Un equipo de investigadoras ha demostrado que la invasión de la fanerógama marina tropical Halophila stipulacea puede tener un papel importante en mantener la capacidad de secuestro de carbono en el Mediterráneo y ayudar así a mitigar el cambio climático



Las especies invasoras representan una amenaza cada vez más seria para el correcto mantenimiento de la biodiversidad hasta el punto de que tan solo en Europa representan un gasto de 12.000 millones de euros anuales. España, de hecho, recoge algunas de las especies más dañinas del continente.
Sin embargo, una de esas especies que reside en el Mediterráneo, más que un daño, los científicos del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, Imedea, (CSIC-UIB) han demostrado que puede tener un papel importante en mantener la capacidad de secuestro de carbono en el Mediterráneo en el futuro y ayudar a mitigar el cambio climático.
“La llegada de especies exóticas puede causar impactos ecológicos sobre las comunidades autóctonas y sus servicios ecosistémicos. Sin embargo, la magnitud y dirección de dichos impactos es difícil de cuantificar por la ausencia de datos previos a la invasión”, comentan en un comunicado.
La especie a la que se refieren los científicos es la Halophila stipulacea, una fanerógama marina tropical propia del mar Rojo y el océano Índico que entró al Mediterráneo por el Canal de Suez gracias a su “extraordinaria capacidad de adaptación térmica”. Esa cualidad ahora la ha permitido colonizar el este y centro del Mediterráneo, llegando hasta Sicilia.
En este estudio se obtuvieron testigos de sedimento de praderas exóticas de H. stipulacea y de praderas nativas de Cymodocea nodosa y Posidonia oceánica de Chipre y Creta (Grecia) y aplicaron distintas técnicas para reconstruir la cronología de la invasión de H. stipulacea y medir su capacidad de secuestrar carbono.
Gracias a las muestras los expertos determinaron la edad de los sedimentos de las praderas, analizaron el contenido de carbono orgánico y secuenciaron el ADN ambiental del sedimento, una herramienta genética que se utiliza para detectar especies en muestras ambientales sin necesidad de colectarlas.
“Los resultados muestran que H. stipulacea llegó a Chipre en 1930 y a Creta en 1970 aproximadamente y, desde entonces, las praderas de la planta exótica han enterrado más carbono orgánico que las praderas nativas de C. nodosa y P. oceanica cercanas” comenta Marlene Wesselmann, investigadora del IMEDEA y primera autora del trabajo.
Sin embargo, señala que su capacidad es reducida si se compara con la Posidonia oceánica, una fanerógama marina endémica del Mediterráneo que brinda importantes servicios y beneficios para los ecosistemas que habita, como la regulación de la calidad del agua, absorción del dióxido de carbono o la protección costera.
En este sentido, en el Mediterráneo se espera que el cambio climático provoque importantes pérdidas de praderas de P. oceanica, porque es una especie muy sensible al calentamiento y su mortalidad aumenta considerablemente cuando la temperatura del agua supera 28 grados.
“En cambio, H. stipulacea tolera temperaturas superiores a 36 grados, por lo que el calentamiento estimularía su crecimiento y se podría expandir y seguir secuestrando carbono, junto a C. nodosa (que también tiene una tolerancia térmica alta)”, explica la investigadora del IMEDEA Núria Marba.
“No obstante, no disponemos de una imagen completa del papel de H. stipulacea en el ecosistema marino del mar Mediterráneo, y por eso, no sabemos si otros servicios ecosistémicos fundamentales pueden verse afectados por su actual presencia y futura expansión”, concluye la Dra. Marbà.
