Era pleno mes de agosto de 1914 en Inglaterra cuando Ernest Shackleton se embarcó en la Endurance para ir rumbo al polo sur vía Buenos Aires. Apenas había pasado un mes desde el inicio de la I Guerra Mundial, pero el explorador angloirlandés no tenía en mente nada relacionado con bombas y soldados, sino un objetivo histórico: ser el primer ser humano en atravesar a pie la Antártida. Un reto colosal incluso para el curtido Shackleton, que ya había participado en numerosas expediciones pero ahora debía lograr algo más difícil todavía y cruzar zonas que hasta ese momento eran totalmente desconocidas para llegar de una orilla a otra del continente helado, pasando por el polo sur.
Una de las claves de la misión era precisamente el imponente barco que les transportaba a lo desconocido. El Endurance, que tenía 44 metros de largo, 7,6 m de manga y pesaba 348 toneladas, era un rompehielos ultramoderno para su época que debía surcar las gélidas y a menudo heladas aguas del mar de Weddel para dejar la expedición lo más cerca posible de su objetivo. Sin embargo, el viaje no fue por el camino esperado. La gruesa capa de hielo que cubría las aguas antárticas impuso tanta resistencia que el barco quedó atrapado antes de poder llegar a la bahía Vahsel.
Las crónicas e imágenes que dejaron Shackleton y sus compañeros de viaje revelan hasta que punto la situación fue desesperada. No había forma de mover el Endurance, pese a los desesperados intentos de la tripulación, por lo que, durante más de 10 meses, la expedición flotó a la deriva atrapados entre hielo marino, que se movía a merced del helado viento polar y las corrientes marinas. Una presión constante para el casco del Endurance, que no pudo resistir más y en noviembre de 1915 se hundió, obligando a la expedición a montar campamentos improvisados a la espera de un rescate que se eternizaba.


Sin embargo, el capitán de navío Frank Worsley anotó las coordenadas exactas del hundimiento del navío en el mar de Weddel: 8°39′30.0″ Sur y 52°26′30.0″ Oeste. Una pista imprescindible para que, más de un siglo después, se haya encontrado lo que parecía perdido para siempre. Exactamente cien años después de la muerte de Shackleton, el Endurance fue hallado a una profundidad de 3.008 metros en el océano Antártico por una expedición que partió de Sudáfrica hace un mes.
En concreto, los restos del mítico barco fueron hallados, según el comunicado hecho público por la expedición Endurance22, «dentro del área de búsqueda definida por el equipo expedicionario antes de su partida de Ciudad del Cabo» (suroeste de Sudáfrica), en una zona a unas cuatro millas al sur de la posición que Worsley registró antes de que la tripulación tuviera que abandonarlo. «Hemos hecho historia polar con el descubrimiento del Endurance y completado con éxito la búsqueda del naufragio más desafiante del mundo», señala en el comunicado John Shears, líder de la expedición.
«Estamos abrumados por nuestra buena suerte de haber localizado y tomado imágenes del Endurance. Este es, de lejos, el pecio de madera de mayor calidad que jamás haya visto. Está erguido, bien orgulloso en el lecho del mar, intacto y en un estado de preservación brillante», destaca, por su parte, Mensun Bound, director de Exploración de la nave, que destaca como en el naufragio incluso puede leerse aún la inscripción «Endurance» grabada bajo el pasamano de la borda.
Un descubrimiento clave para la historia polar
El descubrimiento, que se ha llevado a cabo gracias a la financiación y organización de la Falklands Maritime Heritage Trust, ha sido posible por el trabajo de un equipo multidisciplinar de arqueólogos, ingenieros, oceanógrafos y técnicos, además de la tripulación del rompehielos sudafricano SA Agulhas II. Es decir, un trabajo colaborativo que ha permitido realizar un hallazgo de «gran trascendencia técnica e histórica», según apunta el investigador del CSIC Andrés Barbosa.


«Por un lado, ha superado la dificultad de trabajar en un entorno con el mar cubierto de hielo (de hecho, en 2019 una expedición previa tuvo que cancelarse por la gran cantidad de hielo en la zona), y ha requerido un equipamiento especial para explorar y filmar a profundidades de hasta 3.000 metros. Se han diseñado equipos específicos como un vehículo autónomo subacuático dotado de cámaras de alta definición que es capaz de generar imágenes 3D del pecio», apunta Barbosa. «Por otro lado, este descubrimiento permite recuperar material que forma parte de las raíces históricas de la exploración polar y que permitirá un mayor acercamiento a la expedición de Shackleton».
Eso sí, el pecio se encuentra actualmente protegido por disposiciones del Tratado Antártico, que impiden acceder directamente y extraer objetos o materiales. No obstante, según Barbosa, «es seguro que se llevarán a cabo, dentro del ámbito del Tratado, las actuaciones necesarias para elaborar un plan que permita en el futuro tener acceso de forma controlada y asegurando al máximo la preservación de los restos», lo que nos permitirá vivir de cerca la emoción de una de las más grandes gestas polares.


Y es que la increíble historia de supervivencia de Shackleton y su equipo no terminó ni mucho menos con el hundimiento del Endurance. Los integrantes recorrieron alrededor de 1.500 kilómetros navegando con los botes salvavidas, sin que muriera ningún miembro de la expedición, hasta su rescate final, el 30 de agosto de 1916, por parte de una expedición chilena comandada por Luis Pardo y el propio Shackleton. Y es que el legendario explorador, tras dejar a la mayoría de los tripulantes en la diminuta Isla Elefante, recorrió con cinco valientes más otros 1.200 kilómetors que la separaban de la isla de Georgia del Sur, usando solo botes de remo en unas aguas conocidas por sus turbulencias. Una gesta épica que ahora podemos comprender mejor gracias a un descubrimiento histórico.
A la segunda va la vencida. La expedición internacional que ha encontrado los restos del Endurance ya había fracasado en 2019 en su primer intento de encontrar el buque hundido de Ernest Shackleton. En esa ocasión, los científicos alcanzaron el lugar del hundimiento, después de navegar centenares de kilómetros a bordo del mismo rompehielos sudafricano que ha completado la misión este marzo.
Aunque entonces, nada más llegar, los investigadores sumergieron un robot cuya misión era trazar un mapa del suelo marino, con el propósito de enviar luego un segundo vehículo autónomo para fotografiar los restos del buque, el mismo mar que hace más de 100 años engulló al Endurance se tragó también el robot y poco después el barco estuvo a punto de sufrir la «maldición de Shackleton» y quedar atrapado en el hielo.
La expedición tuvo que regresar a Ciudad del Cabo sin éxito tras comprobar que eran ciertas las palabras del explorador británico, quien describió la tumba de su barco como «la peor porción del peor mar del mundo». Sin embargo, la historia este 2022 ha sido bien distinta.
