Esta semana, expertos botánicos de toda España se han desplazado a Almería para hacer un diagnóstico de urgencia de un monumento natural amenazado. Se trata de la encina de La Peana, un árbol de 1.300 años de historia considerado el más grande de Andalucía y seguramente uno de los más bellos.
A pie del árbol, con mascarilla y otras medidas sanitarias propias de estos tiempos de coronavirus, los técnicos, llegados de diversos puntos por compromiso particular, valoraban los daños sufridos por la encina. Estos meses pasados, las lluvias y vientos han abierto grietas verticales en el tronco, unas fisuras que amenazan la estabilidad del árbol.


Tras resistir durante siglos con pleno vigor, el árbol empieza a mostrar síntomas de flaqueza. Algo que está detectándose en muchos otros viejos árboles españoles, afectados por un cambio de las condiciones de clima, con más calor y estiajes más prolongados, que dificultan su supervivencia.
“El ejemplar ha sufrido daños de considerable importancia a causa de los fuertes vientos y tormentas de esta primavera que ponen en riesgo su continuidad”, explica a El Ágora Bernabé Moya, experto del Jardín Botánico de Valencia y que ha sido uno de los expertos reclamados para valorar la situación. “Hay que destacar la rápida actuación emprendida por el Ayuntamiento de Serón y los vecinos, que se han volcado en apuntalarla lo más rápidamente posible”, afirma. “Esta actuación de emergencia ha salvado a la carrasca de sufrir un colapso que hubiera acabado con el monumento”; añade.
Dimensiones extraordinarias
La Junta de Andalucía la declaró Monumento Natural por su antigüedad, porte, equilibrio y singularidad. La encina, además, tiene el valor de representar como un testigo gigante y solitario a los extensos encinares que cubrieron la sierra de Los Filabres hasta hace un siglo.
Porque, aunque tendamos a pensar que el sureste español es un lugar desprovisto de árboles de forma natural, en realidad su deforestación ha sido obra humana. Un proceso que empezaron cartagineses y romanos hace dos milenios y que nos ha entregado el paisaje yermo que hoy afecta a buena parte de Murcia, Almería y Granada.
Piden que actúe la Junta de Andalucía
La voz de alerta la dio la asociación Amigos de la Alcazaba de Almería, y el propietario del terreno donde se ubica, Manuel Pérez Sola que esta semana reclamaban a la Junta de Andalucía una «actuación urgente» para resolver los daños que presenta la encina, ubicada en la loma de Serón (Almería). “Pedimos ante todo que se actúe con la celeridad necesaria para que esta maravilla de la naturaleza se atienda y así evitemos su pérdida», señala el comunicado recogido por la agencia Europa Press.


A la petición se han sumado muchas otras organizaciones y también el Ayuntamiento y los vecinos, celosos del valor de su árbol. «Esperan que el ejemplar «no corra la misma suerte que su congénere, la encina del Marchal del Abogado, cuyo tronco enfermo no fue capaz de soportar el peso de la gran nevada que cayó sobre ella el pasado invierno y no recibió los cuidados necesarios para salvarla», indica el manifiesto.
“La carrasca de La Peana es un monumento natural de extraordinario valor botánico y para la biodiversidad. Es una de las encinas de mayor edad y dimensiones de España, y también destaca a nivel europeo. Estamos en deuda con el propietario y su familia, que durante generaciones la han cuidado y protegido. Así que si hoy podemos disfrutar de su presencia es gracias a su generosidad”, declara Bernabé Moya, una de las eminencias mundiales en el estudio y cuidado de grandes árboles monumentales.
Más antigua que las catedrales
La edad de este gigante vegetal eclipsa la de otros monumentos de Andalucía. La encina es más vieja que cualquiera de sus catedrales, que la Alhambra y muchas otras maravillas culturales andaluzas. Habría que remontarse a la mezquita de Córdoba o las ruinas de Medina Azahara para encontrar un ejemplo de patrimonio tan antiguo.


“Los árboles monumentales suelen ser árboles ancianos que han estado aportando recursos durante siglos, y que no han pedido nada a cambio. Hoy la sociedad es cada día más consciente de la importancia de estos escasísimos árboles que nos recuerdan a los bosques a los que debemos aspirar”; afirma Bernabé Moya.
Lo cierto es que uno no se da cuenta de lo majestuoso que puede ser un árbol hasta que no tiene la oportunidad de contemplar de cerca un ejemplar de gran porte. Estamos tan acostumbrados a ver en nuestros campos y ciudades árboles jóvenes, muy a menudo mutilados por la enfermedad nacional de las podas mal realizadas, que es muy difícil encontrar uno al que se le haya permitido mostrar su esplendor natural. La encina de La Peana es uno de esos ejemplos cuya pérdida es irreparable. Porque volver a ver algo así costaría 1.000 años de espera.
Posibles soluciones


“Tras la visita, y como botánico, recomiendo llevar a cabo en primer lugar un estudio dendrológico que nos permita conocer en profundidad el estado morfo-fisiológico, ontológico, biomecánico, patológico y del medio. Tras lo cual se podrá establecer un diagnóstico y estudiar las distintas opciones terapéuticas”; afirma Bernabé Moya.
Para el experto, este caso presenta ciertas similitudes con lo que le sucedió a la Encina Terrona en el año 2008, el primer árbol monumental declarado en Extremadura. “Afortunadamente durante una visita de control y seguimiento detectamos con suficiente antelación los primeros signos de aparición una fisura. En aquella ocasión, tras los estudios pertinentes, propusimos como opción terapéutica la instalación de apoyos, que han permitido que la Encina Terrona continúe entre nosotros”, señala el botánico.
“Creemos que es una cuestión de justicia y de ética el dispensar los mejores cuidados a estos ancianos que tanto han hecho, y tanto pueden hacer en un mundo que despierta y abre los ojos a la conservación y regeneración de los bosques y la biodiversidad”, concluye el experto.