Dos búhos han sido las estrellas estos días los medios de Estado Unidos: un cárabo norteamericano, Barry, aparecido en Central Park, y un pequeño mochuelo, Rocky, rescatado del árbol de navidad del Rockefeller Center. Nuestro corresponsal en Nueva York, Argemino Barro, nos lo cuenta



Apareció a principios de octubre en la parte norte de Central Park, y allí continúa. Barry, un tipo de búho característico del este de Estados Unidos, ha probado los placeres de la gran ciudad y parece regocijarse en ellos. A diferencia de otros miembros de su especie, Barry suele estar activo durante el día, vuela por el parque, se baña en el lago y se ejercita cazando ardillas y petirrojos. En otras ocasiones simplemente se rasca contra la corteza de un árbol o se echa la siesta. Barry se ha hecho famoso. Los aficionados a las aves acudieron a captarlo con sus prismáticos y luego fueron también las televisiones y los periódicos.
Aunque Barry, técnicamente un Strix varia o cárabo norteamericano, se pasase el día durmiendo, su mera presencia en Central Park ya sería una novedad. Según el aficionado a los pájaros y autor del libro A Big Manhattan Year: Tales of Competitive Birding, David Barrett, lo normal es ver allí uno o dos búhos al año. Nada más. Ahora Barrett se va cada mañana a la zona de Great Hill para transmitir las últimas noticias del cárabo en su cuenta de Twitter.
The BARRED OWL is resting now on the Central Park Great Hill, a bit farther into the woods than yesterday. pic.twitter.com/xaxc9Qkx3x
— Manhattan Bird Alert (@BirdCentralPark) November 18, 2020
Casi al mismo tiempo que Barry hacía cabriolas ante las cámaras, otra especie de búho, un pequeño mochuelo, el Aegolius acadicus, era descubierto entre las ramas del árbol de navidad más importante de Nueva York, el que se coloca en el Rockefeller Center. Junto a la pista de hielo y las tiendas de lujo de la Quinta Avenida.


El espécimen de unos 12 centímetros de altura, apodado Rocky, viajó durante tres días en el ramaje de un abeto noruego procedente de la localidad de Oneonta, en el norte del estado de Nueva York. Los encargados del árbol, pese a haber revisado el abeto rama por rama antes de envolverlo, se toparon con Rocky al llegar a Manhattan y lo dejaron al cuidado del Ravensbeard Wildlife Center, donde el mochuelo recibió una dieta sólida de fluidos y muchos ratones. Una vez examinado por un veterinario, el ave fue devuelta al aire libre en un bosque de coníferas.
“La liberación de Rocky ha sido un éxito, es un ave pequeña y dura y nosotros estamos contentos por haberla devuelto a la naturaleza”, declaró en un comunicado Ellen Kalish, directora de Ravensbeard Wildlife Center, el pasado miércoles. “Sentirá nuestro amor y nuestro apoyo en su viaje hacia el sur».
Un país salvaje
La aparición de los búhos en Nueva York es un recordatorio del carácter salvaje de Estados Unidos. Un país inmenso y joven que todavía guarda extensiones naturales de ensueño, como si el humano y las ciudades fueran una cosa del futuro. Los norteamericanos son conscientes de ello. Sus parques nacionales son parte de su acervo y un destino común en vacaciones. A veces no hay ni que visitarlos. Son los propios alces quienes se meten en las autopistas del Medio Oeste, o el oso que te entra en casa por la puerta de atrás y se pone a tocar el piano.
Si uno viene de fuera, por ejemplo de la comprimida y domesticada Europa, la naturaleza americana se revela en todo su dramatismo. Algo así le ha sucedido a Alfonso Lozano, fotógrafo profesional residente en Nueva York y uno de los aficionados a las aves que fueron a “cazar” al bueno de Barry en Central Park. “Después de recorrer los parques nacionales de este país me ha entrado una fiebre enfermiza por captar su increíble variedad animal y paisajística”, dice el fotógrafo español. “Sigo de cerca los grupos de birdwatching en Central Park y el búho era una gran novedad. De hecho, nunca había visto uno salvaje”.


Lozano aprovechó un día libre para ir al parque a primera hora de la mañana, a siete grados bajo cero. “En Twitter hay gente que te dice la zona aproximada del animal, pero es que Central Park es enorme y tiene mucha vegetación. Además los animales suelen cambiar de zona, sobre todo cuando, en este caso, hay aves depredadores rondando”, explica. “Desistiendo y pensando en un café caliente, apareció una chica joven con su perro y al verme con la cámara me dijo que el día anterior lo vio en uno de esos árboles. Me metí hacia dentro y allí estaba, posando en una rama bastante cerca del suelo. Menuda suerte, a la primera”.
Dice el fotógrafo que Barry no se asustó. Seguía a Lozano con la mirada, girando su cuello capaz de hacerlo 270 grados. “Yo creo que se estaba intentado dormir y le incordié la siesta”. Cuando se fue, después de sacar algunas fotos, varios grupos de escolares pidieron a Lozano indicaciones para ver a la estrella del otoño en Central Park.


Parece que el gusto por la ornitología ha crecido en este año de pandemia. El pasado 9 de mayo, según el Cornell Lab of Ornithology, se batió el récord de aves detectadas en un solo día. Unos 50.000 observadores de todo el mundo registraron 2.1 millones de ejemplares pertenecientes a casi 6.500 especies, un 30% más que el récord anterior. Distintas tiendas de pájaros han informado de una gran subida en las ventas todo tipo de productos estos últimos meses.


Además de los búhos, otros animales exóticos visitan de vez en cuando la Gran Manzana. En el sucio canal de Gowanus, en Brooklyn, han aparecido, para sus respectivas desgracias, un delfín y una pequeña ballena Minke. Los coyotes salvajes y los zorros son turistas habituales, los halcones anidan en los rascacielos y las águilas calvas, el símbolo nacional, vienen de vez en cuando a admirar el panorama.
Las sorpresas del reino natural, si se buscan bien, nunca se acaban. Los aficionados como Lozano suelen tener una pequeña lista pendiente. “Han visto otro cerca de Riverside Park”, dice el fotógrafo en referencia a un segundo búho. “Se cree que son pareja porque se les ha visto juntos. De hecho, los búhos de Norteamérica tienen la época de apareamiento justo antes del invierno. Y el último búho, pero de diferente tipo, se localizó hace una semana al sur de Central Park. Es algo totalmente inusual”.