Cambio de era en Alemania. Tras 16 años de mandato de Angela Merkel, el líder socialdemócrata Olaf Scholz se convirtió este miércoles en el noveno canciller del país teutón desde la Segunda Guerra Mundial, abriendo una nueva etapa política para la nación más poblada y economía más grande de la Unión Europea (UE). El cambio se produce después de que Scholz haya llegado a un acuerdo con los líderes del partido liberal (FDP) y los Verdes para conformar un Ejecutivo tripartito que tiene ante sí diferentes retos de calado, entre los que sin duda se dará prioridad a asuntos urgentes como la gestión de la pandemia de coronavirus. Pero, sobre todo, el nuevo Gobierno «semáforo», llamado así por las analistas por los colores de los partidos que lo integran, tendrá como foco una tarea aun más complicada: acelerar la transición ecológica alemana y situar al país como líder mundial de la acción climática.
«Nos estamos aventurando en un nuevo rumbo, uno que no solo asuma los principales desafíos de esta década sino que vaya mucho más allá», aseguró Scholz en su toma de posesión como canciller. Unas palabras que, sin duda, eran una referencia nada velada a las tareas climáticas que el nuevo Gobierno se ha puesto como deberes prioritarios. De hecho, en el acuerdo tripartido, un documento de 178 páginas, contiene secciones extensas sobre clima y energía en todas las áreas temáticas y fija como punto clave de la relación entre los tres partidos «la alineación de todas las políticas climáticas, energéticas y económicas a nivel nacional, europeo e internacional con la trayectoria de 1,5 grados».
Eso sí, esta tarea parece que recaerá en gran medida en la parte «ecologista» del Ejecutivo. Y es que, al reclamar un nuevo superministerio de clima, energía y economía, así como los ministerios de medio ambiente y agricultura, el Partido Verde debería tener los medios para dar forma a la agenda ambiental de Alemania de una manera unificada, borrando un pasado en el que los gabinetes de medio ambiente y economía a menudo han empujado en direcciones opuestas. Y aunque el ministerio de Finanzas pertenecerá a los liberales y estos tendrán la última palabra a la hora de hablar de esfuerzo presupuestario, el tripartito ya ha presentado planes para intensificar los esfuerzos de protección del clima que implican reformas de gran alcance para el sector de los servicios públicos y en las industrias manufactureras, los edificios, el transporte y la agricultura.


En este sentido, la energía parece el punto clave. En concreto, el acuerdo de coalición establece que Alemania cerrará su última central eléctrica de carbón para 2030, ocho años antes de lo previsto por el gobierno saliente de Merkel. Además, para ese mismo año, el nuevo Gobierno quiere implantar un 80% de energías renovables en el mix energético. En comparación con el 65% previsto anteriormente, esto implica más que triplicar la capacidad solar, instalar un tercio más de energía eólica marina y utilizar hasta el 2% de de todo el territorio alemán para la energía eólica terrestre.
En este sentido, el Ejecutivo también pretende que la generación de energía a partir de gas finalice en 2040, aunque este combustible fósil, que cuando se quema emite aproximadamente la mitad de carbono que el carbón, sí ha recibido la categoría de elemento «de transición» hacia la era del carbono cero. Y es que la cantidad total de electricidad necesaria tendrá que aumentar si se quiere alimentar los 15 millones de automóviles eléctricos que se supone estarán en las carreteras para 2030, por no hablar de la renovación de los hogares: se supone que la mitad del suministro de calefacción será ecológico para 2030, en comparación con el 14% actual.
Según apuntan varios analistas a Reuters, es difícil compatibilizar esta expansión de la electrificación con un aumento importante de la proporción de las renovables en el mix energético, por lo que el gas deberá jugar un papel importante mientras se expanden las redes eléctricas y se moderniza la coordinación de sistemas de almacenamiento y medición para poder lidiar con esa energía volátil. Sin esa apuesta por el gas como remedio transitorio, eliminar gradualmente la energía nuclear en 2022 y el carbón idealmente para 2030 corre el riesgo de crear una brecha de energía en Alemania en un momento de escasez energética, lo que ya se refleja en los altos precios actuales.
Transporte y edificios en Alemania
En cualquier caso, más allá de la red eléctrica, el otro objetivo clave del nuevo Gobierno alemán es el conseguir que 15 millones de automóviles eléctricos recorran las carretras teutonas en 2030 para lograr transformar el transporte, que emitió 146,7 millones de toneladas de CO2 equivalente (MtCO2) en 2020 y supone el 20% de las emisiones totales de alemania. Hasta ahora, las emisiones del transporte solo se han reducido en un 11% desde 1990, pero el Ejecutivo se ha fijado el objetivo de reducirlas para 2030 es un 48%, lo que se traduce no solo en aumentar significativamente la proporción de coches «limpios» (actualmente hay 300.000 en toda Alemania) sino también en prohibir la venta de vehículos de combustión entre 2030 y 2035.
Además, el documento de la coalición también incluye el compromiso de ampliar la infraestructura de carga, algo que se considera que frena la expansión de los vehículos eléctricos, pero que hasta ahora solo ha visto un progreso gradual por parte del Gobierno alemán. Sin embargo, al final se ha optado por omitir la introducción de límites de velocidad en las autopistas debido a la oposición de los liberales, aunque según la Agencia de Medio Ambiente de Alemania, un límite de velocidad de 130 kilómetros por hora reduciría las emisiones del país en 1,9 millones de toneladas de carbono.


Por otro lado, también se espera una revolución urbanística. Los edificios comerciales y residenciales representaron 119,2 MtCO2e de emisiones en 2020, el 16% del total de Alemania, y, aunque se han reducido un 43% desde 1990, deben seguir cayendo hasta el 68% para 2030. En este sentido, uno de los puntos más importantes es el compromiso de que todos los edificios nuevos tengan solo el 40% del consumo de energía de la construcción media actual, una mejora con respecto al objetivo actual del 75% que impulsará el uso de sistemas de calefacción eficientes como las bombas de calor.
Por último, los miembros del Gobierno han acordado un mecanismo de “verificación climática” para los ministerios a fin de garantizar que todas las nuevas políticas sean compatibles con los objetivos climáticos nacionales. Además, según apunta la organización de análisis climático Carbon Brief , también hay referencias en el acuerdo de coalición para “reformar” la ley federal de acción climática y monitorear el cumplimiento de los objetivos de descarbonización de Aleaminia sobre la base de una “evaluación general intersectorial y plurianual análoga al Acuerdo Climático de París”. Esto implicaría modernizar y mejorar la contabilidad de carbono para hacerla más efectiva, aunque las intenciones exactas del Gobierno aun no están claras.
Negociación imprescindible
En cualquier caso, para alcanzar sus numerosos objetivos climáticos, el nuevo Gobierno tendrá que hacer que las alianzas sean un elemento imprescindible de su acción. El hecho de que el Ejecutivo se base en un acuerdo tripartito en el que diferentes partidos han conseguido dejar de lado sus diferencias para encontrar terreno común es una señal de la importancia que tendrán las negociaciones con todas las partes en la acción de Berlín, cuyas políticas se inscribirán como hasta ahora dentro del marco de la Unión Europea. En este sentido, el Gobierno alemán debería intensificar su acción climática para cumplir con su objetivo europeo legalmente vinculante de reducir las emisiones a un 55% por debajo de los niveles de 1990 para 2030, contenido dentro del paquete legislativo Fit for 55.
En este coordinación a varios niveles, el colíder de los Verdes y nuevo vicepresidente de economía y clima, Robert Habeck, tendrá casi con certeza un rol protagonista. “La neutralidad climática es un proyecto de transformación gigantesco, con una inmensa cantidad de cambios… con líneas eléctricas y turbinas eólicas, industria vieja y nueva, con temor a la pérdida de empleos y nuevas oportunidades. Eso no se puede organizar de manera autoritaria”, aseguró Habeck en una entrevista con Süddeutsche Zeitung el mes pasado, en el que apuntó la necesidad de «crear un entorno para tal cambio, ganárselo a la sociedad».


Desde luego, según apunta Politico, Habeck tiene la experiencia necesaria y la reputación de lograr compromisos difíciles. Durante su mandato como ministro de Energía, Medio Ambiente y Agricultura de su estado natal, Schleswig-Holstein, entre 2012 y 2018, la capacidad de energía eólica de la región se duplicó a pesar de la feroz resistencia de la oposición y parte de la población. Además, logró mediar entre los conservacionistas que querían prohibir la pesca del mejillón y los pescadores que temían por su sustento con un plan para la actividad pesquera sostenible y buscó el diálogo con los productores agrícolas para impulsar una agricultura más verde.
El reto ahora es, por supuesto, de mucha mayor envergadura. Al fin y al cabo, muchos de los objetivos que se ha fijado el Gobierno de coalición implican cambios de calado en áreas donde Alemania tiene un sector privado muy potente, como el automóvil o la industria pesada, lo que supondrá largas negociaciones entre actores para llegar a un acuerdo que satisfaga a todos. Pero, si los planes climáticos se cumplen de verdad, Alemania podría situarse decididamente en la vanguardia climática y ayudar a Europa a liderar una transición ecológica que cada día es más urgente.
