Según un estudio publicado en Nature, las plantas y animales costeros han encontrado una nueva forma de sobrevivir en el océano abierto: colonizando la contaminación plástica que se acumula en las principales corrientes oceánicas



La contaminación por el plástico está llegando a un límite insostenible. Según las estimaciones, se prevé que en el 2050 se alcancen las 25.000 millones de toneladas de desechos de este material que, en el 80% de los casos, encuentran reposo en los océanos.
En las masas de agua, las corrientes superficiales conducen la contaminación plástica de las costas hacia el mar abierto, donde las corrientes oceánicas a gran escala atrapan estos materiales en un bucle hasta formar grandes parches de basura, como si de una isla o continente se tratase.
“Los problemas del plástico van más allá de la ingestión y el enredo», señala Linsey Haram, quien ha estudiado las consecuencias de este fenómeno en expansión. Por ejemplo, la corriente subtropical del Pacífico norte, entre California y Hawai, ha formado un remolino de 79.000 toneladas de plástico flotando en una región de un millón de kilómetros cuadrados. Según cree, el mundo tiene al menos cinco corrientes infestadas de plástico o «parches de basura».
Allí, además de los microplásticos, que son los fragmentos más comunes, las redes, boyas y botellas conviven con la materia orgánica y los seres vivos, que han hecho de este lugar su nuevo hogar y zona de paso para sobrevivir a los peligros del mar abierto.
Linsey Haram y otros expertos denominan a estas comunidades, en su estudio publicado en la revista Nature, neopelágicas: «neo» significa nuevo y «pelágico» se refiere al océano abierto, en oposición a la costa.
Los científicos comenzaron a sospechar por primera vez que las especies costeras podrían usar plástico para sobrevivir en el océano abierto durante largos períodos después del tsunami japonés de 2011, cuando descubrieron que casi 300 especies habían atravesado el Pacífico sobre los escombros del tsunami en el transcurso de varios años. Pero hasta ahora, los avistamientos confirmados de especies costeras en plástico directamente en mar abierto eran raros.


Para este descubrimiento, Haram se asoció con Ocean Voyages Institute, una organización sin fines de lucro que recolecta contaminación plástica en expediciones de navegación, y un par de oceanógrafos de la Universidad de Hawai en Manoa.
Los oceanógrafos Jan Hafner y Nikolai Maximenko crearon modelos que podían predecir dónde era más probable que se acumulara el plástico en el llamado giro subtropical del Pacífico norte. Compartieron esa información con Ocean Voyages Institute.
Durante el primer año de la pandemia de COVID-19, la fundadora del Ocean Voyages Institute, Mary Crowley, y su equipo lograron recolectar un récord de 103 toneladas de plásticos y otros desechos del giro subtropical del Pacífico norte. Enviaron algunas de esas muestras al Laboratorio de Invasiones Marinas de SERC. Allí, Haram analizó las especies que los habían colonizado. Encontró muchas especies costeras, incluidas anémonas, hidroides y anfípodos parecidos a camarones, que no solo sobreviven, sino que prosperan en el plástico marino.
Para los científicos, la mera existencia de esta «nueva comunidad de mar abierto» es un cambio de paradigma.
«El océano abierto no ha sido habitable para organismos costeros hasta ahora», señala el científico senior de SERC Greg Ruiz, quien dirige el Laboratorio de Invasiones Marinas donde trabajaba Haram. «En parte debido a la limitación del hábitat, no había plástico allí en el pasado, y en parte, pensamos, porque era un desierto de alimentos».
También abre la puerta a nuevos interrogantes como, por ejemplo, cómo estos hábitats pueden afectar a los ecosistemas que se encuentran en las costas y, sobre todo, como puede influir en la expansión de las especies invasoras. En este sentido, los científicos ya vieron píldoras de lo que podría pasar con los escombros del tsunami del 2011, que viajaron desde Japón hasta América del Norte.
“Vastas colonias de especies costeras que flotan en el océano abierto durante años podrían actuar como un nuevo reservorio, dando más oportunidades para invadir nuevas costas”, informan.
