Año 1942. El recién creado Consorcio del Monte Corona planta en un monte cántabro especies exóticas de rápido crecimiento, entre las que se encuentran pinos y robles americanos, eucaliptos y secuoyas. Este proyecto experimental que duró tres décadas supeditó la planificación forestal a criterios productivistas pues “seguía la política de la época de reducir al mínimo las importaciones de madera y de obtener el máximo posible de nuestro territorio” explica Sheila de Cos, técnico de la oficina de turismo de Cabezón de la Sal, término municipal donde se encuentra este bosque.
Las secuoyas (Sequoia sempervirens) prometían un aumento de 1,8 metros cada año durante los diez primeros, pero la calidad de su madera no resultó ser la esperada. Aunque crecían más despacio, los eucaliptos dieron mejor rendimiento “y de las secuoyas se olvidaron”, apunta De Cos.


Así fue como, gracias al abandono de este proyecto, las secuoyas de Cabezón han permanecido entre 70 y 80 años creciendo bajo un anonimato que hoy permite visitar en Cantabria el bosque de secuoyas más grande de Europa, con una extensión de casi 2,5 hectáreas y con 848 ejemplares de entre 36 y 40 metros de altura.
El indio Sequoiah
De corteza gruesa y color pardo rojizo, las secuoyas crecen muy rectas buscando la luz del sol, a diferencia de sus ramas que lo hacen en dirección horizontal.
Igual de curioso que su aspecto es el origen de su nombre. A principios del siglo XIX, el indio cheroqui Sequoiah inventó un alfabeto para el dialecto que hablaba su tribu. Como agradecimiento, el pueblo bautizó con su nombre a este enorme árbol.


Así, esta especie se da sobre todo en la costa de California, donde el clima templado y húmedo con nieblas frecuentes reúne las condiciones óptimas para ellas. Por suerte, no tuvo problema para adaptarse al clima del norte de España ni a otras especies autóctonas. Hayas, robles, castaños y acebos conviven en este singular bosque donde las secuoyas son protagonistas. “Con las secuoyas no ocurre como con el eucalipto, que acidifica, seca y erosiona mucho el suelo y puede llegar a dejar sin agua a los árboles cercanos. Las secuoyas y estas especies se complementan muy bien”, detalla De Cos.
Sostenibilidad en este espacio natural
Declarado Monumento Natural desde 2003 por su singularidad, este espacio recibe cada año a miles de visitantes. Entre julio y agosto de 2019 lo visitaron unas 20.000 personas. Este año se estima que la cifra será superior.
Enrique, madrileño de vacaciones en Cantabria, se ha acercado a visitar el bosque tras verlo recomendado en una web de turismo. “Lo primero que sorprende es su envergadura. Creo que, en general, no estamos acostumbrados a ver árboles tan grandes en España”, cuenta el joven. Pero también le llamó mucho la atención “la sensación de paz que hay. Es un lugar casi mágico”.
El aumento de visitas, positivo para el disfrute de la gente y el reconocimiento de este lugar privilegiado, choca con la necesidad de preservarlo y protegerlo de posibles deterioros.


Encontrar el equilibrio entre poder disfrutarlo y que se siga conservando como el espacio natural y singular que es puede ser complicado. Con un sotobosque muy pobre porque la luz prácticamente no llega al suelo por su densidad y su gran desarrollo, “el tránsito de la gente hace que el suelo se vaya erosionando y que las raíces queden al descubierto”, lamenta De Cos.
Además, se ha apreciado que a algunos ejemplares les falta corteza por culpa de los visitantes que la arrancan para llevársela como souvenir, lo que las pone en peligro. “Aunque parece un tronco robusto, cuando se quita la corteza, el resto de las capas son mucho más delicadas. La corteza protege y hace que sean muy resistentes al fuego gracias a los aceites que contiene. Si la quitamos, las debilitamos mucho”, expone la experta.


“Nuestro deseo es que estos árboles sigan creciendo y puedan llegar a ser ejemplares tan importantes como los que hay en Estados Unidos, como el famoso General Sherman, un ejemplar de 83 metros de altura, 11 metros de circunferencia y más de 1.200 años. Es probablemente el ser vivo más grande y longevo del planeta”, concluye De Cos.
Por su altura y elegancia, en España las secuoyas se han empleado normalmente para fines ornamentales. Aunque el de Cabezón de la Sal es el más extenso, existen otros puntos del país con pequeños bosques. Podemos encontrar algunos ejemplares en los jardines de la Granja de San Ildelfonso (Segovia), 35 ejemplares en una finca privada de Huéscar (Granada) y un bosque en Poio (Galicia), que cuenta con ejemplares más jóvenes que el cántabro, pues fue plantado en 1992.
