Cada 5 de junio, desde 1974, celebramos el Día Mundial del Medio ambiente, una jornada que coincide este año con la pandemia del coronavirus. Para muchos, esta crisis representa uno de los muchos mensajes de la naturaleza que nos advierten sobre su inminente destrucción. Por ello, gobiernos y entidades hacen hoy un llamamiento para que la nueva normalidad esté encaminada hacia un futuro verde



Los años 70 del pasado siglo fueron claves dentro del movimiento ecologista moderno. Gracias a las reclamaciones lanzadas en 1970 durante el primer Día de la Tierra, las élites del momento actuaron en favor de la salud de nuestro planeta y se reunieron para celebrar en Estocolmo en 1972 la primera gran conferencia sobre el medio ambiente de nuestra historia.
A finales de ese mismo año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una resolución con la que se designó al 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha que coincide justo con la apertura de esa conferencia de Estocolmo.
«A pesar de todos los beneficios que nos brinda nuestra naturaleza, todavía la maltratamos», dice la ONU
De este modo, y con el arranque de su primera celebración en 1974, el Día Mundial del Medio Ambiente ha ayudado al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) a seguir construyendo esa conciencia social que, si bien ha experimentado un importante ascenso, no ha sido suficiente para frenar la deriva de destrucción planetaria provocada por la acción del ser humano.
El científico del CSIC, Fernando Valladares, lo expresaba a la perfección recientemente en un mensaje: “Los científicos hemos buscado símiles amenos o datos impactantes para penetrar en la mente de las personas y hacerles comprender la gravedad de la situación. Nada de eso ha servido para evitar que año tras año proliferen nuevos estudios advirtiendo de la llegada de los puntos de inflexión”.


En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas lleva advirtiendo desde hace años del inminente colapso que va a sufrir la naturaleza, algo que también señaló en el Día Mundial de la Biodiversidad cuando informó que cerca de un millón de especies están al borde de la extinción.
Este año, además, el Día Mundial del Medio Ambiente coincide con una más de las advertencias de la naturaleza, manifestada inequívocamente en el coronavirus. Científicos como Valladares y otros explican que una de las consecuencias de la destrucción de la naturaleza consiste en la pérdida de los servicios ecosistémicos que nos ofrece, como la protección de los patógenos.
“La biodiversidad es la base que sustenta toda la vida en nuestro planeta. Gracias a ella obtenemos los recursos necesarios para conseguir una vida plena, como medicamentos, aire o agua limpia. Cambiar o eliminar un elemento en esta intrincada red afecta todo el sistema de vida y puede producir consecuencias negativas”, destaca la ONU.
A raíz de la pandemia, la ONU establece que el lema de este año verse sobre “La hora de la naturaleza”, un eslogan con el que se pide a la sociedad en su conjunto que escuchen ese mensaje que nos quiere transmitir la naturaleza.
Este mensaje es el mismo que Teresa Ribera, vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, ha resaltado recientemente en su intervención en la Comisión para la Reconstrucción en la que ha pedido que la recuperación de la crisis provocada por el coronavirus sea «verde» y que «no hipoteque el futuro de los jóvenes».
«Debemos lograr una reconducción de nuestro modelo de desarrollo y de bienestar, pensando en las apuestas que debemos hacer a medio y largo plazo y aprovechando las tecnologías de las que ya disponemos», ha insistido Teresa Ribera.
La apuesta por lo verde
España va a ser una de las regiones en las que más va a impactar la crisis climática. De hecho, durante los meses pasados hemos podido experimentar de primera mano algunas de sus consecuencias, ya sea en forma de DANAS, inundaciones y récords de temperaturas máximas.
Ante este futuro poco prometedor, el Gobierno de España no se ha amilanado con la crisis del coronavirus, sino todo lo contrario, y ha presentado en las últimas semanas dos proyectos de ley que prometen encaminar a España por la senda de la sostenibilidad.
El primero de ellos es el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, formada por un conjunto de 36 artículos distribuidos en nueve títulos, que tiene como objetivo situar a España en sintonía con los compromisos de la Comisión Europea en relación con el Acuerdo de París y cumplir con el Pacto Verde Europeo.
Para ello, esta ley pretende legislar diversos aspectos, como la movilidad, para encaminarla hacia una menos contaminante, o la transición energética. Además, incluye otro tipo de normativas para detener prácticas como el fracking, y otras para impulsar, por ejemplo, la educación ambiental en nuestro país.
El otro gran proyecto que se ha dejado ver estos días es el de la Ley de Residuos y Suelos contaminados, una normativa que forma parte del plan para “impulsar una economía circular y baja en carbono y cumplir con los nuevos objetivos del Paquete de Economía Circular de la Unión Europea”.
Entre otras cosas, esta ley tratará de reducir en nuestro país los plásticos de un solo un uso, unos materiales que están causando un gran perjuicio al medio ambiente, así como incorporar la gratuidad de agua del grifo en jarras en las cafeterías, bares y restaurantes que, además, deberán cobrar un precio por cada vaso y tapa del café para llevar a partir del 1 de enero de 2023.
Un extraño año de la biodiversidad
Ante la inminente llegada de los puntos de inflexión, el 2020 se situó como el último año para comenzar la necesaria recuperación de nuestro mundo, un “super año”, tal y como lo calificó Inger Andersen, directora del PNUMA.
Sin embargo, el coronavirus trastocó todos nuestros planes y nos obligó a posponer o cancelar muchas de las citas en las que nos jugaríamos el futuro de planeta, como la COP26 de Glasgow, que queda aplazada para noviembre del año que viene.Otra gran cumbre, la Conferencia de la ONU sobre Biodiversidad cuya celebración estaba prevista entre el 15 y el 28 de octubre en Kunming (China), también ha sido pospuesta a la luz del supuesto origen de la pandemia en ese país asiático. Se trata de un duro golpe para las negociaciones climáticas ya que en esta conferencia se revisarían las metas de Aichi y se establecerían unas nuevas que marcarían la agenda para el próximo decenio.
Lejos de entrar en el desánimo, los líderes han hecho un llamamiento para elevar la ambición climática y aprovechar la situación para “construir una sociedad distinta, un modelo económico diferente, un esquema en el que el respeto a los límites ambientales resulte fundamental”, tal y como ha destacado Teresa Ribera.
El 2020 no es un paso atrás, sino una increíble oportunidad que se nos ha ofrecido para evitar los errores del pasado y dar un paso al frente. La crisis económica gestada a raíz del coronavirus no puede significar un retorno la vieja normalidad, sino un impulso para situar de forma definitiva a la Tierra y a las personas en el centro de toda política. Porque sin uno y ni otro no podremos desarrollarnos como civilización.
A pesar de los esfuerzos, los humanos continuamos degradando el entorno que nos rodea. Por ello, entidades y ONGs han lanzado distintos escritos advirtiendo de la necesidad de un cambio de paradigma en nuestro modelo de producción. WWF es una de ellas, que, a través de un reciente informe, ha detallado algunas de las medidas que debemos tomar para revertir la pérdida de biodiversidad:
- Apuesta por la Red Natura 2000 a través de objetivos de conservación en sintonía con los Planes Hidrológicos de Cuenca y la definición de una “estructura de gobernanza participativa.
- Crear un Plan Nacional de Restauración Ecológica con la aplicación de la Estrategia Estatal de infraestructura verde y restauración ecológica, con un inventario de las zonas prioritarias a rehabilitar y el objetivo de recomponer un 15 % de la superficie afectada en España para 2030.
- Impulsar la recuperación de las especies a través de nuevas clasificaciones que ayuden a visibilizar el estado de aquellas más vulnerables.
- Actualizar la Estrategia Nacional de Humedales y dotar de recursos a la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos con soluciones basadas en la naturaleza, para la gestión del agua.
- Identificar los puntos negros en las carreteras españolas para la fauna e impulsar un plan de permeabilización de infraestructuras.
- Establecer criterios estrictos para la ubicación tanto en el medio terrestre como en el marino de las energías renovables, con un mapa vinculante de exclusión que «garantice que no impacten en la naturaleza y en la funcionalidad de los ecosistemas».
- Reconocer la huella española sobre la deforestación de los bosques de otros países debido al comercio de soja, aceite de palma y carne, para trabajar con el sector empresarial y diseñar un marco político apropiado que gestione y reduzca estos impactos en la UE y fuera de ella.