El incierto futuro de los pigmeos de Camerún

El incierto futuro de los pigmeos de Camerún

El incierto futuro de los pigmeos de Camerún

La deforestación, una pésima relación con los bantúes o la presión humana amenazan la reserva de fauna del Dja y al pueblo de los pigmeos Baka, uno de los últimos reductos de la vida tradicional donde todavía se caza con arco, o se pesca con el objetivo de alimentarse día a día


Ana Alemany
Madrid | 4 marzo, 2022


En 1872 se declaró el primer espacio natural protegido del mundo: el Parque Yellowstone de Estados Unidos. 25 años después, el presidente sudafricano declaró protegido el parque al que puso su propio nombre: Parque Nacional Kruguer. Fue el primero de los más de 1.200 áreas protegidas actuales en África que abarcan dos millones de kilómetros cuadrados con gran porcentaje de animales salvajes, muchos de ellos en peligro de extinción. Y tambien sobre sus poblaciones indígenas, especialmente los pigmeos.

Pero una enorme presión se cierne sobre ellos y su vida salvaje, ya que la población de África, según varios estudios, se duplica cada 20 años (a pesar de la alta mortalidad). Algunas de estas zonas, muchas de ellas muy conocidas, son el citado Parque Nacional Kruguer, (en Sudáfrica), el Serengueti (en Tanzania), la Reserva Masai Mara (en Kenia), o el Dja (en Camerún). Está última es precisamente una de las selvas tropicales más grandes y mejor protegidas de África. Con una superficie estimada de 526.000 ha, cuando se incluyó en la Lista del Patrimonio Mundial en 1987, el 90% de su área estaba prácticamente intacta.

Casi completamente rodeada por el río Dja, también conocido como río Ngoko, delimita la frontera entre Camerún y la República del Congo y tiene un recorrido de aproximadamente 720 kilómetros. Además, forma un límite natural con la reserva, que destaca por su biodiversidad, ya que forma parte de las selvas tropicales de la cuenca del Congo, y a su vez posee una amplia diversidad biológica.

Tiene más de 100 especies de mamíferos, entre los cuales al menos hay 14 primates (incluidas varias especies en peligro de extinción) o especies emblemáticas, como el elefante del bosque en peligro de extinción y el loro gris africano, el bongo y el leopardo, casi extintos.

Los pigmeos Baka

En la reserva, entre sus pueblos indígenas se encuentra la población de pigmeos Baka, cuya característica principal no es su escasa altura (como se podría pensar), sino su forma de vida tradicional, ya que la caza y la agricultura comercial están prohibidas dentro de ella. En esta tribu, los hombres se encargan de la caza, que practican con arcos y flechas, redes y lanzas, y las mujeres realizan la recolección de plantas medicinales y hojas comestibles con las que preparan sus salsas, y también recolectan miel. Además, son las encargadas de pescar, actividad a la que les acompañan también las niñas.

Los pigmeos son unos de los pueblos más longevos del mundo gracias a su propia farmacopea, que extraen de la selva. Tanto los propios pigmeos, como sus recursos naturales se ven afectados por una alta presión. Ya en el momento de la inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial, miles de personas vivían fuera de la Reserva por este motivo, habiéndose agravado actualmente. Fuera de sus lindes se cultiva y se caza de forma más generalizada, y también se están realizando prospecciones mineras y forestales en la región. Ello produce un mayor y más cómodo sustento económico, que hace peligrar ese modo de vida arcaico.

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Una mujer de la tribu de los pigmeos Baka cuidando de su hijo.

Por ello, se ha desarrollado una estrategia local contra la caza furtiva. Hay patrullas regulares en el bosque y en la carretera dentro y alrededor de la Reserva, y existe un marco de cooperación con los operadores forestales, dirigidos por un conservador de los Servicios de Conservación de Dja (DCS).

Desgraciadamente, según la UNESCO, su estado de conservación y algunos motivos a los que se enfrenta la reserva, son la caza furtiva, las prospecciones mineras, la ganadería y pastoreo de animales domésticos, las plantaciones de palmeras de aceite, de caucho y otros monocultivos en sus bordes, la industria maderera, la construcción de una presa sobre el río Dja, en Mekin, al norte del parque o el riesgo de pérdida de conectividad ecológica.

Aunque en Camerún no existe un censo oficial, ni tienen una representación en el gobierno nacional ni en los gobiernos regionales y locales, se estima que la población pigmea se cifra alrededor de unos 5.000 habitantes en Camerún. Esta población se enfrenta a serios problemas que están impidiendo que continúen con su modo de vida.

Luchar contra la deforestación

El establecimiento de plantaciones de palmeras de aceite y de caucho o la tala masiva de árboles para la industria maderera, con poco o ningún control por parte del gobierno camerunés.

La salud del pueblo Baka depende de su biodiversidad, ya que la sanación de sus enfermedades se encuentra en los árboles, sus cortezas, sus ramas o en las flores. Debido a la escasez o inexistencia de centros de salud, un curandero tradicional prepara los medicamentos y los aplica a los enfermos, que vienen de distintas localizaciones. La medicina tradicional se transmite de generación en generación entre los pueblos indígenas del bosque, y la administra un curandero.

Mujeres de la tribu Baka conversan sentadas sobre un tronco.

Pero hoy, el curandero debe recorrer distancias muy largas para poder encontrar los elementos necesarios, ya que entre 2001 y 2020, el país perdió 717.000 hectáreas de bosques húmedos primarios, o el 47% de su pérdida total de cobertura forestal durante el mismo período, según Global Forest Watch y apoyado por el informe de la UNESCO, según el cual la cobertura forestal disminuyó del 94% al 85% entre 2010 y 2020 en la zona periférica de 20 km. Para poder encontrar las hojas o la corteza de árboles como la bubinga o el moabi (también llamado “el árbol milagroso”) a veces deben caminar varios días, ya que es una de las especies más apreciadas en el mercado internacional de maderas tropicales.

En el año 2020 se consiguieron inventariar más de 500 especies de plantas útiles para la farmacopea tradicional, permitiendo su clasificación para las distintas patologías, como indicó el profesor Thierry Kenmogne, farmacéutico y etnofarmacólogo, en el Boletín de Medicina Tradicional del Ministerio de Salud Pública de Camerún. Y se comprobó la pérdida de 100.000 hectáreas de bosques primarios húmedos debido a una agroindustria intensiva de palma aceitera. Aproximadamente el doble que en 2019. De todo ello se hace eco el boletín de noticias “Le Monde Afrique” (la versión africana del diario Le Monde).

Una presa que plantea problemas

Tras 7 años de obras, en 2018 se finalizó la construcción de la presa Mekin, en la frontera norte de la Reserva Natural de Dja y la confluencia del río Lobe. Su construcción se propuso para solucionar el problema del déficit energético, alcanzando una capacidad de 15 megavatios y una línea de transmisión de 33 km que alcanzaría a ocho comunas.

Según el Atlas de Justicia Ambiental, con una última actualización del 7-5-2019, durante su construcción hubo controversias, ya que se produjo una gran amenaza para la vida silvestre y el hábitat dentro de la Reserva y, a pesar de habérselo notificado (en 2015) a la Hydro Sociedad Mekin, empresa contratada por China National Electric Engineering Corporation (CNEEC) para su realización, no se tomaron medidas suficientes para solucionarlo.

En 2018, una nueva investigación llevada a cabo por FCTV Camerún (Fundación Camerounaise Terre Vivante), con el apoyo de Global Forest Watch en el área concreta de Bengbis, mostró que la creación de la presa ha supuesto la destrucción de numerosas hectáreas de bosque, con un alto impacto en las poblaciones y el medio ambiente.

Un grupo de hombres navega en barca por el río Lobe, Camerún.

Además, las dificultades de circulación de la población debido a la inundación de los puentes sobre el Dja y el Lobe, lo que imposibilitó que pudieran venderse sus productos agrícolas en los mercados Bengbis y Meyomessala. Y, en junio de 2017, la ciudad de Bengbis sufrió una gran inundación y aislamiento debido a la presa. El gobierno tuvo que reconstruir los dos puentes y algunos aldeanos reubicados.

Una de las finalidades de esta presa era producir electricidad de forma ecológica y barata para las poblaciones cercanas y también para otras partes del país. Sin embargo, la mala praxis de su uso ha hecho que casi toda la energía vaya destinada a abastecer las inmensas plantaciones de palma de aceite, caucho y frutas en manos de multinacionales extranjeras o de miembros del Gobierno.

Mientras, los nativos siguen con sus frecuentes cortes de electricidad. Una buena utilización de la energía obtenida hubiera solucionado, al menos parte de sus problemas.

Una mala relación vecinal

Por otro lado, su forma de vida es completamente opuesta a la de sus vecinos pueblos bantúes. Por ello, cuando debido a la tala indiscriminada del bosque, o también a los proyectos de conservación de la naturaleza llevado a cabo por organizaciones internacionales, muchos pigmeos se salieron de la reserva, asentándose cerca de los bantúes, y se convirtieron en guetos marginales, viviendo en condiciones de miseria y esclavitud.

La etnia pigmea baka es una de las más desfavorecidas del África Subsahariana, ya que viven suspendidos entre un pasado al que no es posible volver y un presente en un contexto en el que no encuentran su lugar.

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Un líder tribal Baka posando para un retrato.

Aunque en Camerún no existe un censo oficial, ni tienen una representación en el gobierno nacional ni en los gobiernos regionales y locales, se estima que la población pigmea se cifra alrededor de unos 5.000 habitantes en Camerún.

Algunas ONGs, como la española Zerca y lejos trabajan con estas comunidades, ofreciéndoles educación y asistencia sanitaria, las herramientas necesarias para conseguir su empoderamiento e independencia de sus vecinos. No obstante, actualmente todas las actividades y eventos han sido suspendidas por la situación actual de la COVID 19.



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