Científicos de la revista Nature señalan varias áreas de conocimiento es la que son necesarias más investigaciones para poder identificar estrategias de gestión y políticas para los ecosistemas que sean efectivas, justas e inclusivas



Animales, plantas, hongos y hasta ecosistemas completos. Cada día que pasa, el planeta sufre un poco más la alarmante pérdida de biodiversidad que parece no tener fin, a pesar de los esfuerzos de décadas de investigación y políticas internacionales que, cada vez más, intentan establecer objetivos claros en el área. Según un artículo publicado en la revista Nature Sutainability, para solucionar este problema es necesario una mayor investigación en siete áreas clave en las que se entremezclan ecología, sociología y estudio de políticas públicas.
«Necesitamos identificar estrategias de gestión y políticas para los ecosistemas y la biodiversidad que sean efectivas, justas, inclusivas y promuevan una buena calidad de vida«, asegura el director del estudio, Matías Mastrangelo, investigador de la Universidad Nacional de Mar del Plata en Argentina. Estrategias que pasan por cubrir una serie de brechas de investigación, es decir, áreas del conocimiento en las que aún no hay suficientes estudios y que ofrecen por tanto campos inexplorados para la ciencia.
El área en la que se encuentra la brecha de investigación más “urgente”, según el artículo, es la explotación del conocimiento de los indígenas y las poblaciones locales para encontrar estrategias innovadoras para mitigar el cambio ambiental. “El papel del conocimiento indígena y local para mantener los beneficios de la naturaleza para las personas se ha convertido en una brecha de conocimiento clave. Ahora tenemos que poner a la mesa a aquellos con una profunda experiencia en cambio social y gobernanza, incluidos los actores locales y tomadores de decisiones», señala Elena Bennett, profesora asociada de la Escuela de Medio Ambiente de la Universidad McGill, en Montreal (Canadá).
Patrones de consumo y naturaleza
También existe poco trabajo de campo en la identificación de patrones de consumo y cómo éstos pueden crear presiones sobre la naturaleza. Por ejemplo, la entrada masiva del aguacate en la dieta de muchos países occidentales ha provocado cambios bruscos en la agricultura y el paisaje de algunos países latinoamericanos en los que tradicionalmente se cultivaba este producto de manera menos industrial.
Otras dos áreas de investigación con lagunas son el estudio de los indicadores que se deben usar para medir la eficacia de los sistemas alternativos de gobernanza, y cómo afectan los intereses de las partes interesadas a la distribución de los beneficios de la naturaleza. Es decir, hacen falta herramientas objetivas para medir la eficacia de formas complejas de gestión de la naturaleza, en la que intervienen muchos actores de naturalezas completamente distintas.
A estas cuatro brechas de investigación se añaden la necesidad de lograr un mayor conocimiento sobre cuáles son las sinergias entre la biodiversidad y los beneficios que los humanos obtienen de la naturaleza y cómo pueden los sistemas nacionales de planificación de la contabilidad y el desarrollo tener en cuenta los múltiples beneficios que la naturaleza confiere a los humanos, más allá de los económicos.
En resumen, Nature identifica como imprescindible encontrar formas de controlar mejor las tendencias a largo plazo en procesos ecológicos y sociales clave para prevenir la pérdida de biodiversidad y detener la degradación de la tierra asociada con el cambio climático.
«Descubrimos que los objetivos de sostenibilidad global no pueden lograrse sin un mejor conocimiento sobre las retroalimentaciones entre los sistemas sociales y ecológicos, y sobre sistemas e instituciones de gobernanza eficaces que puedan brindar servicios ecosistémicos de manera equitativa y proteger a las personas vulnerables», concluye Mastrangelo.
