Los insectos se ven afectados por un antiparasitario que se suministra al ganado

Los insectos se ven afectados por un antiparasitario que se suministra al ganado

La ivermectina, el antiparasitario más usado en ganadería, se bioacumula en los tejidos de ciertos insectos, según señala una investigación con participación del CSIC. La sustancia, considerada clave por la OMS para prevenir enfermedades en el ganado, ocasiona sin embargo daños a las aves y pequeños mamíferos que se alimentan de insectos, según advierten los investigadores


Una investigación realizada por un equipo multidisciplinar de científicos, en la que participan varios investigadores españoles del CSIC, muestra que la ivermectina, el antiparasitario más usado en ganadería, se bioacumula en los tejidos de ciertos insectos.

Esta bioacumulación tiene efectos más negativos de lo que se pensaba hasta la fecha ya que, según la investigación que se publica en Scientific Reports, la molécula se acumula rápidamente en los insectos, especialmente en el cuerpo graso, aumentando su toxicidad y pasando a la cadena trófica.

Un veterinario examina a una vaca. | Foto: Jenoche

Crecimiento exponencial de toxinas

La bioacumulación consiste en el proceso de acumulación de sustancias químicas difíciles de eliminar en organismos vivos hasta que alcanzan grandes concentraciones.  Es una cuestión con graves consecuencias para los individuos y para el conjunto del ecosistema.

Se trata de sustancias que entran en el cuerpo pero que son difíciles de degradar. De este modo, cuanto más cantidad incorpora un ejemplar, y más tiempo vive, más cantidad almacena en sus tejidos. Además, cuando este individuo es consumido por otro, éste incorpora a su cuerpo las sustancias ingeridas, con lo que el efecto de bioacumulación crece exponencialmente a medida que se asciende en la cadena trófica.

La bioacumulación empezó a detectarse en los años 50 del siglo XX con el caso del DDT, un insecticida persistente de amplio uso que empezó a ser detectado en altas concentraciones en las aves, que perdían su capacidad reproductiva debido a esta sustancia. Otro caso conocido es el de grandes predadores marinos y de edad longeva, como atunes o peces espada, que acumulan en sus cuerpos metales pesados y otros componentes tóxicos no degradables que adquieren por la ingesta durante largo tiempo de otros peces más pequeños. Todos estos productos acaban en el cuerpo humano cuando a su vez ingerimos animales contaminados.

La ivermectina, considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un medicamento esencial, es un antiparasitario muy eficaz, que comenzó a utilizarse de manera preventiva en el ganado. Desde su descubrimiento en 1981, su uso ha experimentado un crecimiento exponencial, hasta convertirse en un tratamiento estándar contra los parásitos, incluso en humanos.

Los escarabajos, más afectados

Los científicos ya habían demostrado en estudios anteriores su alta toxicidad. «Esta molécula es seis veces más tóxica que la moxidectina para los insectos responsables del reciclaje de la materia orgánica, los escarabajos peloteros, y esta toxicidad, que afecta a su capacidad locomotora y sensorial, entra en la cadena trófica», explica Jorge Lobo, investigador del MNCN-CSIC.

En el trabajo han comprobado cómo, en los escarabajos coprófagos, la ivermectina se transfiere rápidamente del intestino a la hemolinfa, líquido interno de circulación de los invertebrados, generando un factor de biomagnificación tres veces mayor en la hemolinfa que en el intestino después de un periodo de absorción de 12 días.

Estos niveles altamente tóxicos se trasladan a otros animales como los abejarucos, los milanos negros, las chovas, las ginetas, los meloncillos o los zorros, que se alimentan de estos insectos.

Según aclara el investigador José R. Verdú catedrático de Zoología del Centro Iberoamericano de la Biodiversidad (CIBIO) de la Universidad de Alicante, que además lidera el estudio, lo que se produce es la biomagnificación, es decir, la propagación sucesiva de la bioconcentración de esa toxicidad a los seres vivos que componen los eslabones de la cadena trófica y, por ende, al ser humano.

«Los resultados resaltan que la biomagnificación de la ivermectina debe investigarse desde una perspectiva global de la red alimentaria basada en el estiércol y que el uso de estas sustancias antiparasitarias debe monitorearse y controlarse con precaución», continúa el investigador.

Para Verdú, este estudio es especialmente relevante porque «precisamente uno de los factores más importantes para la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) a la hora de regular y prohibir un compuesto es el hecho de que produzca bioacumulación en el cuerpo».

Por ello, los investigadores sugieren que, a la vista de los resultados obtenidos, debe hacerse un esfuerzo adicional en el desarrollo de recomendaciones reguladoras estandarizadas para guiar los estudios de biomagnificación en organismos terrestres. También, señalan que es necesario adaptar los métodos existentes para evaluar los efectos de estos productos de uso veterinario.



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