Ucrania: el pan nuestro de cada día

Ucrania: el pan nuestro de cada día

Ucrania: el pan nuestro de cada día

El mayor conflicto europeo desde la Segunda Guerra Mundial se libra en una potencia alimentaria: Ucrania. Las batallas en sus zonas fértiles y el bloqueo de sus puertos ya se notan en los estómagos y en los bolsillos de millones de personas de todo el mundo.


Argemino Barro
| 10 junio, 2022


Siempre ha estado ahí. La mayor parte del tiempo, disimulada. Dentro del Imperio ruso, luego de la Unión Soviética, y, finalmente, como país independiente. Alimentándonos. Poniendo el pan sobre nuestras mesas. Aún lo hace. El pan de pita que se consume en el norte de África proviene, mayoritariamente, de Ucrania. Ni siquiera tenemos que viajar. El 42% de los cereales que importa España vienen del país eslavo, como también una cuarta parte del aceite de girasol.

El secreto está en la propia bandera de Ucrania, compuesta de dos franjas iguales, una azul y otra amarilla, evocadoras del cielo y de los amplios cultivos de trigo ucraniano. Este país contiene la cuarta parte de la tierra negra del planeta. Una capa de minerales y nutrientes donde crece cualquier cosa. En el caso de Ucrania, trigo, maíz, soja, cebada, girasoles y remolacha azucarera. Dicen los ucranianos que, si clavas una pala en su suelo, surge un árbol. Con justicia se apoda a Ucrania el “granero de Europa”. Un granero que, desde el 24 de febrero, está en llamas.

Aunque la invasión rusa a gran escala se limita, estos días, al este y al sureste del país, la flota de Vladímir Putin bloquea los 13 puertos ucranianos y los misiles caen en las infraestructuras agrícolas y comerciales, tendiendo un nudo corredizo en torno a sus finanzas. El grano ucraniano, del que depende buena parte del PIB del país, está degradándose en almacenes y en barcos bloqueados en las costas.

Campos de cultivo en la comarca ucraniana de Kharkiv. | FOTO: Artem Grebenyuk
Campos de cultivo en la comarca ucraniana de Kharkiv. | FOTO: Artem Grebenyuk

“Tenemos 20 o 22 millones de toneladas listas para exportar. Cuatro millones atrapadas en los puertos. Esto es mucho”, dice a El Ágora Oleg Nivievskyi, profesor asociado de la Kyiv School of Economics. “Los ferrocarriles no pueden acomodar semejante cantidad de grano. Antes de la guerra, la exportación anual rondaba los 150 millones de toneladas. Ahora, la capacidad adicional de transporte ferroviario es de 15 millones de toneladas al año. 10 veces menos”.

«El 42% de los cereales y una cuarta parte del aceite de girasol que importa España vienen de Ucrania»

Ahora parte del grano, que solía exportarse, en un 98%, a través de los puertos, se abre paso a cuentagotas y a brazo partido por tren y por carretera. Llega a Bulgaria, Rumanía y Polonia, de manera lenta y costosa, poco competitiva, generando atascos como los que se ven en Izov: 10.000 vagones de tren muertos de la risa a finales de abril, esperando a cruzar la frontera y llegar al puerto polaco de Gdansk.

Las consecuencias son múltiples. Junto a los destrozos provocados por las bombas, el desplazamiento de 12 millones de personas y la porción de juventud en uniforme, el bloqueo económico es responsable de que el PIB ucraniano, según los cálculos del Banco Mundial, se pueda contraer un 45% este año, de que el paro pueda rondar el 50% y de que el país necesite ayuda externa para seguir funcionando.

“La agricultura es uno de los sectores clave de la economía ucraniana”, dice Oleg Nivievskyi. “El complejo agroindustrial, que consta de producción agrícola y comida procesada, genera un 40% del total de los ingresos ucranianos. Si este sector es alterado, esto provoca muchos problemas para la economía en general. Diría que un tercio de la población del país está empleada, de alguna manera, en la agricultura”.

Cultivos de colza en flor en territorio de Ucrania que remendan exactamente el diseño de la bandera del país, que es una alegoría sobre el color del cielo y el de sus tierras de cultivo. | FOTO: Montypeter
Cultivos de colza en flor en territorio de Ucrania, que remedan el diseño de la bandera del país, que es una alegoría sobre el color del cielo y el de sus tierras de labor. | FOTO: Montypeter

«Mientras la mayoría de los analistas miran el campo de batalla de Ucrania, otra guerra se libre en el frente económico y alimenticio»

Problemas para exportar el grano

Para acentuar el problema, Rusia golpeó el fin de semana pasado una terminal de grano en Mykolaiv y una factoría de reparaciones de trenes de carga en Kyiv, usada, entre otras cosas, para poner a punto los trenes que llevan grano. Rusia utiliza los alimentos como arma de guerra: una manera de ahogar económicamente a Ucrania y de ejercer una formidable presión sobre el resto del mundo.

Ucrania y Rusia, conjuntamente, exportan en torno a un tercio de los cereales del planeta. 36 países, la mayoría en África y Oriente Medio, importan más de la mitad del grano de esta región. Según David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, la guerra amenaza con dejar a 44 millones de seres humanos a merced del hambre.

Los países vulnerables pagarán el precio más alto, pero las consecuencias son globales. La hambruna puede generar problemas políticos y una marcha masiva de inmigrantes hacia la Unión Europea. Por eso, Rusia ha sido acusada de utilizar la alimentación como arma de guerra. El Kremlin, de hecho, ha ligado el desbloqueo de las exportaciones de grano al levantamiento de las sanciones occidentales.

«El grano ucraniano, del que depende buena parte del PIB del país, está degradándose en almacenes y en barcos bloqueados en las costas»

“Puedes ver el efecto en los mercados. Los precios están subiendo. Básicamente, están saliendo disparados”, explica Oleg Nivievskyi. “El trigo está casi el doble de caro que antes. Mientras, los precios domésticos han bajado un 30%”.

Así que, sea cual sea el lugar en el que usted se encuentre, España o México, Rusia o Egipto, Camboya o Senegal, la huella de Ucrania es profunda. El multifacético ataque ruso al granero ucraniano eleva todavía más la inflación mundial, que ya estaba recalentada desde 2020.

Según la Organización Mundial del Trabajo, la inflación global se duplicó en marzo con respecto a la del mismo mes de 2021. Subió un 9,2%. Los encierros causados por el covid y la poderosa vuelta de la demanda han puesto a las cadenas de suministro contra las cuerdas, generando cuellos de botella en los puertos y obligando, muchas veces, a improvisar. La inflación ya era una realidad palpable en nuestras estanterías cuando Putin decidió invadir Ucrania a gran escala. Ahora, el problema es mayor.

“La guerra en Ucrania, los encierros en China, las perturbaciones en las cadenas de suministro y el riesgo de ‘estanflación’ están golpeando el crecimiento”, declaró el pasado martes David Malpass, presidente del Banco Mundial. “Para muchos países, la recesión será difícil de evitar. Los mercados miran hacia delante, así que es urgente estimular la producción y evitar las restricciones comerciales”.

Consecuencias energéticas

La otra dimensión dimensión de la guerra, además de la alimentaria, es la energética. La agresión hizo que Estados Unidos y la Unión Europea aplicasen a Rusia un paquete de sanciones sin precedentes para una economía tan grande. Entre otras cosas, Bruselas ha suspendido la importación por mar de petróleo ruso, lo que supone en torno a dos tercios de los 2,2 millones de barriles diarios que vienen de aquel país. Washington, cuya dependencia energética es menor, canceló todas las importaciones en marzo y Reino Unido hará lo propio a finales de año.

«Ucrania y Rusia, conjuntamente, exportan en torno a un tercio de los cereales del planeta»

Como consecuencia de estas medidas, que reducen el suministro energético, el precio global del petróleo ha subido un 60% desde el pasado diciembre. Al encarecerse el combustible, se encarece el transporte. Al encarecerse el transporte, se encarecen los productos transportados y con ellos nuestra cesta de la compra.

La escasez de aceite de girasol ha provocado el racionamiento en las tiendas más opulentas del Reino Unido. La cadena de supermercados Tesco ha puesto un límite de tres botellas de aceite, de cualquier tipo de aceite, por cliente. Morrisons y Waitrose han sido un poco más conservadoras: sus clientes solo pueden llevarse dos botellas. El regulador alimentario ha relajado algunas reglas para que las aceiteras puedan producir más y con más facilidad, y así compensar la escasez de aceite.

Mientras la mayoría de los analistas miran el campo de batalla de Ucrania, otra guerra se libre en el frente económico y alimenticio. Una guerra de desgaste con múltiples consecuencias. Entre ellas, la viabilidad económica de Ucrania. Y el pan nuestro de cada día.



Se adhiere a los criterios de transparencia de

Archivado en:
Otras noticias destacadas