Aunque hasta el momento la comunidad científica dudaba sobre la idoneidad de plantar árboles para contrarrestar las emisiones de efecto invernadero, un nuevo estudio demuestra que la reforestación probablemente sería más efectiva para enfriar la atmósfera de la Tierra de lo que se pensaba anteriormente



A pesar de que cada vez más países y empresas recurren a plantar árboles para compensar su huella de carbono, la comunidad científica no tiene del todo claro cómo de beneficiosa puede ser está tenica. Y es que, aunque reforestar figura entre las soluciones climáticas naturales más simples y atractivas, el impacto de los árboles en la temperatura atmosférica es más complejo de lo que parece. De hecho, algunos científicos se preguntan incluso si la reforestación de lugares de latitudes medias como América del Norte o Europa podría calentar el planeta. Esta duda se debe al hecho de que los bosques absorben grandes cantidades de radiación solar como resultado de tener un albedo bajo, que es la medida de la capacidad de una superficie para reflejar la luz solar.
En los trópicos, el bajo albedo se compensa con la mayor absorción de dióxido de carbono por la densa vegetación durante todo el año. Pero en climas templados, la preocupación es que el calor atrapado por el sol podría contrarrestar cualquier efecto de enfriamiento que proporcionarían los bosques al eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera.
Pero un nuevo estudio de investigadores de la Universidad de Princeton encontró que estas preocupaciones pueden estar pasando por alto un componente crucial: las nubes. En concreto, el artículo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, demuestra que las formaciones de nubes más densas asociadas con áreas boscosas significan que la reforestación probablemente sería más efectiva para enfriar la atmósfera de la Tierra de lo que se pensaba anteriormente.


«Lo principal es que nadie ha sabido si plantar árboles en latitudes medias es bueno o malo debido al problema del albedo», asegura Amilcare Porporato, autor principal del estudio y profesor de ingeniería civil y ambiental en Princeton y el Instituto Ambiental High Meadows (HMEI). «Demostramos que si se considera que las nubes tienden a formarse con mayor frecuencia sobre áreas boscosas, entonces plantar árboles en áreas extensas es ventajoso y se debe reforestar con fines climáticos», explica.
Como sabe cualquiera que haya sentido una nube pasar sobre el sol en un día caluroso, las nubes diurnas tienen un efecto de enfriamiento, aunque transitorio, en la Tierra. Además de bloquear directamente el sol, las nubes tienen un albedo alto, similar al hielo y la nieve. Sin embargo, las nubes son notoriamente difíciles de estudiar y se han descartado en gran medida de muchos estudios que examinan la efectividad de la mitigación del cambio climático natural, incluida la reforestación, según ha explicado Porporato. Por eso, los resultados de esta investigación podrían tener un gran impacto a la hora de impulsar las tasas de reforestación de muchos países.
Para considerar la reforestación en el contexto de la cobertura de nubes, Porporato ha contado con un equipo internacional de científicos, entre los que se encuentran Sara Cerasoli, una estudiante graduada de Princeton en ingeniería civil y ambiental, y Jun Ying, profesor asistente en la Universidad de Ciencia y Tecnología de la Información de Nanjing. De hecho, tanto Porporato como Yin ya habían descubierto anteriormente que los modelos climáticos subestiman el efecto de enfriamiento del ciclo diario de nubes, pero para este último estudio decidieron centrarse en la influencia de la vegetación en la formación de nubes en regiones de latitudes medias. Para ello, combinaron datos satelitales de cobertura de nubes de 2001 a 2010 con modelos relacionados con la interacción entre las plantas y la atmósfera.
Nubes que enfrían
Los investigadores modelaron interacciones entre diferentes tipos de vegetación y la capa límite atmosférica, que es la capa más baja de la atmósfera e interactúa directamente con la superficie de la Tierra, para determinar si la formación de nubes se ve afectada de manera diferente por el tipo de vegetación. En concreto, se centraron en regiones en el rango latitudinal de 30 a 45 grados, que cubren aproximadamente todo el área que va desde los subtrópicos hasta las zonas hemiboreales como el norte del medio oeste de los Estados Unidos. Además, consideraron los efectos no solo de reforestar (restaurar la cubierta arbórea perdida) sino también de la forestación, que implica plantar bosques en áreas que antes no tenían árboles.
El equipo descubrió que para las regiones de latitudes medias, el efecto de enfriamiento de las nubes, en combinación con el secuestro de carbono, superaba la radiación solar que absorbían las áreas boscosas.


Los modelos mostraron que las nubes se forman con más frecuencia sobre áreas boscosas que sobre praderas y otras áreas con poca vegetación, y que esta formación de nubes mejorada tuvo un efecto de enfriamiento en la atmósfera de la Tierra. Los investigadores observaron a partir de los datos satelitales que las nubes también tienden a formarse más temprano en la tarde sobre áreas boscosas, lo que resulta en una mayor duración de la cobertura de nubes y más tiempo para que las nubes reflejen la radiación solar lejos del planeta.
Los hallazgos podrían ayudar a desarrollar políticas para la asignación de tierras para la reforestación y la agricultura, ya que las áreas de latitud media más húmedas como el este de Estados Unidos o el sureste de China son adecuadas para reforestar y forestar, pero también son atractivas para la agricultura. Por lo tanto, un enfoque posible sería el de emparejar la reforestación de latitud media con la distribución de cultivos tolerantes a la sequía para las regiones menos aptas para la reforestación, según han informado los autores del estudio.
Sin embargo, los autores han instado en cualquier caso a ser cautelosos a la hora de dar el salto de la ciencia a la política. «No podemos simplemente considerar la mitigación del cambio climático como sino que también debemos considerar otros factores, como la biodiversidad y el hecho de que la tierra también es necesaria para la producción de alimentos», ha explicado Cerasoli, que pide eso sí que los estudios futuros sobre el impacto climático de reforestar sigan considerando «el papel de las nubes», aunque centrándose en regiones y economías más específicas.
