Las plagas de langostas del desierto no son un fenómeno nuevo. Si estos insectos fueron uno de los castigos divinos que Moisés envió contra Egipto en el Antiguo Testamento, es porque las langostas son una de las plagas migratorias más antiguas del mundo y llevan milenios causando estragos en los cultivos de todo el planeta. Pero, desde hace tan solo unas décadas, el cambio climático ha estado acelerando la frecuencia y la virulencia de estas plagas, ya que los cambios en las precipitaciones permiten a estos invertebrados reproducirse a mayor velocidad. En el este de África y en Oriente Medio ya se habla de la peor temporada de langostas de la memoria reciente: una auténtica emergencia que podría afectar severamente a la seguridad alimentaria de muchos países en desarrollo.
A finales de diciembre, varios enjambres de langostas invadieron la región del Cuerno de África, momento en el cual la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) predijo que surgiría una segunda ola. Dicho y hecho: la descendencia más joven y voraz de los enjambres que azotaron la región en diciembre y enero, reapareció en abril, extendiéndose por el noreste de Kenia antes de mudarse a Uganda y Sudán del Sur en mayo. Ahora, se extiende hacia India y Pakistán.
El motivo no es otro que la persistencia de lluvias fuera de temporada. En la zona del Cuerno de África, las precipitaciones suelen concentrarse entre mayo y agosto, mientras que el resto del año suele ser muy seco. Sin embargo, el cambio climático ha ido alterando estos patrones, provocando lluvias en los meses de febrero y marzo que han permitido la cría ininterrumpida de varias generaciones de langostas.
Es la crónica de una catástrofe anunciada. En 2018, dos ciclones arrojaron fuertes lluvias en el desierto de Rub al-Jali, una enorme parte de la Península Arábiga conocida como «el espacio vacío» que se sitúa entre Arabia Saudí, Omán y Yemen. Allí, las langostas pudieron reproducirse libremente, durante nueve meses y tres generaciones, sin ser molestadas por los humanos. Cuando se quedaron sin alimento para sostener la reproducción, los enjambres de langostas, que pueden cruzar fácilmente los estrechos cuerpos de agua que rodean la Península Arábiga, sobrevolaron el Mar Rojo para llegar al Cuerno de África en 2019. Allí les esperaba, según explica la FAO, otro período de lluvias anormalmente altas en diciembre de 2019 que acabó por desecandenar otro espasmo de reproducción.


En África, los insectos se han ido haciendo más grandes y por tanto más voraces según pasaban las generaciones. Las langostas del desierto viven durante unos tres meses y sus huevos eclosionan dos semanas después de haber sido puestos, por lo que en el tiempo que ha pasado desde diciembre la población de langostas se ha multiplicado por tres, con consecuencias potencialmente desastrosas. Kenia está experimentando la peor plaga de este tipo en 70 años, mientras que Etiopía y Somalia no habían visto un brote tan grave en un cuarto de siglo. Y los enjambres se han ido desplazando y también han estado destruyendo cultivos en Uganda, Omán, India y Pakistán.
Combatir las langostas
Una langosta del desierto (Schistocerca gregaria) adulta puede consumir su propio peso en alimentos frescos en un solo día. Esto quiere decir que un solo un pequeño enjambre, de en torno a un kilómetro cuadrado, puede consumir la misma cantidad de cultivos en un día que 35.000 personas. Por tanto, si no se contiene el número de langostas, el impacto en los cultivos y la vegetación aumentará el hambre en regiones que ya luchan con altos niveles de inseguridad alimentaria. Y es que una invasión de langostas del desierto puede conducir a una caída considerable en la producción agrícola y alimentaria y agotar las reservas de alimentos de países como Etiopía, Somalia o Pakistán.
Los gobiernos de la zona, la FAO y la Organización para el Control de la Langosta del Desierto para África Oriental (DLCO-EA) están cooperando para controlar el enjambre de langostas rociando insecticida desde el aire, aunque con dificultades. La pandemia mundial de coronavirus también se ha dejado de notar en el control de plagas ya que ha frenado la importación de pesticidas y ha restringido el movimiento del personal terrestre.
Las técnicas para combatir las plagas de langostas son variadas. La mejor forma de controlar las poblaciones de este insecto es antes de que invadan las granjas: los agricultores se centran normalmente en desenterrar los huevos de langosta, que las hembras ponen justo debajo del suelo, a poca profundidad. Una vez se consige extraerlos a la superficie, los huevos se secan antes de eclosionar o sirven de alimento para pájaros. En condiciones cálidas y secas, esta práctica puede reducir la población de langostas hasta un 90%.


Pero una vez que aparecen los enjambres, es necesario buscar otras soluciones. La más natural es mediante el cultivo de cebos alrededor de las platanciones agrícolas, con plantas que atraen a la langosta hacia lugares concretos donde sea más fácil exterminarlas. Sin embargo, estas prácticas son costosas y lo más habitual es simplificar este proceso mediante la pulverización general de insecticidas en grandes áreas con aviones o grandes máquinas agrícolas.
Aunque a priori esta práctica puede parecer un remedio universal, ya que una vez que se trata la vegetación, los insectos se van o se comen las plantas y mueren envena, la propogación de los pesticidas químicos en grandes áreas puede suponer también un desastre ambiental. No solo por las posibles infilitraciones en los suelos y las aguas subterráneas, que pueden dañar la fauna acuática e incluso tener repercusiones sobre la salud humana, sino porque estos pesticidas suelen tener efectos devastadores en insectos beneficiosos, como abejas, mariposas, mariquitas o lombrices de tierra, dañando la salud del ecosistema.
Cooperación transfronteriza
Como hemos visto, hay muchas razones técnicas y biológicas por las cuales es difícil combatir con éxito la langosta del desierto. Pero también existe un problema político: los enjambres de langostas pueden cubrir áreas extremadamente grandes que a veces pueden ser muy remotas y de difícil acceso. Además, las áreas del este africano y de Oriente Medio de donde surgen estas plagas suelen ser a menudo zonas de conflicto, lo que hace que las operaciones de control sean difíciles e inseguras de llevar a cabo.
Es decir, que un solo enjambre, que puede tener un tamaño de hasta 1.000 kilómetros cuadrados, tiene la capacidad de extenderse a varios países y requerir de una coordinación transfronteriza complicada. Además, se trata de áreas en riesgo que se encuentran en países en desarrollo donde los recursos para monitorear las langostas pueden ser limitados o la infraestructura básica puede faltar. Dado que hay largos períodos durante los cuales los enjambres de langostas no están presentes, también puede ser difícil mantener un número suficiente de personal capacitado permanente y tener siempre los recursos necesarios para responder.


Por eso, casi todas las tareas de coordinación están en manos de la FAO, que a través de su Servicio Mundial de Información sobre la Langosta del Desierto (DLIS) monitorea la situación global de la langosta las 24 horas y proporciona pronósticos y servicios de alerta temprana sobre el momento, la escala y la ubicación de los movimientos y la reproducción. Cuando un enjambre se convierte en una amenaza importante, la FAO activa su Centro de Emergencia para Plagas, que brinda a los países asesoramiento técnico, recauda fondos y moviliza apoyo y suministros de expertos para los países afectados, y ayuda a coordinar las campañas de control.
Las langostas son una gran amenaza para la seguridad alimentaria y la capacidad de las personas de mantenerse por sí mismas, una amenaza que se extá viendo exacerbada por el cambio climático. Sin embargo, el trabajo conjunto de los países afectados y la FAO pueden ayudar a las comunidades a prepararse y luchar, aunque es necesario en cualquier caso mejorar sus capacidades de respuesta al mismo tiempo que se lucha contra el calentamiento global. Están en juego los dos Objetivos de Desarrollo Sostenible más fundamentales: acabar con la pobreza (ODS1) y erradicar el hambre (ODS2).
