Desde que los cerdos hicieron suyo el territorio de Estados Unidos, estos animales se han convertido en un quebradero de cabeza para los habitantes del país, sobre todo en Texas, donde se acumulan en mayor medida. Por eso, se ha iniciado una campaña para eliminarlos del mapa a cualquier coste, aunque no libre de polémica



¿Qué relación hay entre España y un granjero arruinado en Texas? No es una pregunta irracional. Los conquistadores que pusieron un pie en estos territorios en el siglo XVI, liderados por Hernando de Soto, querían tener a mano una fuente sólida de proteínas, de manera que se trajeron unos cuantos ejemplares de cerdo ibérico a Norteamérica.
Los descendientes de aquellos cerdos, mezclados con especímenes de otras latitudes, son hoy uno de los problemas más acuciantes de Texas. Un ejército que ronda salvaje por los bosques y las planicies, comiéndose todo lo que se cruza en su camino y causando serios daños económicos y medioambientales.
“Los cerdos no son nativos de Norteamérica”, dice por teléfono John M. Tomeček, doctor en ciencias de la vida salvaje y profesor asistente de Texas A&M University. “Los conquistadores pensaban: ¿de dónde sacaremos jamón en el Nuevo Mundo? Así que se trajeron algunos cerdos en esas primeras expediciones”.
Tomeček explica que, de todos los animales de granja, el cerdo es el más espabilado: el más capaz de sacarse las castañas del fuego en caso de necesidad. Esto es así porque, tradicionalmente, a los cerdos se los criaba en relativa libertad. Andaban por el campo buscándose la vida y alimentándose de cualquier cosa. Un pollo o una vaca en libertad son cadáveres andantes. Un cerdo en libertad puede convertirse en Rambo.


La experiencia de Texas lo prueba. Durante el siglo XIX, este fue un estado contencioso. La frontera con México se dibujó con sangre y luego vino la Guerra Civil. Muchos ganaderos dejaron atrás sus granjas, permitiendo que los cerdos se pasaran a la vida salvaje. Una transición relativamente rápida.
Cuando un cerdo abandona la granja, es capaz de desarrollar visión nocturna e incluso le crece un pelaje montaraz, de tonos oscuros. El uniforme del gremio. Hablamos de un animal capaz de pesar más de 100 kilos, correr a casi 50 kilómetros por hora, saltar vallas de un metro y comerse los cadáveres de sus compañeros muertos, huesos incluidos.
Los cerdos también tienen características dulces y encantadoras. A las dos semanas de vida, un cerdo puede reconocer su nombre. De hecho tiene su propio lenguaje de gruñidos. Los estudiosos han identificado unas 20 vocalizaciones distintas, que pueden servir, entre otras cosas, para comunicar que tienen hambre. Está probado que los cerdos sueñan y que las mamás cerdo canturrean a sus crías mientras las amamantan.
Estos adorables atributos del animal, sin embargo, quedan sepultados, a ojos de los tejanos, por los muchos inconvenientes que les plantean. Los cerdos salvajes cuestan entre 200 y 300 millones de dólares anuales al sector agropecuario de Texas. Devoran los cultivos de trigo, maíz, arroz o caña de azúcar; se comen también animales de granja y animales salvajes hasta ponerlos en la lista de en peligro de extinción.


Arruinan los suelos, contaminan el agua y suelen acarrear enfermedades que, en ellos, no resultan mortales, pero que sí se extienden letalmente a otras especies. En una región del este de Texas, entre las poblaciones de Uvalde, Eagle Pass y Ozona, el ántrax se ha convertido en una enfermedad endémica. Gracias a los cerdos salvajes. Sus bandas errantes pastan por las mañanas en los patios traseros de las casas y llegan a intimidar a los niños que esperan el bus escolar. A veces atacan.
Y se multiplican rápido. Una hembra es fértil a los seis meses de edad y puede dar a luz tres veces al año. Cada camada ronda los seis u ocho cerditos. De los aproximadamente seis millones de cerdos salvajes que deambulan para Estados Unidos, en torno a la mitad vive en Texas. Y es un cálculo conservador, según Tomeček.
“Biológicamente son animales impresionantes”, dice el experto. “Si tuviera que inventar desde la nada un animal y hacerlo todo lo terrible y dañino que pudiera para la tierra y para la gente y para todo lo demás, probablemente sería un cerdo. Es un problema que hemos creado los humanos. Depende de nosotros arreglarlo. Porque no hay ningún animal nativo que pueda solucionar nuestro problema”.
La situación ha desencadenado campañas de exterminio, o, en lenguaje aséptico, “políticas de gestión del cerdo”. Una barra libre para que los granjeros o los aficionados salgan a erradicar a los cerdos salvajes de todas las maneras posibles.
Una forma de acabar con ellos son las meras partidas de caza, y otra, las trampas, cuya práctica se ha convertido en una ciencia. Los expertos recomiendan tentar a los cerdos salvajes con sus alimentos favoritos durante un tiempo: enseñarles a acudir al mismo sitio para cenar. El maíz fermentado en cerveza es una de las mejores apuestas.


Una vez acostumbrado a transitar el mismo sendero, los tramperos recomiendan celdas circulares suspendidas a cierta altura, que, cuando caen, pueden atrapar a una banda entera de cerdos. No dejar supervivientes es una de las prioridades. Si alguno de los cerdos se escapa, puede alertar a sus congéneres de este tipo de astucias y obligar a los humanos a buscar otras estrategias.
No hay método perfecto. Pero algunos destacan sobre otros. “Lo ideal en la gestión de cerdos es que haya sitios donde podamos usar vehículos aéreos: helicópteros desde los cuales disparar a los cerdos”, dice el Dr. John Tomeček. “Con esto conseguimos dos cosas. Primero, quitamos a este grupo de cerdos del territorio y probablemente pase algún tiempo antes de que aparezca otro grupo. Pero, también, hace que no queden supervivientes que hayan descubierto lo que estamos haciendo. Suena absurdo, pero las investigaciones demuestran que, si usamos el helicóptero y no los matamos a todos, a veces se esconderán cuando escuchen el sonido”.
La industria de la muerte del cerdo salvaje está prosperando. Otros estados, como Wyoming o Montana, toman nota de lo que sucede en Texas y quieren evitar una situación así. Los vendedores de armas ya se han posicionado en el mercado y la Asociación Nacional del Rifle lleva tiempo publicitando el problema y proponiendo su solución: el viejo, simple y despiadado lenguaje de las balas.
Las farmacéuticas también participan, a través de la creación de medicamentos capaces de esterilizar a los cerdos macho. Un grupo de científicos ha desarrollado HogStop: una respuesta a las quejas de los granjeros, que llevan tiempo diciendo a las autoridades que las trampas y la pólvora no son suficientes para contrarrestar la reproducción masiva del animal. El Gobierno estatal ha elogiado la idea de la esterilización.


“El problema de los cerdos salvajes ha explotado en una crisis”, declaró el comisario de Agricultura de Texas, Sid Miller. “Los granjeros y rancheros de Texas necesitan cada herramienta que tengan a su disposición para parar a estos cerdos. Con este nuevo producto, estamos un paso más cerca de mi objetivo de convertir al cerdo salvaje en una especie en peligro de extinción en Texas”.
La liberalidad con la que se persigue a estas criaturas ha generado prácticas que las asociaciones defensoras de los derechos de los animales, como PETA, consideran sádicas y abusivas. Existen, por ejemplo, actividades turísticas del exterminio del cerdo. Como retrata este reportaje de Vice, cualquiera puede ir a determinados condados de Texas, pagar un dinero y echar una mañana disparando a familias de cerdos salvajes desde un helicóptero. También se celebran rodeos en los que se persigue a los cerdos por la arena, golpeándolos, agarrándolos de la cola y metiéndolos en sacos entre aullidos.
La inteligencia del cerdo no solo sirve para causar daños y burlar las estratagemas del hombre, sino que también los haría ser animales sensibles y empáticos, capaces de sufrir en situaciones de estrés. Sociedades animalistas dicen que los cerdos son más inteligentes que un perro e incluso que un niño de tres años. “Poseen la capacidad cognitiva compleja de adoptar la perspectiva de otro individuo, y han mostrado comportamientos que indican conciencia de sí mismos”, dice la veterinaria de PETA, la Dra. Ingrid Taylor. “Exhiben contagio emocional, una forma de empatía”.
El cerdo salvaje está por todo el mundo. También en Europa, el Caribe o el sur de Asia. Pero es en Texas donde ha alcanzado una posición de fuerza. De los 254 condados del estado, 253 tienen cerdos salvajes. Su reproducción es mucho más rápida que su control. Una situación en la que humano y cerdo se encuentran frente a frente, enzarzados en una especie de batalla primigenia, de esencias neolíticas.
