El ayuntamiento de Ámsterdam ha prohibido a partir de este lunes los anuncios de productos y servicios que funcionan con derivados de los combustibles fósiles en las estaciones de metro de la ciudad



Ámsterdam no quiere ver los combustibles fósiles ni en pintura. Si hace algo más de un año la capital holandesa decidía que los vehículos de gasolina y diésel ya no iban a ser bienvenidos en la ciudad a partir de 2030, una estrategia que viene acompañada de la expansión de las zonas ambientales y la introducción de áreas libres de emisiones, ahora el ayuntamiento ha decidido que estos productos tampoco tendrán hueco en las paredes del suburbano. Y es que el consistorio ha informado este lunes de que prohíbe los anuncios de productos y servicios que funcionan con derivados de los combustibles fósiles, lo que incluye publicidad de vuelos baratos y de coches que funcionan con diésel, en las pantallas de las estaciones de metro
El ayuntamiento asegura que el objetivo de esta estrategia es el de desalentar el uso de energía contaminante. Para ello, según han explicado comunicado, las cuarenta estaciones de metro, que en total acogen unas 300 pantallas publicitarias, ya no tienen permitido publicar los anuncios de “coches que funcionen con combustibles fósiles o billetes de avión a precios muy bajos”, siendo esta la primera ciudad de Países Bajos que toma esta iniciativa.
Eso sí, como por una cuestión legal no puede impedir a las empresas anunciarse en las estaciones de metro, el ayuntamiento prohíbe únicamente el producto en sí, por lo que las aerolíneas, por ejemplo, podrán seguir anunciándose en estas pantallas, pero no podrán hacer publicidad de vuelos baratos, añade la nota.
Esta prohibición se produce tras una iniciativa ciudadana que pide una prohibición de los anuncios de productos fósiles a nivel nacional porque “los transportistas, pero también los medios donde se pueden ver anuncios, tienen que asumir su responsabilidad”, subrayó la promotora del plan, la neerlandesa Femke Sleegers. Se calcula que esta medida afectará a alrededor del 10% de los anuncios en esta ciudad, que ya prohibió en 2017 la publicidad de alimentos no saludables para menores de hasta 18 años en las estaciones de metro.
Apuesta por la sostenibilidad
Ámsterdam busca reducir las emisiones de CO2 en un 55 % para 2030 y quiere que “la publicidad que se puede ver en la ciudad refleje esa ambición”, que pretende que “la energía solo se genere de forma sostenible y donde las materias primas y los materiales se reutilicen constantemente”. Pero este no es el único paso que ha dado la ciudad holandesa para avanzar en la senda del desarrollo sostenible: desde el año pasado, Ámsterdam apuesta por la economía «rosquilla», un modelo que combina el que nuestras sociedades cubran las necesidades humanas básicas al mismo tiempo que respetan los límites marcados por la finitud de los recursos naturales.
La ambición de Ámsterdam es meter a sus 872.000 residentes dentro de la rosquilla, asegurando que todos tengan acceso a una buena calidad de vida, pero sin ejercer más presión sobre el planeta de lo que es sostenible. Para ello, quieren reducir de forma drástica el uso de recursos y materiales, potenciando los productos que duran más tiempo, las reparaciones o las donaciones de comidas, de manera que su economía sea totalmente circular para el año 2050.
Algo que va en línea con la estrategia de Ecomomía Circular de la UE, que básicamente dice que en un territorio pobre en recursos como el europeo, los materiales pueden entrar, pero no desecharse. Todos ellos deben ser reaprovechados, reusados o reciclados para mejorar la eficiencia, equilibrar la balanza exterior y ganar en seguridad de suministro.