La inspiración animal de Thor Hanson frente al calentamiento global

La inspiración animal de Thor Hanson frente al calentamiento global

La inspiración animal de Thor Hanson frente al calentamiento global

El biólogo y escritor norteamericano, Thor Hanson, se adentra en su último libro, ‘Hurricane Lizards and Plastic Squid’, en las adaptaciones de especies de todo el planeta para evidenciar los efectos reales que el cambio climático ya está precipitando en el mundo natural


Nicholas Dale
Madrid | 28 enero, 2022


Thor Hanson considera que todos somos narradores innatos y él aprovecha esta habilidad para acercar la ciencia a la gente. Su objetivo es “traducir” las preguntas fundamentales que impulsan a la ciencia en historias en las que cualquiera pueda interesarse y verse reflejado. Hanson se dio cuenta hace unos diez años de que hay una riqueza enorme de relatos escondidos en los circuitos académicos y, teniendo en cuenta su interés en la literatura cultivado tras haber cursado un doble grado en Biología y Escritura, se propuso sacarlos a la luz de una manera digerible y atractiva para el público en general. Ahora, él mismo se considera un “narrador de la ciencia” y lleva escritos ya cinco libros.

hanson
Thor Hanson es un autor y biólogo conservacionista estadounidense.

Su última publicación, Hurricane Lizards and Plastic Squid, explora las adaptaciones de especies de todo el planeta para aproximar al público a los efectos reales que el cambio climático ya está precipitando en el mundo natural: desde unas lagartijas en el Caribe que han aumentado el tamaño de sus dedos para agarrarse mejor a las superficies durante momentos de viento extremo, hasta unos pulpos de Baja California que han reducido tanto su tamaño para sobrevivir el aumento de la temperatura del agua que los locales pensaban que se trataba de una nueva especie.

Con su estilo de escritura, Hanson cuenta cuentos de la naturaleza como si fuesen anécdotas, presenta conceptos e ideas de la vanguardia científica con simpleza y hace comprensibles e interesantes realidades que suelen ser pasadas por alto. Por ahora el libro solamente ha sido publicado en inglés, pero el autor nos confirma que también será publicado en español en los próximos meses.

P.- Esta es la primera vez que aborda explícitamente el cambio climático, ¿por qué decidió acercarse al tema ahora?

R.- Vi que había una falta de narraciones de biología en términos de cambio climático, que es el problema al que nos debemos enfrentar. Así que yo quería aportar al debate buscando respuestas concretas al cambio climático que ya se pueden medir: no lo que tal vez suceda, sino lo que está pasando hoy. Esto es útil porque nosotros, como especie, somos muy buenos enfrentándonos a problemas inmediatos, pero las situaciones abstractas se nos complican porque las repercusiones parecen estar en un futuro nebuloso y no en nuestra vida diaria. Entonces, lo que estoy intentando hacer es acercar esta crisis a las personas con ejemplos de cómo están respondiendo en la naturaleza los organismos.

P.- Pues mucha gente que vive en las ciudades tal vez siente que vive separada de la naturaleza, ¿se pueden ver cambios concretos en entornos urbanos que reflejan la situación climática?

Portada del libro ‘Hurricaine Lizards and Plastic Squid’, cedida por el autor.

R.- Claro que sí, una de las mejores formas de conectarse con este proceso es la observación, y eso es muy posible también en una ciudad. El primer confinamiento de la pandemia sirve como ejemplo: ya fueran jabalíes en las calles de Barcelona o ballenas en el Támesis, se empezaron a ver fenómenos naturales extraordinarios en todo el mundo. Está claro que eso es porque mientras la humanidad paraba sus actividades, la naturaleza llenaba el vacío. Pero otra razón de la que se habla menos es que por primera vez en mucho tiempo estábamos en una posición en la que podíamos darnos cuenta. 

Así que si nos damos la oportunidad de observar es posible ver que están sucediendo cosas incluso en entornos urbanos porque las transiciones están siendo tan profundas y amplias. En los árboles en el parque o en la calle se pueden notar cambios en los tiempos de florecimiento o mirando fuera de la ventana apreciar nuevas especies que han llegado a la zona. Cualquier conexión con la naturaleza que hagamos, encontraremos un mundo en transición, y eso nos enlaza con el cambio climático a un nivel muy personal.

P.- Observando todos esos cambios que están sucediendo en el mundo, ¿por qué algunos animales y plantas se adaptan mejor que otros?

R.- Hay un concepto que se llama plasticidad, que se refiere a la adaptabilidad inherente en el ADN de un organismo y determina cuánta flexibilidad tiene en su fisiología y en su comportamiento. Tiene que ver con varios factores. Por un lado, está la estrategia de vida, es decir, el nivel de especialización.

Normalmente, un nivel alto de especialización significa baja plasticidad, mientras que los organismos más generalistas son bastante flexibles y capaces de sobrevivir en diferentes condiciones. Pero también la edad de la especie contribuye a la plasticidad. Si ha existido durante millones de años, entonces ha estado expuesta a muchas condiciones distintas y puede que tenga adaptaciones genéticas latentes que pueden “despertarse” y permitirle sobrevivir una nueva ola de cambios.

P.- ¿Y los seres humanos dónde estamos en la escala de plasticidad?

R.- Somos una especie muy joven, entonces por ese lado podríamos estar en riesgo, pero somos extremadamente adaptables; solo hace falta ver un mapa del mundo para constatar que hemos sabido sobrevivir en todos los lugares de la tierra.

P.- ¿Entonces cómo convencer a la gente de que el cambio climático es un problema crítico, cuando, a fin de cuentas, sabemos que no nos vamos a extinguir como resultado de él?

R.- Es verdad que el riesgo de extinción de nuestra especie es bajo, pero lo que está muy en riesgo es nuestro modo de vida. Nuestra experiencia en los últimos dos años con la pandemia ha resaltado la fragilidad de todo este sistema, y creo que esto es una lección en cuánto al cambio climático también. De hecho, los estrategas militares piensan en el cambio climático como un multiplicador de riesgos y esa es una visión útil. Lo que dicen es que si hay una amenaza allí fuera -una crisis de refugiados o inestabilidad política en un país o región- entonces el cambio climático puede exacerbarlas de manera peligrosa.

Medición del tamaño de los dedos de los Anoles. | Cedida por el autor

P.- ¿En ese caso, de qué sirve aprender de las adaptaciones animales?

R.- Primero que todo, una lección inspiradora de lo que vemos en la naturaleza es que los animales y las plantas están haciendo todo lo que pueden para adaptarse. Estamos viendo la evolución suceder en vivo, cuerpos y dietas que cambian, especies que se están mudando, así que tal vez nosotros podemos acordarnos de apagar las luces cuando salimos de una habitación.

Pero también cuando analizamos las respuestas de los animales nos damos cuenta de que, a pesar de nuestras tecnologías, estamos respondiendo con las mismas herramientas básicas que cualquier otra especie del planeta: mudarse o adaptarse en el lugar. Por ejemplo, un huracán muy fuerte golpeó Nueva Orleans en otoño, más de quince años después de Katrina. Entre ambas tormentas se construyó un nuevo dique de contención para retener las aguas que habían inundado la ciudad la vez anterior y esta vez no se produjo una inundación.

Este es un gran ejemplo de una adaptación in situ. Sin embargo, el nuevo dique protegió a una población que es 20% menor que la que había cuando arrasó Katrina, porque decenas de miles de personas decidieron que ese ya no era un hábitat viable.

El Katrina provocó daños irreparables en muchas casas de Nueva Orleans, como se ve en esta imagen tomada tres meses después del huracán.

P.- ¿Cómo encuentra un balance entre el optimismo y el pesimismo al abordar el cambio climático?

R.- Soy un gran creyente en la curiosidad como una herramienta poderosa para enfrentar todo tipo de problemas, y desde luego el cambio climático también. Esta investigación me lo confirmó porque todos los científicos con los cuales hablé, a pesar de estar trabajando en la primera línea del cambio climático, estaban entusiasmados con su labor y sentían que estaban aportando a la solución. Y eso, para mí, enfatiza que aunque es fácil sentir desaliento ante un problema tan grande, es un callejón sin salida.

En cambio, si te aproximas a un problema con curiosidad, eso es una actitud inherentemente activa porque estás aprendiendo al respecto y encontrando pequeñas cosas que pueden ayudar de alguna manera. Además, esta es una situación en la que tenemos que estar pensando de muchas maneras distintas, y al usar la curiosidad para escarbar puede llevar a muchas acciones positivas que suman y generan un mayor movimiento social hacia el cambio.



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