EEUU asiste estos días a un curioso fenómeno natural que ha llamado la atención. El terreno se llena de millones de ejemplares de cigarra periódica, un insecto que tiene un ciclo vital peculiar: pasa 17 años enterrado alimentándose de las raíces de los árboles. Pasado ese largo tiempo, salen todos a la vez



Son del tamaño de un caramelo o de una hoja de afeitar. Sus ojos son rojos y su espalda es negra. Las alas, transparentes, lucen ramificaciones naranjas, y el abdomen puede ser de distintos colores, incluso de varios a la vez. Estamos en 2021 y la especie humana no es la única que está deseando dejar atrás el confinamiento. Después de pasar 17 años bajo tierra, miles de millones de “cigarras periódicas” (Magicicada septendecim) de EEUU saldrán esta primavera para aparearse y saludar a una nueva generación.
Este tipo de cigarras llevan una existencia oblomovista, como dirían los rusos. La mayor parte de su vida, algo así como el 98%, la pasan enterradas, comiéndose el tejido vegetal de las raíces de los árboles caducifolios. Engordan y duermen y ven transcurrir el tiempo durante casi dos décadas. Una vez en la superficie, cantan y se aparean en una bacanal que dura entre cuatro y seis semanas.
En realidad no sabemos mucho más. Como dice Doug Pfeiffer, profesor de entomología de la universidad Virginia Tech, al portal Newsday: “A estos insectos les lleva tanto tiempo desarrollarse que resulta difícil estudiarlos”.
El hecho de que aguanten 17 años bajo tierra puede ser un mecanismo de defensa. Que los periodos sea tan largos y además en números primos confundiría a los posibles depredadores, incapaces de sincronizarse con ellas o de calcular cuándo será el festín. En caso de que el enemigo aprenda la lección y aceche el momento, las cigarras pueden alargar o acortar su encierro. En las regiones meridionales de Estados Unidos, por ejemplo, pasan enterradas 13 años, también un número primo.


Otra forma de sobrevivir, sencillamente, es la fuerza numérica. Las cigarras se presentarán todas a la vez este mes de abril: aunque pasara por allí un batallón de ratones, serpientes y lagartos, reforzados por una bandada de pájaros hambrientos y varios pelotones de mapaches, la cantidad de cigarras es tan apabullante que estas alcanzarían su propósito de reproducirse.
Y no porque lo hagan en silencio, para no llamar la atención, refugiadas en las hojas de los árboles. El canto de las cigarras es ensordecedor, como si fuera un ventilador gigantesco, una especie de reactor de avión jumbo. Un agresivo zumbido que, según los estudiosos, suena como si los insectos pronunciasen la palabra “faraón”.
Los machos se emplean con todo lo que tienen, para eso han estado década y media reuniendo fuerzas. Forman coros multitudinarios y hacen vibrar la membrana de su abdomen para atraer a las hembras. “Es como ir a una discoteca el sábado por la noche”, dijo Doug Pfeiffer.
Esta remesa de cigarras se llamará “Nidada X” y asomará en 15 estados de la franja oriental de Estados Unidos: desde Illinois, en el norte, hasta la sureña Georgia. Las cigarras estadounidenses solo son un minoría entre las 3.000 o 4.000 especies registradas en todo el mundo, pero parecen ser las únicas que aguardan tanto tiempo escondidas. Una peculiaridad que les ha granjeado el nombre científico como género de Magicicada, una mezcla en inglés de las palabras “magia” y “cigarra”. Cigarra mágica. Otras especies solo tardan un año en desarrollarse y salir al mundo.
Los entomólogos, además de estar muy entusiasmados con la rara ocasión de observar a estos insectos, reciben llamadas de amigos y conocidos preocupados porque las cigarras no los van a dejar dormir o porque se les posarán en el pelo y en la ropa, caídas de las hojas de los árboles, que son, en realidad, quienes más van a sufrir. Las cigarras hembra colocarán entre 300 y 500 huevos cada una en manzanos y melocotoneros; si el árbol es joven y flaco, el peso de los huéspedes puede acabar dañándolos o limitando su crecimiento.
«Las cigarras, a diferencia de las langostas, no son un tipo de saltamontes y no se comen los cultivos»
Por eso, los propietarios de huertas esparcen veneno por la tierra para limitar, en lo posible, el número de crías, sin afectar a los árboles ni a los depredadores, como las arañas, que viven en ellos.
Aparte de castigar a algunos de los árboles en los que se aparean, las cigarras periódicas son inofensivas. No muerden, no pican, no se comen las hojas de las plantas, ni arrasan los cultivos. Ni siquiera vuelan en temibles enjambres. Aún así, los primeros europeos que las observaron, los colonos blancos de Norteamérica, creyeron que eran como esas langostas que se aparecen en la Biblia para provocar devastadoras hambrunas. Una plaga. En el siglo XIX, los entomólogos Benjamin Walsh, C.V. Riley y Charles Marlatt descubrieron que las cigarras, a diferencia de las langostas, no eran un tipo de saltamontes y no causaban catástrofes alimentarias.
Éste es el proceso: los machos cantan, las hembras vienen, se aparean y luego depositan los huevos en las copas de los árboles, en las pequeñas aperturas de sus ramas. Las cigarritas que nacen, llamadas “ninfas”, se caen al suelo, donde se van enterrando poco a poco hasta llegar a las raíces. Unos 13 o 17 años después, en un atardecer del mes de abril, emergen para irse de fiesta, dejando en la tierra un agujero del tamaño de un cuarto de dólar. Entonces suben hasta las ramas, se deshacen de su exoesqueleto, y disfrutan de su corta vida de adulto.
Una vez cumplido el deber de engendrar a la siguiente generación, las cigarras se mueren y sus retoños inician un nuevo ciclo.
La rueda de la vida de las cigarras periódicas, como de otras especies, está ligada a la evolución del clima. Los científicos estiman que la duración de los actuales periodos se fijó en torno a la época en que los glaciares se retiraron de los actuales Estados Unidos, hace entre 10.000 y 20.000 años. Las nidadas de las cigarras periódicas también varían en su aspecto y en el tipo de árbol sobre el que actúan. En la actualidad, solo en el grupo de los 17 años, hay unas 12 nidadas distintas.
El mayor enemigo de las cigarras es la deforestación. Sin árboles no hay ciclo, y el impacto humano sobre el medioambiente ha hecho que se extinguiesen algunas especies en Florida, Georgia o Connecticut. Es posible que el calentamiento global provea de más alimento a las cigarras, y haya cada vez más que solo necesiten 13 años para crecer bajo tierra.
En 2016 tuve la oportunidad de escuchar a las cigarras periódicas de las regiones meridionales. Fue en Birmingham, Alabama, y su canto reverberaba en la atmósfera tropical de esta vieja ciudad minera y metalúrgica. Era como si los árboles hablasen en largos mugidos, comunicándose unos con otros, cubriendo a veces las conversaciones de los humanos y recordándonos que las cigarras mágicas estaban allí antes.
