“Comida azul” para alimentar al mundo - EL ÁGORA DIARIO

“Comida azul” para alimentar al mundo

“Comida azul” para alimentar al mundo

Con las inversiones adecuadas en tecnología y la mejora de las políticas pesqueras, se puede aumentar la producción de comida acuática en torno a un 8% anual, lo que equivaldría a sumar 13 millones de toneladas más de alimentos para un mundo hambriento


Argemino Barro | Especial para El Ágora
Nueva York | 15 octubre, 2021


El secreto para alimentar a la población mundial en las próximas décadas, y hacerlo de forma sostenible, con la preservación de los recursos naturales en mente y el cambio climático en el espejo retrovisor, está bajo el agua. En los océanos, en los mares y en los ríos. En los peces, en los crustáceos, en las algas y en las plantas marinas.

O esa es la conclusión a la que han llegado un centenar de expertos coordinados por la Universidad de Stanford, el Stockholm Resilience Centre y la startup EAT. La iniciativa se llama Blue Food Assessment (BFA: “evaluación de la comida azul”) y está tratando de que pongamos, entre todos, un poco más de atención a los ríos y mares que nos rodean. Pese a que el 71% de la Tierra está compuesta de agua, hay pocas conversaciones acerca de cómo sacarle provecho.

“Veíamos que había muchos debates serios y activos sobre el futuro de los sistemas alimenticios globales y locales”, dice a El Ágora Jim Leape, co-director del Stanford Center for Ocean Solution, “pero que una y otra vez ignoraban la comida que producen los océanos y los sistemas de agua dulce”.

La BFA nació en 2019 para cubrir este hueco y transmitir a los gobiernos, empresas y organizaciones internacionales el potencial nutritivo y ecológico de los alimentos acuáticos, o “comida azul”. Sus conclusiones, recogidas en cinco informes, fueron publicadas en la revista Nature.

Una de las ventajas de la producción o pesca de comida marina sería el menor daño ambiental, en comparación, por ejemplo, con la carne de ternera. Como vimos en otro artículo, producir un kilo de carne de vacuno puede llegar a requerir hasta 15.000 litos de agua. El equivalente a 87 bañeras llenas. Tal es la sed no ya de la vaca, sino de los cultivos que generan el abundante grano del que se alimenta el animal.

“El 80% de la tierra dedicada a la agricultura sostiene, de una manera o de otra, al ganado”, explica Jim Leap. “La producción de carne en tierra es la principal fuente de destrucción de los bosques y la biodiversidad, de las emisiones de carbono y del uso de agua y otros recursos. A medida que crece la población mundial y se vuelve más próspera, y necesita más proteína animal, simplemente no podemos permitirnos satisfacer la demanda expandiendo la producción en tierra. Es importante encontrar maneras de obtener lo necesario de los océanos y el agua dulce”.

Migramiño
Un reo o trucha de mar (‘Salmo trutta’) en las manos de un pescador.

La científica Michelle Tigchelaar, co-autora de los estudios y coordinadora de Oceans & Future of Food initiative, también de la Universidad de Standord, añade que la azula es una “comida de bajo impacto” ambiental. “Un análisis extenso de la huella mediambiental de diferentes categorías de comidas azules descubrió que muchas de ellas se desempeñan mejor, o a la par, que el pollo, que es la comida terrestre de origen animal más eficiente”, dice a este diario . “Así que reemplazar comidas de alto impacto como la carne roja con comidas de bajo impacto como los bivalvos, las algas o los pequeños pescados, podría reducir significativamente las emisiones de carbono, la contaminación de nutrientes y agua dulce, y el uso de tierras”.

Desarrollar la comida azul también sería una forma de responder a la inercia de las sociedades: cada vez más gente en el mundo consume productos marinos. Según los investigadores, la demanda mundial de marisco se duplicará para el año 2050, lo cual obligaría a afinar sus procesos de producción alimentaria. ¿Qué países llevarían la delantera?

“Uno de los descubrimientos más prometedores del artículo sobre la demanda es la enorme diversidad de las dietas de comida azul y con qué intensidad varían por geografía y cultura”, explica Michelle Tigchelaar. “Quizás, en lugar de identificar un único modelo de dietas azules, es más esclarecedor destacar a los países que están preparados para celebrar, proteger y reforzar el papel de la comida azul en sus sistemas alimentarios. En base a nuestro trabajo con la coalición de comidas azules, Fiyi e Islandia ciertamente destacan como países deseosos de liderar en este espacio, pero hay muchos más”.

La BFA calcula que, con las inversiones adecuadas en tecnología y la mejora de las políticas pesqueras, se puede aumentar la producción de comida acuática en torno a un 8% anual. Lo que equivaldría a sumar 13 millones de toneladas más a las cifras totales. Técnicamente, una cantidad que podría alimentar a los 166 millones de personas que todavía padecen deficiencia de nutrientes.

“Uno de los mayores desafíos es que el 30% de los caladeros está siendo sobreexplotado”, dice Jim Leape. “Parte de nuestro interés en ensalzar el perfil de las comidas azules es ayudar a que la gente reconozca que esta comida es importante desde todos los ángulos del sistema alimenticio. Los caladeros son fuentes de nutrición de un valor incalculable; gestionarlos es importante para la biodiversidad, la salud de los océanos y también para el clima. Si tienes caladeros saludables, los barcos pesqueros no tendrán que pasar tanto tiempo en el agua llenando sus cuotas”.

Más moderna que la pesca es la aguacultura, que sigue tratando de ganar eficiencia. Varios estudios, recientemente, han probado la utilidad de las llamadas “nanoburbujas”: burbujas microscópicas que, pese a su reducido tamaño, siguen jugando el mismo rol de limpieza y desinfección de superficies, y pueden mantener el agua relativamente oxigenada durante más tiempo. Son burbujas tan pequeñas que no se van directamente a la superficie, sino que se quedan suspendidas en las profundidades de la granja acuática durantes meses.

alimentación azul
Unos 100 millones de personas salen a pescar o a criar cerca de 2.500 tipos de alimentos marinos al año.

Otro motivo que resaltan los científicos de la BFA es la diversidad y contenido nutricional de los alimentos acuáticos. Cada año, unos 100 millones de personas salen a pescar o a criar cerca de 2.500 tipos de alimentos marinos, algunos de los cuales tienen un valor nutritivo proporcionalmente mayor al de la carne.

“Nuestros análisis muestran sinergias prometedoras entre el valor nutritivo y la huella medioambiental”, dice Michelle Tigchelaar. “Pequeños pescados cogidos en la naturaleza, como los arenques, las sardinas o las anchoas, y bivalvos de granja como los mejillones o las ostras tienden a ser, a la vez, muy ricos en nutrientes y bajos en emisiones de carbono”.

La trucha, por ejemplo, tiene 19 veces más ácidos grasos Omega-3 que el pollo; la carpa tiene nueve veces más calcio; si nos interesa la vitamina B-12, hay que recurrir a las ostras y a los mejillones.

El desafío de la BFA es contagiar sus inquietudes a los gobiernos, a través de un esfuerzo internacional. Hasta la fecha han conseguido el apoyo de 22 organizaciones independientes, y las Naciones Unidas, en su última Asamblea General, reconoció la comida azul como una de las siete coaliciones de la alimentación y destacó las inversiones en este sector como una de las prioridades alimenticias.

“Pero esto solo es el primer paso”, dice Tigchelaar. “Actualmente estamos implicándonos con otros eventos globales, como el CFS [Committee on World Food Security o la cumbre] o la COP 26 [Conferencia del Cambio Climático de la ONU] en noviembre, para asegurarnos de que las comidas azules son parte de la discusión.



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