Las algas, pastos marinos, ciénagas y manglares están en peligro por el calentamiento global, un problema grave ya que estos ecosistemas de «carbono azul» secuestran el 10% de las emisiones anuales de CO2 a pesar de ocupar solo el 1% de los océanos



Las praderas marinas, marismas y manglares son ecosistemas que se denominan de «carbono azul» porque, a pesar de que apenas ocupan el 1% de la superficie de los océanos, capturan y secuestran en torno al 10% de las emisiones anuales mundiales de dióxido de carbono (CO2). Son por tanto una pieza fundamental para mitigar el cambio climático, además de mejorar la calidad del agua, proteger a las comunidades costeras del aumento del nivel del mar y proporcionar medios de vida a miles de personas. Sin embargo, estos ecosistemas están gravemente amenazados por las actividades humanas, según se desprende de un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
“Los ecosistemas de carbono azul, que se encuentran en los márgenes de las costas del mundo, son viveros y hábitats de numerosas especies marinas y terrestres y desempeñan un importante papel ecológico en el ciclo de los nutrientes y el carbono, en la protección de las costas y en el mantenimiento de los medios de subsistencia y el bienestar de las comunidades locales”, ha declarado en un comunicado Ernesto Ottone, el subdirector general de Cultura de la UNESCO. Y es que esta organización dependiente de la ONU ha realizado la primera evaluación científica mundial de los ecosistemas de carbono azul en los sitios marinos que son Patrimonio de la Humanidad.
Como dato clave, el informe, elaborado el científico español Carlos Duarte y la doctora Fanny Douvere, destaca que estos enclaves representan el 1% de los océanos y ocupan al menos el 21% de la superficie de los ecosistemas de este tipo a nivel mundial. En conjunto, en datos de 2020 los ecosistemas marinos del Patrimonio Mundial abarcan una superficie de 207 millones de hectáreas, lo que representa el 10% de toda la superficie marina protegida a nivel mundial.
Entre ellos, la UNESCO destaca los manglares de Sundarbans (India y Bangladesh); el Parque Nacional de los Everglades (Estados Unidos) y la Bahía Shark (Australia Occidental); o el Mar de Wadden (Dinamarca, Alemania y Países Bajos). Además, desde la organización destacan entre los sitios marinos del Patrimonio Mundial uno de los organismos vivos más antiguos y grandes del planeta, las praderas marinas de posidonia en la isla de Ibiza. Sin embargo, todos ellos están en mayor o menor medida amenazados por las actividades humanas.
«La protección y la restauración de estos ecosistemas presentan una oportunidad única para mitigar el cambio climático. Al conservar los ecosistemas de «carbono azul», se pueden proteger las grandes reservas de carbono que han acumulado durante milenios. A medida que se restauran, pueden recuperar su función como sumideros de carbono«, ha defendido Duarte en un comunicado.
Grandes desafíos
Según apunta la UNESCO, este conjunto único de ecosistemas marinos se enfrenta a retos muy diversos, que van desde la contaminación, como la basura plástica, hasta el cambio climático. Y es que, a pesar de su papel ecológico fundamental, los ecosistemas de «carbono azul» han recibido mucha menos atención que los ecosistemas más carismáticos, como los arrecifes de coral, con los que suelen estar asociados y están infrarrepresentados en las áreas marinas protegidas, asegura el informe.
Como consecuencia, y teniendo en cuenta su proximidad a la tierra, han sufrido grandes pérdidas. Aproximadamente la mitad de la extensión histórica de los hábitats de sedimentos blandos con vegetación se ha perdido, en parte por la conversión a otros usos, lo que afecta directamente a los manglares y ciénagas e indirectamente a las praderas de pastos marinos a través del deterioro de la calidad del agua.Otras presiones, como la eutrofización (una sobreabundancia de nutrientes debido a actividades humanas), la sobrepesca y el cambio climático, también han provocado importantes pérdidas de praderas de pastos marinos en todo el mundo. Esto acaba por provocar una auténtica espiral negativa: ebido a que almacenan tanto carbono, los ecosistemas de «carbono azul» se convierten en fuentes de emisiones de CO2 cuando se degradan o destruyen.
Sin embargo, al conservar los ecosistemas de «carbono azul», se pueden proteger las grandes reservas de carbono que se han acumulado durante milenios, y a medida que se restauran, también pueden recuperar su función como sumideros de carbono y ayudar a mitigar el calentamiento global. En este sentido, invertir en la conservación y restauración de los sitios marinos del Patrimonio Mundial de la UNESCO ofrece importantes oportunidades para mitigar el cambio climático y cumplir los objetivos del Acuerdo de París, al incluir estos activos en las contribuciones determinadas a nivel nacional y financiar la conservación, al menos en parte, a través de los créditos de carbono resultantes.
