La leyenda del 'San Telmo', más viva que nunca

La leyenda del ‘San Telmo’, más viva que nunca

La leyenda del ‘San Telmo’, más viva que nunca

El mar de Hoces, en la Antártida, guarda el secreto del ‘San Telmo’, un legendario navío español de guerra que naufragó en medio de una colosal tormenta el 2 de septiembre de 1819, en sus profundidades heladas


Ana Alemany
Madrid | 18 marzo, 2022


Tuvo que pasar casi un siglo. Tras naufragar en medio de una colosal tormenta el 2 de septiembre de 1819 en el cabo de Hornos, el buque San Telmo, uno de los mayores de la Armada española, fue “rescatado de la memoria” en las diferentes campañas llevadas a cabo en la zona entre 1993-95. De hecho, aunque este pecio de la Armada no se ha encontrado, es patrimonio histórico y naval de España, y en el Consejo de Ministros del pasado 25 de enero se incluyó las Medidas del Tratado Antártico aprobadas en la XLIII Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA).

Concretamente, en su Medida 22 (Lista revisada de sitios y monumentos históricos de la Antártida: Pecio del San Telmo) se consigue su protección, como parte del patrimonio histórico antártico, defendiéndolo de posibles saqueos. No es para menos: todo tipo de leyendas lo han acompañado desde aquella fatídica fecha, dando lugar a especulaciones de diversa y variada índole, tras desaparecer en el Mar de Hoces.

Y esa aureola romántica, acrecentada por no haber dado con sus restos, le sigue acompañando hasta hoy en día, ya que en el 2021 la historiadora Alicia Vallina creó junto al dibujante Sergio Galisteo el cómic San Telmo (de Cascaborra ediciones), donde se mezcla historia con ficción.

Pero, ¿qué ocurrió con el San Telmo? A ciencia cierta no lo podemos saber, pero un maravilloso halo de misterio envuelve toda su historia. Con su trágica desaparición en aguas heladas del sur, desconociendo el incierto futuro de los 644 hombres que iban a bordo, se baraja la posibilidad de que hubiera supervivientes y, tal vez, alguno de ellos fuera el primer hombre en pisar la Antártida, “robando” entonces ese título a Willian Smith, que llegaría después. Al fin y al cabo, el británico halló restos de un naufragio en la isla Livingston, que bien pudieran pertenecer al barco español.

Paisaje en la isla Livingston, Antártida.

De ser esto lo que sucedió, no sería la primera vez que algo similar ocurre por aquellas latitudes. Por ejemplo, con los topónimos de Mar de Hoces o Paso de Drake. Los dos nombres se dan para citar la zona marítima que existe entre la parte más meridional de Sudamérica y la Antártida, entre el Cabo de Hornos y las Islas Shetland. Esta zona, con aguas de difícil navegación, ha sido el terror de cualquier capitán. Pues bien, el mar de Hoces en la cartografía de España se debe al reconocimiento del navegante español Francisco de Hoces que, en 1526, atravesó por primera vez el territorio.

Al mando de la carabela San Lesmes, de Hoces participó en la expedición de García Jofre de Loaísa, que tenía como misión explorar y colonizar las islas Molucas. Al alcanzar el temido Cabo de Hornos, un magnífico temporal les sorprendió, y al ver que era imposible retornar, llegó hasta los 55 grados de latitud sur, lugar donde nadie había estado antes. De este modo fortuito, de Hoces descubrió un paso al sur del Cabo de Hornos.

Medio siglo después, el corsario Drake surcaría esas aguas, con su galeón el Golden Hind (1578) realizando todo tipo de pillajes en los territorios por aquel entonces pertenecientes a la corona española. Sin embargo, os ingleses pusieron el nombre de Paso de Drake al mar de Hoces… e inexplicablemente, la mayoría del mundo lo secundó.

Una leyenda llena de misterio

La División del Mar del Sur fue una expedición de 4 navíos y 1.400 hombres que partieron el 11 de mayo de 1819 desde Cádiz. Bajo las órdenes de Fernando VII, se les encomendó la misión de sofocar la ya imparable independencia de las colonias americanas, concretamente en el Perú, siendo su destino era el puerto del Callao. Pero, (y aquí comenzó a fraguarse la leyenda de misterio que aún hoy en día persiste), los buques eran de una navegabilidad muy compleja, y uno de los barcos, el navío Alejandro I, debió regresar a puerto nada más cruzar el Trópico de Cáncer debido a averías y vías de agua.

Los otros 3 continuaron su rumbo preestablecido. Al frente de San Telmo se encontraba el brigadier Rosendo Porlier y Sáenz de Asteguieta y el comandante Joaquín de Toledo y Parra. Las fragatas Primorosa y Prueba acompañaban al majestuoso navío, un espectacular buque de guerra de dos puentes y 74 cañones que fue construido en los Reales Astilleros de Esteiro en Ferrol en 1788 y tenía una dotación de 644 marineros, soldados e infantes de marina, como se describe en el libro “La vida en los confines de la Tierra”, de Sebastián Alvaro y José Mari Azpiazu, de Luinwerg Editores (2019).

El 2 de septiembre, al intentar doblar el cabo de Hornos, uno de los más tormentosos lugares del planeta, estalló una fuerte tempestad y debieron virar hacia el sur. Debido al empeoramiento del temporal, las tres naves se separaron. Es la última vez que el San Telmo fue visto. La fragata Primorosa Mariana llegó al puerto peruano del Callao el 9 de octubre en mal estado y el tercer barco, la fragata Prueba, arribó una semana después a Guayaquil sin su verga mayor y con la mayoría de la tripulación enferma o desnutrida. Tras informar que sufría importantes averías en el timón, verga mayor y tajamar, el San Telmo desapareció en el punto de 62º de latitud sur y 70º de latitud oeste.

San Telmo
Vista del Cabo de Hornos, en Tierra de Fuego, Argentina.

Con toda probabilidad el navío derivó hacia el sur y debió naufragar cerca de las islas Shetland del sur (como describe Antonio Quesada, secretario técnico del Comité Polar Español) y es probable que los restos que encontró el primer hombre que pisó la Antártida, William Smith, fueran de algunos de los supervivientes. El 6 de mayo de 1822, casi tres años después de su desaparición, la Real Armada Española les dio de baja definitivamente.

Entre los años 1993 y 1995 el catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza Manuel Martín-Bueno junto a un grupo hispano-chileno de arqueólogos, geólogos y marinos de la Armada, realizaron campañas arqueológicas en la zona de la Antártida en la que se supone que se hundió el San Telmo. Catalogaron anomalías magnéticas sumergidas, hasta 10, que podrían ser cañones y anclas y encontraron algunos objetos que se supone podrían pertenecer al navío. Encontraron restos de diferentes tipos de maderas quemadas, de calzado de cuero, de animales… que pertenecieron a los moradores temporales de aquellos parajes.

El secreto del ‘San Telmo’ sigue bajo el mar

«Hallamos asentamientos de náufragos y se puede dar por verificado. El problema de la Antártida es que cualquier material se ha reutilizado. Como allí no hay nada, en los primeros años de presencia humana se aprovechó lo que allí se encontraba. Por ejemplo, la madera para calentarse» argumenta el catedrático Martín Bueno. Lo cierto es que la madera encontrada era roble europeo, no americano, que coincidía con el material del que estaba construida la embarcación. Se hallaron también restos de calzado y otros materiales que no son propios de los cazadores de focas que arribaron años después. Pero no se pudo encontrar un botón de algún uniforme, una moneda o un testimonio claro que sería un tesoro para saber que estuvieron allí.

El Museo Naval de San Fernando (Cádiz) realizó la exposición En memoria del San Telmo: el navío desaparecido en el hielo (1819-2019) donde se mostraba una réplica exacta del buque y numerosa documentación, cuadros, fotografías y restos arqueológicos recogidos en las campañas de investigación antártica.

Uno de los buzos componente de la Armada, que participó en las campañas de constitución de la Base (la 87, 88 y 89) también asistió a las del 93-95. El coronel en situación de retiro Miguel Aragón entonces era capitán de infantería marina. «Lo que se encontró fueron restos en una zona poco investigada, casi un privilegio estar allí, porque era una zona criadero de lobos marinos, muy hostil, muy castigada por el mar, difícil de entrar, con mucho bajo, muy sucia como se dice en nuestro argot», ha relatado Aragón.

San Telmo
Miniatura del San Telmo expuesta en el Museo Naval de San Fernando. | Armada Española

Entre los restos de basura, de artes de pesca o de los malditos plásticos, aparecieron objetos que en ningún caso parecían de balleneros o foqueros. «Yo encontré un tapón de vinajera tallado. Y tachuelas de cobre, típicas del forro de un barco de guerra», recuerda Miguel. Es decir, lamentablemente hubo muchos indicios, pero las pruebas no fueron concluyentes.

A pesar de proyectos, esta vez privados, como el de la Fundación Polar Española, con el que se quiere regresar a la isla Livingston e intentar localizar los restos del posible naufragio, lo cierto que el destino final del ´San Telmo´ y sus 644 marinos de la Armada española, hoy, sigue sin resolverse. Ni siquiera el monolito que los chilenos, en 1993 colocaron en el Cabo Shirref, con la inscripción ‘En memoria de los tripulantes del navío español San Telmo, que naufragaron en septiembre de 1819, los primeros en llegar a estas costas’, puede asegurar su veracidad.

El mar de Hoces, apenas 500 millas, guarda el secreto en sus profundidades heladas, defendiéndose con sus vientos catabáticos y tempestades enfurecidas.



Se adhiere a los criterios de transparencia de

Archivado en:
Otras noticias destacadas