Un informe provisional de WWF afirma la posibilidad de que los incendios hayan afectado a más de tres millones de animales, una cifra tres veces superior a las estimadas en un principio. En algunas áreas como el sur, los animales amenazados pueden haberse incrementado en un 14%



El 2020 comenzó de la peor manera para Australia. Antes de la pandemia del coronavirus, el país se encontraba asediado por cientos de focos de incendios que quemaban y arrasaban con todo el terreno que encontraban a su paso, destruyendo en el proceso un recurso natural único en el mundo, en el que se incluyen animales icónicos como los koalas y arboles prehistóricos.
Al final de la temporada en mayo, los primeros informes apuntaron a que los aproximadamente 15.000 incendios que registró el país arrasaron más de 250.000 kilómetros cuadrados de terrero arbolado, equivalente a la mitad del territorio español. Pero no solo eso, también informaron de que los incendios afectaron a 1.250 millones de animales, entre mamíferos, aves y reptiles.
Con el trascurso de los meses, los expertos han podido analizar más a fondo el impacto de los incendios en la vida terrestre y ahora, a través de un informe provisional encargado por la ONG Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), se ha revelado que las cifras son mucho más pesimistas.En concreto, ese documento apunta a que en los incendios afectaron al triple de animales vertebrados que las estimaciones originales, es decir, a tres millones de mamíferos, aves, ranas y reptiles, siendo estos últimos los más perjudicados (2,46 mil millones).
“Las estimaciones de los impactos en reptiles son sustancialmente más altas que para los otros taxones considerados. La razón de esto se puede explicar debido a que las densidades de impacto de los reptiles pueden ser mucho más altas de lo que es típico para otros taxones”, aclaran en el documento.
“Algunos pequeños lagartos pueden alcanzar densidades de hasta más de 1.500 individuos por hectárea”, añaden en la investigación.
En todo momento aclaran que se tratan de estimaciones y que muchos animales, como las tortugas, dada su complejidad para ser tomadas en cuenta en este contexto, no se incluyeron en el análisis. Es por esto por lo que advierten que las cifras reales pueden llegar a ser incluso peores.
“Estimamos el número de animales que estuvieron dentro de las áreas arrasadas por las llamas, pero es posible que existan animales que fueron impactados indirectamente y que después fallecieron u otros que escaparon y que ahora están expuestos a un mayor riesgo de muerte a causa del estrés o las heridas”, explican en el informe.
Es difícil pensar en otro evento en cualquier parte del mundo que haya matado o desplazado a tantos animales. Es por esto por lo que muchos denominan a esta temporada como la peor que haya vivido Australia y como unos de los mayores desastres de la historia moderna”, afirman.
Extinción acelerada
Los impactos no fueron homogéneos en todo el territorio australiano. Así pues, se observa que la parte oriental y sur del país fueron las más afectadas, con más de 12 millones de hectáreas arrasadas.
Sobre todo, en las zonas del sur, un reciente estudio publicado en la revista Nature Ecology and Evolution mostró que cerca de 21 especies catalogados como “amenazados de extinción» en virtud de la legislación primaria de Australia, la Ley de Protección del Medio Ambiente y Conservación de la Biodiversidad (EPBC), perdieron el 30% de su hábitat natural.
Asimismo, 49 especies que no figuraban como “amenazadas” sufrieron una importante reducción de su hábitat. Por ello, el estudio afirma que, si estos animales cumplen con los criterios de inclusión para ser consideradas como “amenazadas”, el número de animales terrestres y de agua dulce australianos amenazados aumentaría en un 14%.
Se trata de una cifra considerable teniendo en cuenta el terreno analizado con respecto al total arrasado, y más si se extrapolan esos datos a las cifras totales de hectáreas quemadas. Por este motivo, los científicos claman ahora estrategias más estrictas para proteger a estas especies.
“Debemos reevaluar con urgencia el riesgo de extinción de las especies afectadas por el fuego y ayudar a la recuperación de las poblaciones en las áreas quemadas y no quemadas. Esto significa proteger estrictamente hábitats importantes”, explican en el estudio.
