El cambio climático ha motivado la aparición de tundra en el ártico, un territorio que el castor americano ha aprovechado para asentarse. El problema es que la construcción de represas por parte de estos animales precipita la descongelación del permafrost en esas zonas, iniciándose así un círculo vicioso



Los paisajes árticos se encuentran en un momento de transición debido a los efectos del cambio climático, que están transformando sus gélidas llanuras en lugares donde la tundra cada vez está más presente. Este suceso, unido a otros factores antropogénicos, han provocado que el ártico se haya convertido en el hogar perfecto para una especie muy poco común de esos lugares: el castor americano (Castor canadensis).
“Recientes observaciones indican que los castores americanos han comenzado un éxodo hacia el norte de América, concretamente hacia Alaska, durante los últimos 20 años. Esto se conoce porque se han empezado a avistar sus presas con mucha mayor frecuencia”, admiten unos científicos que estudian este caso.Hasta ahora, los científicos no habían prestado atención a este repentino crecimiento de castor americano Alaska. Sin embargo, teniendo en cuenta el nuevo contexto climático en el que estamos, un grupo de investigadores había decidido ahondar en el asunto.
El motivo que los impulsó a realizar un estudio exhaustivo fue la creciente pérdida de permafrost, una capa helada que invade las latitudes terrestres más altas y que se presenta como un almacén de metano, un poderoso gas de efecto invernadero.
A medida que el permafrost se derrite, quedan expuestos más terrenos que se llenan de una vegetación óptima para el crecimiento de los castores. Estos animales se asientan después en las nuevas tierras, que colonizan mediante la construcción de pequeños embalses. Según detallan los científicos, esos embalses pueden llegar a ser un peligro para el permafrost, ya que el agua, al tener una temperatura menor que el permafrost, impulsa la descongelación de este.
“Por tanto, la colonización de los castores podría acelerar la descongelación de los suelos de permafrost e intensificar el cambio climático. Es necesario investigar sobre los posibles impactos de estos animales en el medio”, aclaran los científicos.
Crecimiento de los castores
A través del análisis de imágenes satelitales, el equipo de investigadores pudo informar que los castores se habían asentado en una sección de 18,000 kilómetros cuadrados del noroeste de Alaska, donde habían creado 56 nuevos lagos en solo cinco años.


“De las dos represas encontradas en 2002, se había pasado a las 98 que encontramos durante el 2019. Se trata de un aumento del más de 5.000% que requiere que se construyan una media de cinco presas por año”, explican los científicos.
Según los investigadores, este aumento en el número de embalses ya ha comenzado también a afectar al equilibrio del agua en la región. En principio, los roedores intencionalmente hacen su trabajo en aquellas partes del paisaje que pueden inundar más fácilmente. Para hacerlo, a veces bloquean pequeños arroyos y, a veces, las salidas de los lagos existentes, que se expanden como resultado.
El problema es que, tal y como detallan, parece ser que los roedores han aprendido que los mejores terrenos para establecer sus colonias son aquellas donde se encuentran los lagos más antiguos que se acaban de descongelar o se encuentran en ese proceso.
Al colonizar esos lagos mediante presas, el agua inunda las capas de permafrost que aún permanecen intactas, acelerando su descongelación y aumentando la profundidad de la cuenca: “En el transcurso de los 17 años estudiados, el área total de agua en la región de Kotzebue (Alaska) creció un 8,3%, y aproximadamente dos tercios de ese crecimiento se debieron a los castores”, detallan.
Este estudio se ha centrado solo en una minúscula porción de Alaska, pero los investigadores sospechan que sus resultados se pueden extrapolar a otras regiones del Ártico, como Canadá o Siberia, donde creen que el crecimiento de castores es aún más severo.
La buena noticia es que creen que el permafrost perdido por la acción de los castores podría recuperarse teóricamente si se destruyen sus represas y se restablece el equilibrio del agua en esos ecosistemas. No obstante, advierten que es posible que las condiciones ambientales no sean las más optimas y, por lo tanto, que el suelo perdido nunca se pueda volver a recuperar.
En todo caso, los investigadores animan a tener en cuenta a estos animales dentro del ciclo de pérdida de permafrost: «Cualquiera que quiera predecir el futuro del permafrost debe asegurarse de tener en cuenta al castor«.
