Uno de los grandes logros «escondidos» de la pasada COP26 fue la alianza que formaron diferentes países industrializados para apoyar y financiar el abandono del carbón en Sudáfrica, un programa que arranca este 2022 y puede convertirse en ejemplo a seguir



La reacción global a la pasada COP26, celebrada en Glasgow (Reino Unido) fue en gran medida de decepción. Al fin y al cabo, la cumbre climática se había cerrado con un pacto de mínimos que no contenía grandes avances vinculantes a nivel de lucha contra el cambio climático, aunque sí mejoras menores como el reconocimiento por parte de los países de que están fallando a la hora de recortar emisiones o la primera mención explícita a acabar con los combustibles fósiles que se encuentra en un acuerdo de este tipo.
Sin embargo, hubo un pacto que también se produjo en este evento global que, pese a pasar desapercibido en su momento, puede convertirse en un nuevo modelo de desarrollo sostenible: Sudáfrica y un club de donantes de países desarrollados formaron una alianza para acelerar la descarbonización de la economía más industrializada de África que se pondrá en marcha este 2022.
El acuerdo, denominado Alianza por una Transición de Energía Justa, proporcionará 8.500 millones de dólares en subvenciones y préstamos baratos a Sudáfrica durante los próximos cinco años y está financiado por los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y la Unión Europea. Un apoyo sin precedentes a un país en desarrollo que además es especialmente ambicioso: el programa está diseñado para alcanzar el límite inferior de los objetivos de emisiones de Sudáfrica en virtud del Acuerdo de París, compatible con mantener el aumento de la temperatura global en solo 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
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En cualquier caso, este acuerdo es el primero de su tipo por diferentes razones. Por un lado, ha sido diseñado por el gobierno sudafricano casi en su totalidad, por lo que se le supone un conocimiento de la realidad local que ayudará en la eficacia y legitimidad del proyecto. Por otro, hablamos de una alianza entre un pequeño número de actores con financiaciones concretas, por lo que la rendición de cuentas será mucho más sencilla que un vago acuerdo global o regional. Por último, el acuerdo proporciona fondos para una «transición justa» a nivel local, lo que ayudará a amortiguar el golpe de la desindustrialización local en una economía en desarrollo y refuerza sus posibilidades de éxito.
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Un modelo «justo y eficaz»
«El modelo de acuerdos multilaterales a medida es ciertamente más difícil de escalar que los grandes pero vagos compromisos globales. Pero, a largo plazo, acuerdos más pequeños entre menos países podrían producir un progreso mucho más concreto«, asegura en una tribuna para la revista Foreign Policy Nicholas Kumleben, analista especializado en energía del think–tank GreenMantle. «En realidad, tampoco se necesitarían muchos de estos acuerdos para lograr reducciones significativas a nivel mundial: solo 10 países representan dos tercios de las emisiones globales de carbono, y los 20 principales emisores representan el 79% de las emisiones«, apunta.


En este sentido, Kumleben considera que los países desarrollados deben aprovechar el éxito del acuerdo de Sudáfrica para lograr acuerdos similares con otras economías importantes que dependen del carbón. «Indonesia, uno de los 10 principales usuarios de carbón del mundo, se comprometió a eliminar el carbón en Glasgow; un grupo de países desarrollados debería hacer un seguimiento con un acuerdo financiado a medida equivalente al de Sudáfrica. Si estos acuerdos se concretan, podrían acelerar la descarbonización global de forma justa y eficaz. Las generaciones futuras podrían considerar la COP26 no como un fracaso, sino como el nacimiento de una nueva forma de diplomacia climática», afirma.
Eso sí, la transición justa en Sudáfrica tendrá también que apoyarse en una mayor utilización del gas natural, al menos hasta que consiga construir suficiente capacidad renovable. De hecho, esta transición del carbón al gas es la que está detrás de la mayor parte de los recortes de emisiones en el sector energético de los Estados Unidos y Gran Bretaña y podría ser en teoría replicada en Sudáfrica sin afectar a su débil balanza de exportaciones: en 2019, la compañía Total descubrió un estimado de 1.000 millones de barriles de gas natural en la costa del país.
