Un grupo de científicos ha logrado observar como un colibrí de los Andes logra reducir su temperatura hasta los 3,3°C para evitar morir de frío o inanición durante las gélidas noches en la cadena montañosa. Se trata de la temperatura más baja registrada en cualquier ave o mamífero que no hiberna



No solo es parte de nuestro instinto, sino también lógico, buscar el acogedor abrigo del calor en situaciones extremas de frío. Da igual lo que utilicemos para tal fin, ya sea un abrigo, fuego o el mismo calor humano, para evitar que nuestro cuerpo reduzca en dos grados su temperatura, el umbral donde comienza la hipotermia y primer síntoma hacia una muerte helada.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, los científicos han logrado encontrar un animal que desafía esas leyes de la lógica al combatir el frío con más frío. Se trata del Metallura Phoebe, un colibrí que reduce su temperatura corporal hasta 3,3°C para evitar morir por congelación.
“Si no supieras de esta capacidad, creerías que estos colibrís están muertos ya que se vuelven fríos como una roca”, comenta Blair Wolf, ecólogo fisiológico de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque y autor del hallazgo.
Entre los vertebrados, los colibrís tienen el metabolismo más alto en comparación con su pequeño tamaño. En comparación con un humano, la tasa metabólica de estas aves es 77 veces superior, una ventaja que les permite llevar una vida frenética, pero una desventaja si quieren mantener un cuerpo caliente en entornos fríos debido a la cantidad de energía que esa actividad requiere.
El problema es que Metallura Phoebe, así como otros parientes cercanos, viven en las regiones altas de Andes, la cordillera más extensa de nuestro planeta, un lugar con abundante alimento, escasos depredadores, pero con temperaturas nocturnas que no superan el umbral de congelación.
Según detallan en el estudio, el letargo en el colibrí estaba demostrado, pero los científicos buscaban una imagen más detallada de esta estrategia
“Durante el día, los corazones de estas aves pueden llegar a latir hasta 1.200 veces por minuto. Sin embargo, cuando llega el momento de letargo, esta frecuencia disminuye hasta las 40 pulsaciones por minuto. Se trata de una disminución asombrosa para este tipo de animales”, señala Blair Wolf.
“Al evitar desperdiciar alimento y energía para mantenerse calientes, los colibrís pueden prosperar en regiones de los Andes que rozan los 5.000 metros de altura. Simplemente se trata de una adaptación sobresaliente”, añade el científico.
Para comprobar este mecanismo en los colibrís, Blair Wolf y su equipo capturaron en el 2015 a 26 colibrís de distintas especies, entre ellos el Metallura Phoebe o el colibrí gigante Patagona gigas, situados a unos 3.800 metros sobre el nivel del mar.
Después, introdujeron a los animales en unos recintos preparados y analizaron su temperatura llegada la noche mediante unos diminutos termómetros preparados para la ocasión. Los resultados fueron “sorprendentes” ya que no solo todas las aves entraron en letargo, sino que el Metallura Phoebe registró una temperatura corporal de 3,3°C.
Para los investigadores, esta temperatura es la más baja observada en un ave o mamífero que carece de capacidad de hibernación, tal y como recogen en el artículo.
Cuando el sol llena de luz el día, los colibrís inician un proceso interno en el que vuelven a acelerar sus corazones para calentar su cuerpo a razón de un grado por minuto. En apenas media hora los colibrís abren sus ojos y están listos para vivir otra nerviosa jornada. “Simplemente es asombroso”, concluye Blair Wolf.
