia.
“Los proyectos de desarrollo del WFP se enfocan en la nutrición, especialmente para las madres y los niños, lidiando con la desnutrición desde las etapas más tempranas mediante programas que se enfocan en los primeros 1.000 días, desde la concepción hasta el segundo cumpleaños del niño, y luego mediante comidas escolares”, señala el Programa Mundial de Alimentos en su programa general.
En este sentido, el WFP suministró alimentos escolares a más de 17 millones de niños repartidos en 50 países durante el 2019. Asimismo, distribuyó en ese mismo periodo más de cuatro millones de toneladas métricas de alimentos y dos mil millones de cupones para llevar alimentos “allí donde más falta hace”.
Gracias a esta labor, el Programa Mundial de Alimentos ha sido galardonado este año con el Premio Nobel de la Paz que, más que un reconocimiento, para David Beasley, director ejecutivo de la agencia humanitaria, es un llamamiento para atender las necesidades de las millones de personas que necesitan comida urgentemente en este mundo.


En su discurso subrayó, David Basely subrayo la imperante necesidad de suministrar ayuda a las más de 270 millones de personas que, por culpa de fenómenos como la pandemia, se están desplazando situación muy delicada: “Si no se atienden sus necesidades, se producirá una pandemia de hambre que empequeñecerá el impacto de la COVID-19”, apeló.
En ese momento, recordó que la paradoja que impera en este mundo en el que, a pesar de generarse miles de millones de dólares en pocos meses, aun se permita que las personas pasen hambre.
“Incluso en el punto álgido de la pandemia de COVID, en sólo 90 días, se generaron ganancias extras de 2,7 billones de dólares. Y sólo necesitamos 5.000 millones de dólares para salvar de la hambruna a 30 millones de personas”, señaló.
Ante esta situación, lanzó mensaje pidiendo que no le obliguen a elegir quien vive o muere por la falta de recursos: “La comida es el camino hacia la paz”, concluyó.
