Los megaincendios, que son cada vez más frecuentes por el abandono del campo y el cambio climático, alcanzan intensidades térmicas equivalentes a varias bombas atómicas y pueden llegar a quemar 10.000 hectáreas por hora



Los megaincendios forestales se producen cada vez con más frecuencia e intensidad debido a los efectos derivados del cambio climático y empiezan a amenazar zonas como el centro y norte de Europa, poco acostumbradas a incendios de grandes dimensiones. También llamados fuegos de sexta generación, los megaincendios tienen un enorme impacto medioambiental a escala planetaria, no solo por los significativos niveles de CO2 que inyectan a la atmósfera, sino también por las partículas contaminantes que generan y viajan a miles de kilómetros de distancia.
Fundación Aquae, la fundación del agua, nos facilita las claves para entender este peligroso fenómeno en el último podcast de su programa ‘Todo es Agua’, en el que participan los expertos Ramón Vallejo, director científico del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo y catedrático de Fisiología Vegetal en la Universidad de Barcelona, y Jordi Vendrell, experto en meteorología de incendios y responsable de proyectos internacionales de la Fundación Pau Costa.
Estos superincendios, de comportamientos extremos y muy difíciles de predecir, liberan tal cantidad de energía que modifican la meteorología de su entorno, llegando a provocar tormentas de fuego. «Alcanzan intensidades térmicas equivalentes a varias bombas atómicas y generan corrientes de aire caliente, incluso nubes (pirocúmulos), que a veces pueden llegar a producir lluvia y rayos. Además, transportan y arrastran partículas incandescentes (pavesas), que pueden generar focos secundarios a kilómetros de donde está el foco principal, así como partículas contaminantes, que también pueden viajar distancias muy largas. Por ejemplo, en el megaincendio de Australia estas partículas contaminantes viajaron más de 10.000 kilómetros ya que se detectaron en América del Sur«, explica Vallejo.


A finales del año pasado y principios de este, Australia sufrió durante cuatro meses un incendio extremadamente virulento que acabó con la vida de 34 personas y 1.500 millones de animales; arrasó 12 millones de hectáreas; y obligó a 18.000 australianos a abandonar sus casas. El fuego quemó 10.000 hectáreas por hora, una velocidad de propagación altísima que ya se apreció en los megaincendios de Bolivia y Siberia, en 2019; en los de Argentina, Sudáfrica y California, en 2018; y en los de Chile y Portugal, en 2017.
En lo que va de año (hasta el 2 de agosto) en España se han registrado 3.046 conatos (se extinguieron antes de que alcanzaran una hectárea de superficie afectada), 1.751 incendios (la superficie quemada fue igual o superior a una hectárea) y cinco Grandes Incendios Forestales (GIF), es decir, cada uno superó las 500 hectáreas quemadas. Todos estos siniestros han quemado cerca de 25.000 hectáreas en nuestro país, según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Megaincendios y cambio climático
Cambio climático y megaincendios están estrechamente vinculados: a más incendios, más cambio climático (los incendios de Australia liberaron a la atmósfera entre 400 y 700 millones de toneladas de dióxido de carbono) y a más cambio climático, más riesgo de incendios (Australia había registrado entre 2013 y 2019 sus seis años más calientes y una sequía que se prolongó durante 20 meses).
Los megaincendios tienen un enorme impacto medioambiental a escala planetaria, no solo por los significativos niveles de CO2 que inyectan a la atmósfera, sino también por las partículas contaminantes que generan y viajan a miles de kilómetros de distancia. Un dato a destacar: las emisiones debidas a los incendios que se produjeron en el mundo durante 2019 ascendieron a 7.800 millones de toneladas de CO2, según el informe ‘Incendios forestales 2020: El planeta en llamas’ de WWF.


«Tras los megaincendios del oeste de Estados Unidos y Australia quedó patente que el cambio climático favorece las condiciones para que se produzcan esta clase de incendios, pero demostrar científicamente esta relación entre el calentamiento global y los incendios forestales extremos no es fácil porque intervienen muchos factores. No solo las condiciones meteorológicas, sino también cómo se utiliza el paisaje, en qué estado se encuentra la vegetación o cómo son las igniciones, las actividades humanas que muchas veces los provocan», indica el director científico del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo.
La capacidad de predicción de los científicos para saber cómo se comportará el fuego y conocer su meteorología todavía es limitada. «Utilizamos modelos de propagación del fuego, que nos permiten trabajar en tiempo real, para entender cómo se va a comportar y hacia dónde irá, lo que permite decidir dónde concentrar los medios de extinción. Lo más difícil de predecir son las condiciones meteorológicas que genera el propio fuego ya que a la meteorología de un territorio en un determinado momento se suman los cambios en la circulación del aire que produce el fuego cuando este es de grandes dimensiones», señala Ramón Vallejo.
Paisajes forestales resilientes
El cambio climático ya no solo afecta al área mediterránea, sino también al centro y norte de Europa, lo que está generando que países no acostumbrados a incendios extremos empiecen a ver cómo les afecta. Grandes masas forestales, como los Pirineos, los Alpes, las Ardenas o la Selva Negra, se han convertido en zonas de riesgo.
«Debemos pasar de una visión centrada en la extinción a una visión centrada en la preparación y la prevención y esto pasa por educar a la sociedad para que aprenda a convivir con estos incendios. Tenemos que conocer el riesgo de incendios de las zonas en las que vivimos y también pautas para saber cómo actuar en caso de emergencia. El fuego es un elemento natural que forma parte de nuestros ecosistemas, por lo que hay que buscar soluciones que nos permitan convivir con él.


Por eso, «hay que aprovechar las lecciones aprendidas de los que ya han sufrido estos megaincendios, como los compañeros de Portugal, Australia o California», destaca Jordi Vendrell. El abandono rural y una gestión forestal poco adecuada pueden crear escenarios idóneos para estos incendios de grandes dimensiones. «Para plantarles cara debemos invertir en los paisajes forestales para hacerlos más resilientes y resistentes al fuego, potenciar la economía rural y fomentar la economía circular», concluye el experto en meteorología de incendios.
La Fundación Pau Costa, que ya ha formado a más de 1.500 profesionales a nivel internacional, lleva a cabo proyectos innovadores de prevención como los ‘rebaños de fuego’, que ayudan a la gestión del riesgo de incendios forestales a través del pastoreo extensivo, a la vez que crea estructuras económicas en el medio rural.
