Las aguas de la Bahía de la San Francisco se tiñeron, primero, de color rojo. Luego ese color se fue haciendo más denso, más parecido al marrón, y acabó teniendo la espesa consistencia del chocolate. Los habitantes que salían a hacer kayak el fin de semana, adentrándose unos kilómetros en el Pacífico, empezaron a ver cómo las focas locales sacaban sus cabezas del agua con expresión de perplejidad. ¿Qué es esto?, parecían decir. ¿Qué está pasando? Luego, las aguas costeras se llenaron de hojas, como si el otoño se hubiera adelantado. Solo que no eran hojas. Eran peces muertos. Miles de peces muertos, de todos los tamaños, flotando junto a la costa. Y no solo peces. Había cangrejos muertos panza arriba, como cucarachas; mejillones abiertos, y otros moluscos y animales marinos, víctimas de un fenómeno que no es nuevo, pero que parece volverse más habitual con el paso de los años. El fenómeno de la llamada “marea roja”. Aunque su color sea como el del chocolate.
Ante la alarma provocada por el fenómeno, el departamento acuático de la ciudad publicó una explicación en forma de preguntas y respuestas. La primera de ellas, “¿Por qué se han teñido las aguas de la Bahía de San Francisco de un rojo marronáceo?”.


Para empezar, el término técnico no es marea roja, sino HAB: acrónimo en inglés de “floración dañina de algas”. El HAB sucede cuando las algas, desde aquellas que son microscópicas, organismos unicelulares, hasta las grandes algas marinas, crecen fuera de control y producen una cantidad toxinas perjudiciales para la vida marina, o absorben tal cantidad de oxígeno que asfixian todo lo que tienen a su alrededor, desde la vegetación a los peces. Algunos de estos fenómenos de HAB, cuando se dan, por ejemplo, en el tipo de alga llamada Karenia brevis, incluyen el cambio de color de las aguas: de ahí el término de “marea roja”.
Dado que su aparición depende de muchos factores, como la temperatura, el flujo de las mareas, la luz solar o los nutrientes, la marea roja es difícil de predecir. Unas veces dura unos días; otras, unos meses. Normalmente se da entre la primavera y el final del verano. El color también difiere. Algunas de estas mareas se vuelven luminiscentes durante la noche y su resplandor se puede observar desde las playas.
Efectos sobre la salud
El departamento de agua de San Francisco añade que la marea roja, de por sí, no suele tener efectos directos en la salud de las personas, pero recomienda a los humanos y a sus mascotas que se mantengan alejados de las aguas que han cambiado de color. Sin embargo, estudios en curso barruntan que quizás este no sea el caso. Quizás, la marea roja tenga un impacto más variado y serio de lo esperado.
“Básicamente, la marea roja es dañina para las economías costeras, porque cierra las playas y causa estas muertes masivas de pescado, que luego entrañan un enorme esfuerzo de limpieza”, dice a El Ágora Ted Burgess, profesor asistente de Entomología de la Universidad de Florida. “Las algas básicamente reducen el oxígeno de las aguas, así que la vida marina se sofoca. O también produce una neurotoxina llamada brevetoxina. Y ese es el componente en el que estamos interesados”.
Burgess estudia una de las consecuencias menos conocidas, pero potencialmente más peligrosas, de la marea roja: la posibilidad de que las moscas que se alimentan de los pescados muertos se lleven consigo las brevetoxinas, y luego estas acaben contaminando, también, a las personas.
«La aparición de las mareas rojas depende de muchos factores, como la temperatura, el flujo de las mareas, la luz solar o los nutrientes»
“Las moscas son uno de los primeros organismos que entran en contacto con los peces muertos”, dice Burgess. “Así que tienen una buena oportunidad para, potencialmente, verse expuestas a las brevetoxinas. Y también nos preocupan los tipos de patógenos que esas moscas podrían estar recogiendo y trayendo a tierra”.
Este sería el principio de un viaje tóxico a través del ecosistema animal. “Míralo de esta manera: si tienes 10 piezas de comida que te gustaría comer, y cada una tiene una pequeña cantidad de algún tipo de toxina, y te comes esas 10 piezas, pues habrás adquirido 10 unidades de esa toxina”, continúa Burgess. “Imagínate que un lagarto ha adquirido esas 10 unidades, y luego un pájaro se come varios lagartos de esos. Cuanto mayor sea el organismo que se come otros organismos, más toxinas va a adquirir. A esto se le llama biomagnificación”.
En otras palabras: es posible que, al final de esta cadena alimenticia donde las toxinas van acumulándose, desde las “moscas de la suciedad”, como las llama Burgess, hasta los animales más grandes, se encuentren los seres humanos. Aunque el estudio de Burgess, que ha recogido numerosos cadáveres de peces en las playas de St. Petersburg, en Florida, sigue en proceso, ya está comprobado que las brevetoxinas pueden causar enfermedades en las personas.
“Cuando estás cerca de la costa, las brevetoxinas se forman en aerosoles y causan dolencias respiratorias”, dice Burgess. “La otra cosa que hacen es que, cuando comes crustáceos que han adquirido las brevetoxinas, contraerás, potencialmente, una intoxicación de neurotoxinas de crustáceos. Por lo que sé, nunca ha habido casos mortales de brevetoxinas. Sobre todo, simplemente, son malos síntomas”.


Como en otros frentes medioambientales, también hay estudios que apuntan a que el calentamiento global está acelerando la floración dañina de algas, incluyendo la variante de la marea roja. Así lo refleja otro informe, también, de la Universidad de Florida. Uno de los estados donde más se produce habitualmente este fenómeno.
“Se espera que el cambio climático resulte en un incremento de las temperaturas en las aguas cercanas a las costas oceánicas, y esto podría llevar a un incremento en el crecimiento de los microorganismos perjudiciales”, dice el documento. “Estos incluyen algas que forman floraciones nocivas o tóxicas, incluidas mareas rojas, bacterias y otros patógenos. Esta situación podría tener consecuencias negativas en relación a la salud humana y a la economía oceánica de Florida”.
La temperatura afecta
Según los autores, la temperatura es uno de los factores que más influyen en ciclos alimenticios, el metabolismo y el crecimiento de los organismos marinos. Dado que algunas de estas algas no son capaces de regular su propia temperatura, un calentamiento de las aguas puede forzarlas a acelerar, o ralentizar, su metabolismo. Despidiendo, en el proceso, un mayor número de toxinas.
Otro factor que podría alimentar la floración dañina de las algas es el de los vertidos contaminantes: los fertilizantes animales y químicos, sobre todo aquellos ricos en nitrógeno, que terminan escurriéndose hacia los ríos y océanos.
Una de las mareas rojas más intensas de Florida se produjo el año pasado. A mediados del verano, cuando la marea ya duraba ocho meses, las autoridades comenzaron a preguntarse si su fuerza no habría sido alimentada por los vertidos de una antigua planta de fertilizantes llamada Piney Point. Un marzo, una de las presas que sostenía residuos de fosfato comenzó a fallar, y su ruptura hizo que el gobernador, Ron DeSantis, decretara el estado de emergencia. Los vertidos podrían haber sobreestimulado a las algas, que habrían redoblado su floración.
Mientras tanto, en San Francisco, la marea roja de este año, que habría sido formada por un microorganismo llamado Heterosigma akashiwo, está siendo mucho más intensa y duradera que cualquier otro de los HAB que consta en los registros. Y podría continuar trastocando la vida marina hasta bien entrado el otoño.
