Las pruebas con bombas nucleares realizadas durante la Guerra Fría contaminaron el ambiente con isótopos radioactivos que han utilizado ahora los científicos para descubrir de manera precisa la edad de los tiburones ballena. Hasta ahora, descubrir los años de vida de estos seres era difícil porque carecen de estructuras óseas



En los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría, la humanidad fue testigo del nacimiento de un nuevo tipo de armamento capaz de asegurar la casi total destrucción de la vida en la Tierra: las bombas atómicas.
Para incrementar la devastación de estos artefactos, las naciones más poderosas, que en definitiva eran las únicas con acceso a esta tecnología, comenzaron una carrera sin descanso en la que realizaron más de 2.000 pruebas atómicas hasta finales de los años 90.
Fruto de esos experimentos, la atmósfera y demás elementos de nuestro mundo se contaminaron con isótopos radioactivos, concretamente con carbono-14, que duplicó su presencia en la atmósfera durante aquel periodo y poco a poco fue introduciéndose en las cadenas alimentarias.
El problema, o la ventaja en este caso, es que el carbono-14 permanece en el medio durante un largo periodo de tiempo. De hecho, gracias a esa cualidad, muchos arqueólogos e historiadores lo suelen utilizar para fechar huesos y artefactos antiguos de forma sencilla.


Ahora, un grupo de científicos ha aprovechado ese residuo de las pruebas nucleares para medir la edad de los tiburones ballena (Rhincodon typus), algo que hasta ahora era difícil de estimar porque, como todos los tiburones y rayas, carecen de estructuras óseas, llamadas otolitos, que se utilizan para evaluar la edad de otros peces.
La única pista para estimar la edad de los tiburones ballena es a través de sus vértebras, compuestas por unos “anillos”, similares a los del tronco del árbol, que se conoce que aumentan en número a medida que el animal envejece. Sin embargo, algunos estudios sugieren que cada anillo de forma cada año, mientras que otros concluyen que lo hacen cada seis meses.
“Aunque nuestra comprensión de los movimientos, el comportamiento, la conectividad y la distribución de los tiburones ballena han mejorado dramáticamente en los últimos 10 años, los rasgos básicos de la historia de vida como la edad, la longevidad y la mortalidad siguen siendo en gran medida desconocidos para nosotros”, ha explicado Mark Meekan, del Instituto Australiano de Ciencias del Mar en Perth, Australia Occidental, y coautor del estudio.
Para resolver este misterio, el grupo de científicos, dirigidos por Joyce Ong, de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, recurrieron a ese legado de radioactividad de la Guerra Fría.
Los tiburones ballena pueden llegar a medir 12 metros y pesar 40 toneladas
Así pues, se analizaron los niveles de carbono-14 de cada anillo de vertebras de tiburones ballena ya fallecidos y se llegó a la conclusión de que cada anillo suponía un año de crecimiento.
«Esto es muy importante, porque si sobreestimas o subestimas las tasas de crecimiento inevitablemente terminarás con una estrategia de gestión que no funciona, y verás que la población se desploma», ha comentado Mark Meekan.
“Estudios basados en estrategias distintas a la nuestra han sugerido que los tiburones ballena más grandes pueden vivir hasta 100 años, pero con el nuestro hemos descubierto que, en concreto, estos seres han alcanzado una edad de 50 años”, ha señalado.
