Un estudio encabezado por la Universidad de Columbia Británica explica cómo pueden los ánsares indios volar a más de 5.000 metros de altura en un entorno extremo como la cordillera del Himalaya. Regulan su metabolismo para vencer la falta de oxígeno



Entre los lugares más extremos que existen en el planeta destaca el Everest, la montaña más elevada de la Tierra con 8.848 metros. Aquellos que se aventuran a llegar a su cima, o simplemente traspasar las cumbres más altas de la cordillera del Himalaya en la que se sitúa, se enfrentan a temperaturas gélidas y un aire con hasta un 50% menos oxígeno que el que se puede encontrar a nivel del mar. Este ambiente provoca que los únicos seres vivos que se puedan ver, a simple vista, en este enclave sean los humanos y unos visitantes para nada esperados: los gansos.
Estas aves, durante sus migraciones semestrales, se ven obligadas a atravesar vastos territorios entre Mongolia, China e India. En ese camino se encuentra la cordillera del Himalaya, que cruzan volando a una altura media de 5.000 metros, aunque se los ha rastreado a altitudes de 7.270 metros e, incluso, por la cima del Everest.
Diversos estudios han analizado a fondo a los gansos y han descubierto secretos de la fisiología de algunos de ellos, como el ánsar indio (Anser indicus), uno de los más adaptados a estas condiciones. Esta especie posee pulmones más grandes y glóbulos rojos con una hemoglobina que capta el oxígeno con mayor eficacia. Sin embargo, a pesar de lo extraordinario de estas características, no son suficientes para explicar cómo son capaces de realizar vuelos a gran altura.


Ante esta incógnita, la astronauta de la NASA y profesora Jessica Meir y su equipo de investigadores decidieron indagar aún más al respecto y, tras meses de observaciones, llegaron a la conclusión de que los gansos, al igual que otros animales como los delfines, son capaces de reducir su metabolismo hasta límites extremos, tal y como expone en su último artículo en la revista eLife.
«Aletear las alas en vuelo es metabólicamente costoso y requiere una enorme cantidad de oxígeno, y hacer eso donde el aire tiene menos oxígeno es notable», dijo Meir. “Descubrimos que los gansos mantenían el vuelo en niveles extremadamente bajos de oxígeno al reducir su metabolismo en comparación con cuando volaban en niveles normales de oxígeno», añadió la experta.
Adiestrar y entrenar a los gansos
La recopilación de datos que permitió a la autora y sus compañeros alcanzar esa conclusión requirió mucho ingenio y paciencia, ya que se necesitó trabajar con aves que fuesen totalmente dóciles. De este modo, tanto Jessica Meir como Julia York, coautora y miembro de la Universidad de Columbia Británica, entidad que respaldó el estudio, se vieron obligadas a criar desde cero a los gansos de su experimento.
Gracias a ese método, varios de los gansos fueron capaces de tolerar el ambiente y el equipo instrumental, compuesto por una máscara de respirometría y una pequeña mochila, con el que los científicos trabajaron en los túneles de viento donde se llevaron a cabo los experimentos.


Los investigadores encontraron que seis de las siete aves que podían volar en los túneles estaban dispuestas a hacerlo en niveles moderadamente bajos de oxígeno, similares al nivel de una altura de unos 5.500 metros. Tres de las aves también volaron en condiciones severamente bajas en oxígeno comparables a aproximadamente 9.000 metros, la altitud máxima a la que se ha informado anecdóticamente que los gansos con cabeza de barra vuelan en el Himalaya.
“Descubrimos que, durante el vuelo, la tasa metabólica de estas aves aumentó 16 veces desde el reposo, junto con un aumento en la cantidad de oxígeno transportado por latido y un aumento menor en la frecuencia cardíaca», explicó Bill Milsom, coautor del estudio.
A pesar de la exactitud de los experimentos, Jessica Meir explicó que aún queda mucho trabajo por hacer y que el siguiente paso es estudiar cómo los gansos reaccionan ante los vuelos más largos o qué más características fisiológicas influyen en esas migraciones.
Por su parte, Jessica Meir declaró que “los hallazgos también son relevantes para todos los campos fisiológicos y biomédicos que involucran animales y humanos en entornos con poco oxígeno, desde afecciones médicas como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares hasta procedimientos como los trasplantes de órganos”.
