Cada 7 de julio se celebra el Día Mundial de la Conservación del Suelo, una jornada creada en honor al científico Hugh Hammond con el fin de concienciar a la población sobre la importancia del mantenimiento de la calidad de los suelos, vital para el futuro de nuestra seguridad alimentaria



La época de la gran depresión no solo trajo la debacle económica a los Estados Unidos y al resto del mundo, sino que demostró las consecuencias de nuestros actos en los recursos que nos ofrece la naturaleza, como lo son los suelos.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Alcalá (UAH), el suelo es un componente natural, heterogéneo y en constante evolución, donde los factores naturales y humanos ejercen una enorme presión.
Constantemente se genera suelo nuevo. El problema es que esta formación se lleva a cabo mediante un proceso muy dilatado en el tiempo. De hecho, muchos científicos estiman que para crear un centímetro de estrato se necesitaría hasta miles de años de inversión. Esta lentitud, comparada con la velocidad de los impactos mencionados, provoca que el suelo sea considerado como un recurso no renovable y en constante degradación.


Sin embargo, a principios del siglo XX, se sostuvo una creencia contraria que afirmaba que el suelo no podía ser destruido de ninguna forma, por lo que los estadounidenses, al igual que en otras muchas poblaciones del resto del mundo, se lanzaron a su explotación sin miramientos.
La llegada de la gran depresión les dio a todos ellos un golpe de realidad que empeoró aún más si cabe la situación económica de muchos norteamericanos que vieron como extensas nubes de polvo, alimentadas por la acuciante sequía de la época, arrasaban ciudades y campos de cultivos enteros.
Cuando los primeros colonos llegaron al país, aquellas zonas estaban compuestas por gloriosos campos verdes que, en apenas medio siglo, se habían convertido en auténticos secarrales. El polvo que el aire levantaba ahora en esa zonas, en una ocasión, elevó cinco millones de toneladas de arena y sepultó durante dos días una extensa zona de los Estados Unidos que abarcaba varios estados.


Para su suerte, el país americano contaba con la presencia de Hugh Hammond Bennett, un científico que con apenas 20 años se propuso extirpar la idea de la eterna vida del suelo a través de sus estudios. Su misión, como destacan desde el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), era convencer a la población de las enormes consecuencias del agotamiento de la Tierra.
Gracias a su pasión y a sus dotes de persuasión e influencia, pudo convencer a la población de este grave problema, y lo que es más relevante: al Congreso de los Estados Unidos, que elaboró y aprobó el 27 de abril de 1935 la Ley de Conservación de Suelos.
Con la creación del Servicio de Conservación de Suelos como un departamento más del USDA y la ayuda económica proveniente del New Deal, Hugh Hammond pudo realizar infinidad de proyectos como, por ejemplo, la plantación de árboles que funcionasen como parapetos, el desplazamiento de tierras de cultivos a otras regiones y la realización de mapas aéreos para el mejor estudio del suelo.
En la actualidad, los Estados Unidos gozan de una mejor posición frente a este tipo de problema que ahora vuelve a despertar como consecuencia del cambio climático. Aun así, están en deuda con Hugh Hammond y, en agradecimiento, se declaró el día 7 de Julio como el Día Mundial de la Conservación del Suelo, jornada que coincide con el fallecimiento del científico.
La necesaria conservación del suelo
Los suelos se presentan como un recurso indispensable para la humanidad. Gracias a él obtenemos unos servicios ecosistémicos inigualables que nos ofrecen alimento y protección contra el cambio climático.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura (FAO) cerca de dos tercios de la población mundial dependen de ellos para su supervivencia, una cifra que promete aumentar en un futuro con la llegada del imparable crecimiento demográfico.Sin embargo, los efectos del actual cambio climático, fruto de la acción antropogénica, y los impactos humanos están alterando el equilibrio del suelo, desembocando en una degradación sin precedentes que, con cada día que pasa, se expande aún más.
Los efectos de esa degradación se manifiestan en desertificación y en la erosión del suelo, dos conceptos diferentes, pero que van de la mano. Diversas organizaciones internacionales llevan advirtiendo desde hace año de la aparición de estos procesos y, por ello, la 68ª Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al 2015 como Año Internacional de los Suelos, con el objetivo de aumentar la concienciación y la comprensión de la importancia del suelo para la seguridad alimentaria y las funciones ecosistémicas esenciales.
Del mismo modo, el organismo internacional incluyó la protección del suelo dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), concretamente en el 15, que tiene como misión proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica.
Hoy, en el Día Mundial de la Conservación se recuerda a la sociedad la importancia de la conservación de este medio que no es sino parte de nuestro futuro. Se nos acaba el tiempo para actuar, pero aun estamos a tiempo para actuar y sembrar el campo de cultivo que nos eleve hasta la cima de la sostenibilidad.
- Evitar las quemas: Cuando la materia orgánica se quema, se transforma en gases tóxicos que afectan la vida.
- Evita el arado total y el pisoteo excesivo del ganado: los cascos y pezuñas del ganado apelmazan el suelo, lo endurecen e impiden la respiración de microorganismos.
- Siembra árboles y evita la deforestación: Los árboles cumplen una función muy importante adicional a la producción de oxígeno, ya que evitan que el agua arrastre a los nutrientes dejando estéril al suelo, además puedes Sembrar estratégicamente árboles estructurales que entierren sus raíces a mayor profundidad para mantener el suelo unido por un mayor periodo de tiempo.
- No de tires agua en mal estado al suelo: El estado líquido facilita a que los elementos químicos entren en el suelo de manera rápida.
- Fomenta la diversidad de cultivos: El monocultivo es más propenso a enfermedades y plagas. Además las asociaciones de cultivos de plantas beneficiosas repelen ciertas plagas.
