El océano, sinónimo de quietud y silencio, suena como una autopista en hora punta para muchas especies marinas que padecen estrés y alteraciones sensoriales



Solo somos capaces de oír el 10% de los sonidos que se producen bajo el agua. El oído humano está hecho para escuchar a través del aire, produciendo vibraciones en el tímpano que se convierten en señales que capta el cerebro, explica el biólogo del Laboratorio de Bioacústica de la Universidad Politécnica de Cataluña, Michel André, responsable del proyecto ‘20.000 sonidos bajo el mar’. Sin embargo, hay especies animales, como los cetáceos, capaces de escuchar en rangos de frecuencia mucho mayores que el ser humano, es decir, son capaces de escuchar bajo el agua sonidos que nosotros no captamos.
El ruido del puerto de Barcelona se puede registrar bajo el agua cerca de la isla de Ibiza
La creciente contaminación acústica producida por los humanos en los océanos se está convirtiendo en una seria amenaza para la biodiversidad marina, en concreto, para especies como ballenas, delfines y tortugas, que emplean sonidos para comunicarse.
Según expertos reunidos en una conferencia reciente impulsada por las Naciones Unidas en Roma, la navegación comercial, los nuevos radares militares y el cambio climático «acallan» los sonidos que producen estos animales, una situación que les asusta y desorienta y que hasta llega a afectar su comportamiento.
El sonido es tan importante para la orientación de los cetáceos como la visión para los humanos
La Universidad de Auckland ha llevado a cabo la primera investigación a gran escala sobre los efectos del ruido emitido por los barcos en las aguas del Golfo de Hauraki, Nueva Zelanda.


La investigación muestra una reducción significativa en la cantidad de espacio comunicativo disponible para al menos dos especies marinas clave. Los científicos combinaron sonidos registrados de cuatro hidrófonos durante nueve meses mediante seguimiento automático de datos desde un barco, para monitorizar el ruido submarino de los barcos.
Se encontró que el ruido de cargueros, portacontenedores y petroleros solapaba sus vocalizaciones hasta el 20% del tiempo.
Cada vez que un barco pasa a unos 10 km de la “estación de escucha”, donde estaban ubicados los hidrófonos, se reducía el espacio de comunicación un 61,5% y un 87,4% para el delfín y la ballena respectivamente. El espacio de comunicación es el rango en el que dos especies pueden oírse, y este estudio revela que el ruido de los barcos reduce considerablemente este espacio.
El ruido submarino afecta muy gravemente a los invertebrados, especies incapacitadas para oír.
Pulpos, medusas o sepias son animales que no necesitan escuchar para moverse, sin embargo, los ruidos submarinos, que para ellos son comparables a los de una autopista en hora punta, les provocan reacciones negativas y estrés a través de sus células sensoriales.
