Los incendios funden Siberia en una temporada infernal

Los incendios funden Siberia en una temporada infernal

En apenas dos meses, los incendios en Siberia han logrado calcinar más de seis millones de hectáreas de terreno y emitir hasta 244 megatoneladas de dióxido de carbono de la atmósfera. Los científicos apuntan al cambio climático y a los incendios zombies de causar una peor temporada que la del año pasado


Científicos y ONGs lanzaron en mayo un terrible mensaje: “las condiciones climáticas han transformado el Ártico, y en concreto Siberia, en la región perfecta para que proliferen los incendios y se espera que este año, como mínimo, arda el mismo territorio que en el 2019”.

Dicho y hecho, las llamas, que daban sus primeros coletazos en mayo con el resurgimiento de los incendios zombies, comenzaron a incrementar su presencia y violencia en julio y, como si Siberia se tratase de un enorme depósito de pólvora, en cuestión de días habían conquistado grandes territorios en la región.

“Este año nos ha sorprendido el rápido aumento en la escala y en la intensidad de los incendios en julio, sobre todo, impulsados por un grupo de focos activos en el norte de la República de Sajá-Yakutia (limítrofe con el océano Ártico)”, comenta Mark Parrington, científico del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS) del Centro Europeo de Pronósticos Meteorológicos a Mediano Plazo.

La situación extrema derivada de los incendios continuó presente hasta finales de agosto, momento en el que los principales focos quedaros notablemente reducidos. Aun así, en tan solo el mes de julio, los incendios arrasaron cerca de tres millones de hectáreas de terreno y otras tantas en agosto, según datos ofrecidos por la Agencia Federal Forestal de Rusia. Para principios de septiembre, el cómputo total de hectáreas quemadas rozaron las ocho millones y medio.

Con estos datos, los expertos se apresuraron a afirmar que la temporada de este año podría considerarse incluso peor que la del año pasado. No obstante, no fue hasta el momento en el que el CAMS lanzó los datos sobre emisiones de dióxido de carbono (CO2) cuando se pudo confirmar con total seguridad.

Izquierda: Emisión total estimada de CO2 de incendios forestales en megatoneladas entre junio y agosto de 2020 en el Círculo Polar Ártico. Derecha: Potencia radiativa de fuego total diaria entre junio y agosto de 2020 (rojo), 2019 (amarillo) y la media diaria entre 2003-2018 (gris) para el Círculo Polar Ártico | Foto: CAMS

En concreto, el servicio de monitoreo, utilizando datos del Sistema Global de Asimilación de Incendios (GFAS, por sus siglas en inglés), estimó que las emisiones de CO2 producidas en el Círculo Polar Ártico aumentaron en poco más de un tercio con respecto al 2019, en parte motivado por los incendios de Siberia del verano. Así pues, desde el 1 de junio hasta el 31 de agosto de 2020, las emisiones de dióxido de carbono se situaron en 244 megatoneladas, 63 más que las 181 producidas durante el mismo periodo del 2019.

Además, entre junio y agosto, los incendios en el Distrito Federal Oriental de Rusia emitieron un total aproximado de 540 megatoneladas de dióxido de carbono, superando así el anterior récord del 2003 situado en 500 megatoneladas. El año pasado, en esta región se emitieron 350 megatoneladas de CO2.

“Los incendios del Ártico que arden desde mediados de junio con alta actividad ya han batido el récord de 2019 en términos de escala e intensidad, como se refleja en las emisiones de CO2 estimadas”, destacan desde el CAMS

Buscando responsables

Los científicos del CAMS apuntan que, aunque las fuentes de los incendios son difíciles de precisar y que aún se necesitará investigar al respecto, pueden apuntar a dos principales culpables.

El primero de ellos es el cambio climático, que, durante los últimos años, y en especial durante el 2020, ha trasformado Siberia, una región históricamente inhóspita y helada, en una más bien parecida a algunas de las que nos podemos encontrar en la cuenca Mediterránea.

Por ejemplo, en Oymyakon o en Verkhoyansk, famosas por registrar temperaturas que rozan los -70 grados en invierno y apenas los 10 en las épocas más cálidas, este año ha logrado alcanzar y sobrepasar los 30 grados centígrados, según el Servicio de Cambio Climático Copérnico (C3S).

Estas temperaturas atípicas en la región han comenzado a descongelar el hielo y desplazar el frío, exponiendo así a la biomasa de la región, que se está volviendo más seca, a las acometidas de las llamas.

El poder radiativo del fuego, una medida de la producción de calor de los incendios forestales, en el Círculo Polar Ártico entre junio y agosto de 2020. Los fuegos cada vez se desplazan más al norte, impulsado por las altas temperaturas | Foto: CAMS

En este sentido, los científicos señalan como otro gran culpable a los incendios zombies, focos que se creían extintos pero que, con la llegada del buen tiempo, renacen de sus cenizas y vuelven a la superficie arrasando todo lo que encuentran a su paso.

Según detallan los expertos, estos incendios ocurren en zonas de turberas, suelos repletos de material vegetal en descomposición. Tradicionalmente, estas regiones, que se encuentran en el Círculo Polar Ártico, han funcionado como verdaderos sumideros de carbono, algo que está cambiando con el cambio climático y su desaparición por los incendios.

La llegada de las altas temperaturas descongela las turberas y las exponen a las llamas que, si no arrasadas por los incendios, se congelarán de nuevo hasta el año siguiente. En ese periodo, el fuego queda atrapado en la turbera bajo el hielo esperando a que se descongele para reavivarse. Un estudio publicado el año pasado afirma que las llamas pueden consumir la materia orgánica bajo el hielo durante largos periodos de tiempo, de ahí la peligrosidad de estos muertos vivientes.

De seguir así, los incendios alimentarán el cambio climático que, a su vez, incrementará la violencia de estos fenómenos extremos en una espiral de destrucción que, en principio, no tiene un fin a corto plazo y que, sin lugar a duda, nos afectará de forma negativa a todos nosotros, independientemente del lugar en el que vivamos.

Lo que sucede en el Ártico no se queda en el Ártico. Debido a las teleconexiones, los polos influyen en el clima y las condiciones climáticas en las latitudes más bajas donde viven cientos de millones de personas”, concluyen los científicos.



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