El arte de reintroducir especies en Estados Unidos - EL ÁGORA DIARIO

El arte de reintroducir especies en Estados Unidos

El arte de reintroducir especies en Estados Unidos

El caso de la lluvia de peces sobre los lagos inaccesibles de Utah ejemplifica la imaginación y el tacto que a veces requiere devolver especies a su hábitat natural, una técnica de restauración de la biodiversidad que en Estados Unidos se ha convertido casi en arte


Argemino Barro
Nueva York | 3 septiembre, 2021


A principios de julio, el Departamento de Recursos Naturales de Utah publicó un vídeo sobre la reintroducción de peces en 200 lagos montañosos del estado. Dicho así no suena muy emocionante, pero el vídeo se hizo viral. En él podemos ver a miles de peces de varias especies precipitándose al vacío desde la tripa de un avión, sus cuerpecitos brillantes y nerviosos aleteando frenéticos en un gran chorro de agua, una cascada salvaje que, en los comentarios, inspiró símiles con el cuerpo humano poco agradables.

Otras reacciones digitales se llenaban de compasión hacia los pobres peces, que a esa velocidad y a esa altura, según las sesgadas percepciones de los usuarios, solo podían encontrar una muerte violenta. Un despanzurramiento contra las superficies prístinas y espejeantes de los lagos del estado mormón.

La realidad, sin embargo, es que se trataba de una técnica vieja y segura. “El método aéreo de reintroducción es mucho más rápido y menos estresante para el pez”, dijeron los miembros del departamento en su vídeo original de Youtube. “¡Hemos estado reintroduciendo peces en los lagos de las montañas desde los años 50!”.

Antes, explicaron los expertos, el método consistía en llevar a los peces metidos en latas de leche, acarreadas por caballos, hasta el propio lago, por los tortuosos senderos del bosque y la montaña. Muchos llegaban asfixiados, acalorados, muertos. Y además eran muy pocos. Se trataba de una técnica costosa y poco efectiva. En 1956, los naturalistas probaron a tirarlos desde un avión.

“Es una gran oportunidad para poner al pez en algunos de estos lugares a los que es un poco más difícil acceder”, dijo al canal ABC4 Phil Tuttle, portavoz del departamento. “Es un año cálido, es genial para los pescadores poder llegar a estos sitios de elevada altitud, encontrar algo de privacidad y poder pescar estos peces en estos lagos”.

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Un grupo de peces es lanzado a lago en Utah desde un avión.

Dice Tuttle que el pez llega pronto a su destino, vivo, oxigenado, y que el ratio de supervivencia de la caída es “increíblemente alto”. En torno al 95%. Las especies de pez que se lanzan desde los aviones, el tímalo y un tipo de trucha que los locales llaman splake, mide entre 2,5 y 7,6 centímetros. Son tan ligeros que caen desde las alturas, según Tuttle, como si fueran las hojas de un árbol. El modelo de avión utilizado puede albergar a la vez hasta 35.000 ejemplares de estas criaturas.

El caso de la lluvia de peces sobre los lagos inaccesibles de Utah ejemplifica la imaginación y el tacto que a veces requiere devolver especies a su hábitat natural. Un proceso que ha rescatado del borde de la extinción animales tan variopintos como el hurón pies negros, el macularius del desierto o el lobo gris, que vuelve a rondar por las grandes extensiones del Medio Oeste.

En las últimas décadas, las autoridades americanas han ido reintroduciendo en la naturaleza todo tipo de especies en peligro, muchas veces con éxito. Los más de 400 parques nacionales de Estados Unidos son el destino habitual de muchos de estos animales. Santuarios amplios, seguros y vigilados que posibilitan una segunda vida a mamíferos y aves que un día se dieron por prácticamente extinguidos.

Tal es el caso del elegante alce, un cérvido grande y ágil que solía corretear por las  Montañas Great Smoky, que unen Tennessee y Carolina del Norte, y que fue víctima de la caza y la deforestación desde mediados del siglo XIX. El Gobierno federal inició un programa de reintroducción del alce en 2001. Según el parque nacional de la zona, hoy pastan por allí unos dos centenares de alces, que cada año se reproducen con normalidad y adornan con su espléndido perfil el paisaje de los Apalaches.

El moflón, una cabra de poderosa cornamenta, como esas que suelen simbolizar el signo zodiacal de Aries, es una especie autóctona de Norteamérica y uno de los animales más venerados por los nativos americanos. Los miles de años que el moflón ha pasado rondando por regiones del Medio Oeste, sin embargo, casi tocan a su fin debido a la caza y a las enfermedades que llegaron con las ovejas europeas.

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Un ejemplar de moflón (Ovis canadensis) retratado en las Montañas Rocosas de Colorado.

La reintroducción del moflón en parques nacionales de Oregón y Montana es fruto de la coordinación de varias agencias estatales, federales, rancheros y conservacionistas. Sus helicópteros descienden rápidamente en la zona donde pastan estos tercos animales, cuya cornamenta puede pesar unos 14 kilos, analizan su salud tomando muestras de sus heces, y luego los meten en un camión para transportarlos a zonas donde estarán más protegidos. Como el Valle del Río de John Day o las montañas Little Belt de Montana.

El modus operandi básico suele ser el mismo: los profesionales se cercioran de que hay una “población de seguridad”, es decir, suficientes animales de una especie de los que poder extraer algunos ejemplares para mandar a otros sitios. Por ejemplo: si antes había martas pescadoras por todo el noroeste de Estados Unidos y ahora solo quedan en un valle del estado de Washington, las martas de ese valle serían la “población de seguridad”. Los conservacionistas tomarían ejemplares saludables de esta población y los irían mandando luego a los otros hábitats donde solían vivir.

Si no existe una población suficiente, se recurre a la cría en cautividad de dicha especie, en lugares como zoológicos, acuarios o proyectos conservacionistas. La Ley de Especies en Peligro, aprobada en 1973, establece la cría en cautividad como uno de los métodos a emplear para proteger las especies en rápido declive debido a las actividades humanas. Los gestores de la cría en cautividad se cercioran de que haya una mínima diversidad genética en las parejas; por el contrario, aquellos animales nacidos de la endogamia tienen menos posibilidades de sobrevivir una vez son devueltos al medio salvaje.

También se repueblan los cielos. California casi tiene que despedirse de dos de sus especies de aves más emblemáticas. El águila calva había sido presa del uso de pesticidas DDT y había desaparecido de las Islas del Canal, cerca de la costa. El cóndor californiano también había caído en desgracia. El plomo de la munición presente en los cuerpos de la carroña de la que se alimentan les había pasado factura. Ambas especies se encuentran, hoy en día, de vuelta en sus respectivos hábitats.

La historia, sin embargo, no termina con la reintroducción de la especie. A veces esta se reproduce tan rápido que se acaba generando el problema opuesto. Tal ha sido el caso del lobo gris en el estado de Idaho. Esta especie no menos respetada por los aborígenes americanos, presente también en las mitologías pastoriles de Europa, fue drásticamente reducida, perseguida, cazada y prácticamente extinta en el área de las Montañas Rocosas. En los años 90 se comenzó a reintroducir, y ahora el estado de Idaho ha aprobado medidas para exterminar al lobo gris.

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Un lobo gris aúlla en el Estado de Idaho.

Desde la pasada primavera los cazadores particulares pueden usar métodos antes prohibidos, como disparar desde sus todoterrenos o usar gafas de visión nocturna. Está previsto que esta campaña de erradicación, defendida por rancheros y ganaderos que ven en el lobo una amenaza para sus vacas y sus ovejas, pueda acabar con hasta el 90% de los lobos de Idaho. La población local sostenible de este cánido es de 150 ejemplares. Ahora mismo existen unos 1.500.

Mientras tanto, los conservacionistas quieren ayudar a otro formidable depredador: el tercer felino más grande del mundo, después del león y el tigre. El jaguar. Un animal, también, de inusitada belleza y fuerza, y de características míticas. Varios biólogos han propuesto devolver al jaguar a las regiones salvajes de Arizona y Nuevo México, dado que contarían con agua y presas suficientes para sostener una población de entre 90 y 150 ejemplares.

“Miramos a la reintroducción del jaguar en las montañas de Arizona central y de Nuevo México como algo esencial para la conservación de especies, la restauración del ecosistema y el restablecimiento de la vida salvaje”, dice el informe, publicado en la revista Conservation Science and Practice. Los jaguares no son muy exquisitos a la hora de alimentarse. Pueden comer casi de todo, hasta caimanes.

Las necesidades son grandes. En Estados Unidos hay un centenar de aves y un centenar de mamíferos en peligro de extinción, además de 36 reptiles, 163 peces y 884 plantas. Desde la pantera de Florida al conejo pigmeo, desde el lobo rojo a la tortuga de Kemp, desde la rana leopardo al zarapito esquimal, el proceso de desaparición es como una apisonadora muchas veces inevitable. El 99,9% de las especies que han vivido sobre el Planeta Tierra se han extinguido. Un proceso que los conservacionistas van ralentizando con sus arriesgado y cuidadoso trabajo.



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