Decenas de especies han irrumpido en cuencas, ríos, embalses y desembocaduras de la península ibérica. No solo desplazan a animales y plantas nativas, sino que suponen, en muchos casos, pérdidas económicas millonarias. Su introducción ha sido obra del ser humano, pero este también es parte de la solución, como demuestran proyectos de participación y concienciación ciudadana como LIFE INVASAQUA



En verano de 2017, científicos de la Universidad de Girona capturaron seis ejemplares de un pez, similar a una carpa y cuyos machos pueden alcanzar el metro de longitud, en el embalse de Darnius-Boadella, al norte de Cataluña. También observaron en esa misma ocasión a muchos más individuos de aspios (Leuciscus aspius) que los que habían quedado atrapados en sus redes, como ya había ocurrido meses e incluso años antes.
Lejos de quedar en una fructífera anécdota, esta pesca confirmó que una nueva especie invasora se había instalado en nuestras aguas. En Francia, donde se introdujo en 1976, se ha convertido en cuatro décadas en uno de los peces de agua dulce más invasores de los últimos años. En España no se espera menos, aunque haya sido una de las últimas especies exóticas halladas en el país.
Por su instinto depredador sobre la fauna nativa y por su adaptación a aguas tanto dulces como estuarinas, esta especie de ciprínido piscívoro suscita una gran preocupación entre la comunidad científica, sobre todo por las especies autóctonas del río Muga, donde desemboca el embalse, y posiblemente para los endemismos de zonas limítrofes.


Como ha sucedido con otras especies exóticas de peces, es probable que el aspio sea introducido ilegalmente en otras cuencas ibéricas si no cambian las medidas de gestión actuales, según el grupo de científicos catalanes que realizó su identificación.
El caso de este pez no es único. Al menos una veintena de especies de peces exóticos de agua dulce ha sido introducida y se han instalado en la península ibérica a lo largo de las últimas décadas. Junto a ellos, invertebrados y parásitos han superado las cifras colonizadoras de los peces. Sin embargo, todos comparten el mismo modus operandi.
“Son especies que han llegado a un área de distribución en la que no existían antes y compiten, desplazan, o eliminan a las especies nativas”, señala para El Ágora Anabel Perdices, investigadora en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) que lidera el proyecto europeo LIFE INVASAQUA 17/GIE/ES/00015 en el museo. Como parte de la iniciativa, el MNCN alberga hasta el 29 de marzo de 2020 la exposición ‘¡Cuidado! Invasoras acuáticas’ para concienciar a la ciudadanía.
Cada vez más mejillones invasores
Aunque con distinta magnitud, todas las especies invasoras tienen un efecto nocivo sobre otras especies y los ecosistemas de aguas continentales, especialmente vulnerables por la pequeña superficie que ocupan y donde los animales exóticos constituyen una de las principales causas de pérdida de biodiversidad en el mundo.
La exhibición del MNCN muestra algunos ejemplos destacados, como el del hongo quitrídio (Batrachochytrium salamandrivorans) que afecta a los anfibios y ha llevado a la extinción a unas 90 especies de estos animales en el mundo, o el del mejillón cebra (Dreissena polymorpha) que causa graves problemas en las infraestructuras de agua al obstruirlas. Esto ha obligado por ejemplo a las administraciones a realizar campañas regulares para su retirada.


“Desde que se tienen datos el número de especies invasoras en la península ibérica ha ido en aumento. Cuando una especie es introducida con éxito, rara vez desaparece de forma natural o es erradicada por la administración pertinente. De ahí la importancia de evitar nuevas introducciones”, declara para El Ágora Emili García-Berthou, investigador en el Instituto de Ecología Acuática de la Universidad de Girona.
El catedrático acaba de publicar junto al científico Rafael Muñoz-Mas de la misma institución un estudio donde han analizado la evolución de estas especies exóticas en nuestro país desde principios del siglo XX. Aunque la tasa de introducción parece estar disminuyendo cada año, grandes áreas de la península ibérica pueden esconder especies difíciles de identificar, como invertebrados, de los que aún no se tiene constancia.
A nivel personal, lo que más ha sorprendido a algunos científicos es la cantidad de moluscos bivalvos (mejillones) introducidos. No obstante, destacan particularmente la actividad del caracol manzana (Pomacea maculata), de origen sudamericano que desde 2009 está presente en el Delta del Ebro y su curso bajo, y de la almeja china del cieno (Sinanodonta woodiana), que fue introducida sobre todo en Cataluña en 2006 y que en la actualidad se encuentra en expansión amenazando los moluscos nativos.
Aguas continentales, donde mejor ‘fluyen’ las exóticas
La llegada de estas especies a sus nuevos entornos no siempre es fortuita. Según Anabel Perdices, del MNCN, las vías de introducción son múltiples y depende de las especies. “En los peces, el 20% de su introducción se debe a la pesca y el 23% al transporte marítimo”, detalla la experta.
“Sea intencionada o no, la introducción de especies exóticas muestra una correlación con la presencia y la actividad humana”, apunta para El Ágora Muñoz-Mas. En el caso de las aguas continentales, que han proporcionado desde tiempos históricos servicios fundamentales a los seres humanos, es incluso más evidente.


Estas aguas no solo han sido aprovechadas para consumo e irrigación a través de presas, son también, aún hoy, importantes vías de comunicación y transporte de mercancías. Además, en la actualidad, sirven para la producción hidroeléctrica y la purificación y dilución de aguas residuales. Todas estas actividades son susceptibles de favorecer la introducción de especies exóticas.
“Esto se debe a que en general las perturbaciones suelen favorecer las especies invasoras, que son generalmente oportunistas, de crecimiento poblacional rápido y gran capacidad de dispersión”, informa García-Berthou, de la Universidad de Girona. A esto se añade el hecho de que las aguas continentales son el hábitat de muchas especies endémicas, de distribución reducida, y más frágiles a los impactos.
Ejemplo de ello es la aparición, en unos pocos años, de cuatro especies invasoras –el pez gato negro (Ameirus melas), el siluro (Silurus glanis), un piscardo (pez) del género Phoxinus, utilizado como cebo vivo, y un cíclido suramericano, el chanchito (Australoheros facetus)– en la cuenca del Guadalquivir, según han constatado recientemente dos investigadores de la Universidad de Hueva en un estudio.
“Hasta hace aproximadamente una década, ninguna de estas especies estaba presente”, indica para El Ágora Pedro Sáez-Gómez, cuyo trabajo forma parte de su tesis doctoral. “Desde entonces han ido ampliando su rango de distribución en diferente grado”, continúa.
El pez gato negro ha colonizado, por ejemplo, amplios tramos del bajo Guadalquivir, alcanzando grandes densidades en algunos cursos del Parque Nacional de Doñana, y el siluro preocupa por su voracidad y por el gran tamaño que puede alcanzar, hasta los 100 kg.
Las aguas continentales de la península ibérica actúan como refugios y núcleos de dispersión de las especies invasoras
Pero es sobre todo la mano del ser humano la que está detrás de esta rauda expansión donde entran en juego intereses varios como la pesca deportiva o la acuariofilia, que disemina de manera intencionada o por accidente algunas de estas especies, como ha ocurrido con el chanchito.
De hecho, en algunos casos, los investigadores consideran que se han producido más bien nuevas introducciones de estas especies dadas las largas distancias entre los diferentes puntos de observación.
Retos ambientales y económicos
Aunque el caso del mejillón cebra sea un caso más paradigmático con daños en la cuenca del Ebro que superan probablemente los 1.600 millones de euros y al que se destinan más de dos millones de euros cada año para combatirlo, en general todas las especies exóticas son susceptibles de provocar impactos ecológicos y económicos en el ecosistema.
Cuando una especie es introducida con éxito, rara vez desaparece de forma natural o es erradicada
Los animales con mayor potencial invasor –con una gran capacidad para sobrevivir y expandirse– pueden incluso transformar por completo la dinámica de los ecosistemas donde están presentes.
“En el caso del siluro se han descrito más de 53 especies de peces sobre las que puede depredar aunque también lo hace sobre aves acuáticas o pequeños mamíferos. El hecho de que esta especie se expanda por los humedales del bajo Guadalquivir ocasionaría un fuerte impacto en unos ecosistemas catalogados como Patrimonio de la Humanidad, como son los de Doñana”, alerta Pedro Sáez-Gómez. A esto se unen los diversos impactos socioeconómicos asociados a su gestión y control.
Colaboración ciudadana
A pesar de que desde el año 2013 existe un Real Decreto 630/2013 que regula el Catálogo español de especies exóticas invasoras, los controles de las poblaciones no han sido eficientes. Solo se han logrado algunos casos exitosos de erradicación en España y a escala mundial en general gracias “a la aplicación de protocolos de eliminación en fases tempranas de la expansión”, señala Rafael Muñoz-Mas.
Para la investigadora del MNCN, la prevención es la mejor forma de control. “Se puede prevenir cuando se conoce el problema”, declara para El Ágora. Y es aquí donde entra el proyecto LIFE INVASAQUA, para la concienciación y sensibilización de los diferentes sectores implicados.


“Como ciudadanos primero debemos concienciarnos del papel devastador de las especies invasoras sobre las nativas y los ecosistemas en los que se introducen para así evitar su introducción”, afirma la experta, que recomienda a las personas responsabilizarse de sus mascotas, porque muchos problemas derivados proceden de la suelta de tortugas de Florida, mapaches, visón americano, etc.
En la exposición, que podrá visitarse en el MNCN hasta finales de marzo de 2020 y que forma parte de este proyecto LIFE, se informa sobre estos animales exóticos, se revelan datos de su llegada a nuestras aguas, así como las vías de entrada y formas de dispersión en la Península.
Los animales con mayor potencial invasor pueden transformar por completo la dinámica de los ecosistemas donde están presentes
“La concienciación sobre el impacto de las invasoras puede maximizar la buena praxis, como por ejemplo la correcta limpieza de los aparejos de pesca, y evitar la introducción intencionada. Así, en general, estas campañas deberían reducir el número de introducciones futuras”, subraya Muñoz-Mas.
La prevención es la mejor forma de control. “Se puede prevenir cuando se conoce el problema”
Pero junto a la concienciación, los científicos sugieren otras soluciones que requieran perspectivas desde la ingenierías, como las que permitirían desarrollar métodos de desinfección de las aguas antes de que los grandes buques de transporte de mercancías, por ejemplo, viertan sus aguas de lastre liberando organismos potencialmente invasores.
En la exposición ‘¡Cuidado! Invasoras acuáticas’ que puede visitarse en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), los científicos sugieren seguir unas pautas para que cualquier persona pueda participar en la lucha contra las especies invasoras de agua dulce. Aquí algunas de las recomendaciones:
- No liberes mascotas en la naturaleza
- No adoptes animales exóticos
- Planta solo especies autóctonas
- No tires plantas exóticas ornamentales o de acuario –ni siquiera fragmentos– al desagüe o a los cursos de agua
- Haz fotos de especies invasoras si crees que lo son cuando estés en el campo
- No liberes animales en el río porque creas que así habrá más vida
- Al viajar, no transportes animales, plantas o semillas sin declarar
- Limpia las suelas de tus botas y tu equipo antes de hacer senderismo
- Si pescas, desinfecta el equipo con agua clorada
- Si capturas una especie exótica, nunca la devuelvas al agua
- Ten cuidado con el cebo vivo y no sueltes lo que sobre ni tires el embalaje al gua
- Sigue la normativa para limpiar las embarcaciones en embalses y ríos
