“El Clot de Galvany es una reserva fantástica para además de mirar el cielo, ver las aves, mirar un poco el suelo y apreciar los insectos”, cuenta con entusiasmo Paola Vecino, presidenta de la asociación El Rincón de la Abeja. Precisamente esto fue lo que logró que unas 60 personas hicieran los pasados 7 y 8 de mayo, reemplazando el rechazo que causan los bichos por la curiosidad por su variedad e importancia en el medio natural. En una celebración anticipada del Día Mundial de las Abejas, que se celebra el 20 de mayo, Vecino enseñó con varias actividades lúdicas el importante papel que desempeñan los polinizadores y resaltó la rica biodiversidad de este humedal alicantino, situado en el término municipal de Elche y que el ayuntamiento custodia desde hace 20 años.
Para Paola Vecino, lo importante con los polinizadores es la concienciación. Ese es el objetivo principal de las actividades que lleva a cabo con El Rincón de la Abeja. “Nos hemos dado cuenta de que hay una ausencia de conocimiento total por parte de la sociedad sobre los insectos; de hecho, generan aversión, pero estas son las reacciones que hay que superar porque, al final, el conocimiento es lo que ayuda a superar los miedos e impulsar el cambio”.


“El conocimiento es lo que ayuda a superar los miedos e impulsar el cambio”, afirma Paula Vecino
La entomóloga acude a menudo a colegios a impartir charlas interactivas que generan curiosidad en los niños mientras les enseña acerca de estos insectos. La esperanza es que, tras fomentar mayor interés, le sigan mayores esfuerzos de conservación.
En el Clot de Galvany se siguió esta lógica, aunque las actividades fueron todavía más prácticas y ligadas al objetivo específico de proteger a los insectos en la zona. En una de ellas los participantes debían salir a buscar diferentes variedades de abejas, reconocerlas y hacer una foto.
A cambio, y en función de la dificultad de encontrar y fotografiar cada espécimen, recibían unos billetes de himenóptero -moneda inventada para la ocasión y que lleva el nombre de la familia de estos insectos- que podían intercambiar al final por pequeños botes de miel o figuritas de croché. Luego, las fotos se subieron a una plataforma de biodiversidad de National Geographic para hacer un registro de esas especies e ir demostrando que el alicantino Clot de Galvany puede ser un muy buen candidato de reserva entomológica.


La crisis de global de polinizadores
Paula Vecino ha visto con sus propios ojos el declive de las poblaciones de insectos a nivel mundial. Recuerda que cuando era niña y hacía un viaje por carretera desde su País Vasco natal hasta Madrid o Galicia, su padre paraba más de una vez a limpiar el parabrisas que estaba lleno de impactos de insectos; ahora, acaso, hay un par tras el trayecto entero.
Algunos pensarán que esto es algo positivo, pero no lo es. Con esta realidad siempre en mente para Vecino, realizar acciones concretas para proteger a los polinizadores es una cuestión vital en el marco de una crisis global. “Cuando uno se da cuenta de la repercusión y de la trascendencia que tienen las abejas en la supervivencia humana directamente y de todo el planeta en general, es catastrófico que todavía no se haya dado la alarma de forma oficial y activa”, se lamenta esta bióloga, bioquímica y apasionada por los insectos.
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Casi todas las plantas del mundo dependen de los polinizadores, en su gran mayoría abejas, para generar semillas. Según la FAO, tres de cada cuatro cultivos de alimentos destinados para el consumo humano los necesitan para crecer. Sin embargo, los números de las poblaciones de abejas están disminuyendo año a año.
De acuerdo a los datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) más del 40% de las familias de abejas están amenazadas. Esta tendencia se ha producido por varios factores como el cambio en el uso de la tierra, la agricultura intensiva, el cultivo de transgénicos, el uso de plaguicidas, e incluso, más ampliamente, el cambio climático. Cada uno de estos impulsores tiene diversos efectos, como el desplazamiento y la forzosa adaptación a otro entorno, hasta la erradicación que causan los insecticidas.
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Pero los efectos irían incluso más allá del sector agroalimentario, afectando a otros que también se basan en la agricultura, como el desarrollo de medicamentos, los biocombustibles, las fibras textiles o madera para la construcción.
Aunque no existe una valoración del impacto económico que tienen las abejas en la economía global, las estimaciones dejan claro que, si esta trayectoria continúa, las consecuencias serán catastróficas.


Esta situación la saben autoridades y organismos de todo el mundo. Hay publicadas decenas de informes y planes a nivel internacional y nacional -como La Estrategia Nacional para la Conservación de los Polinizadores del Ministerio para la Transición Ecológica del 2020- pero sobre el terreno suceden pocas cosas, se lamenta Vecino. “Está muy bien escrito e investigado, pero es demasiado teórico. Nadie está metiendo las manos en la masa para proteger a los polinizadores y evitar una crisis más profunda”, sentencia. Ella opina que la repulsión que causan los insectos y el hecho de que son tan pequeños genera una percepción generalizada de que nunca se van a acabar, de que no hay nada que hacer.
Pero sí que hay mucho que se puede hacer, aclara la experta. Solamente hay que ver lo que se está haciendo en algunos lugares a nivel local. Hay ayuntamientos, como el de Elche, donde está situado el Clot de Galvany, que están renaturalizando espacios verdes y creando huertos urbanos, lo que es muy positivo para las poblaciones de insectos.
Asimismo, un mayor impulso a la agricultura sostenible puede tener un impacto todavía mayor sin afectar la productividad. Dicho eso, en última instancia, desde el punto de vista de Vecino, se debe generar una mayor conciencia alrededor de las abejas y el resto de los polinizadores. “El primer paso es que se disipe el miedo y el asco. Solo así se puede hablar seriamente de proteger a los insectos”.
