Durante años se ha creído que las tortugas bobas del Pacífico Norte eran distintas a las de Japón debido a que era prácticamente imposible que cruzasen la Barrera de Pacífico Oriental. No obstante, son la misma especie y ambas poblaciones se comunican gracias a un corredor térmico que acaban de descubrir



Seis de las siete especies de tortugas marinas están catalogadas “en peligro crítico” por la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) dadas las amenazas, sobre todo antropogénicas, a las que se enfrentan en su día a día.
Esta situación ha llevado a innumerables expertos a realizar constantes investigaciones sobre esas especies durante años para comprender mejor sus patrones de comportamiento. Sin embargo, y a pesar de la enrome cantidad de datos obtenidos, se habían visto incapaces de resolver un misterio que envuelve a una de las especies.
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Más que por la distancia, los científicos hacen alusión a “una barrera infranqueable” para las tortugas bobas, conocida como la Barrera del Pacífico Oriental, que no es otra cosa que una corriente de agua muy fría incompatible con la vida de este tipo de tortugas necesitadas de temperaturas más templadas.
Sin embargo, estudios realizados en la década de los 90 y a principios de los años 2000 verificaron que las tortugas de las costas americanas y japonesas eran la misma especie. Esto hizo pensar a los investigadores que las crías de esta especie migran hacia la costa oeste de los Estados Unidos y México para después regresar a Japón, donde perpetúan la especie. Pero ¿cómo es posible que las tortugas pudiesen realizar semejante travesía con esas condiciones climáticas?
Para resolver el misterio, expertos del Instituto Stanford crearon el mayor conjunto de datos sobre tortugas bobas marcadas por satélite jamás compilado, emplearon sofisticadas técnicas oceanográficas de detección remota y recopilaron uno de los primeros registros detallados del envejecimiento de las tortugas marinas y las pruebas de isótopos estables.


«Durante décadas, nuestra capacidad para conectar los puntos migratorios para esta especie en peligro de extinción ha sido esquiva», comenta Dana Briscoe, autora principal de este estudio que se publica en la Frontiers in Marine Science.
«Este trabajo se basa en la columna vertebral de una investigación excepcional sobre estos ‘años perdidos’ y, por primera vez, estamos emocionados de proporcionar evidencia de un ‘corredor termal’ para explicar un misterio tanto tiempo sin resolver de uno de los mayores migrantes del océano», adelanta la experta en un comunicado.
En su trabajo, los expertos comenzaron observando un estudio de 15 años que rastrea los movimientos de más de 200 tortugas marcadas con dispositivos de rastreo satelital. Seis de las tortugas llamaron la atención de los investigadores porque, a diferencia del resto de sus compañeras, realizaron distintos movimientos hacia la costa norteamericana.
Además de este cambio de rumbo, los científicos se percataron que estas tortugas “centinela” iniciaron su travesía durante los primeros meses de primavera y curiosamente a través de una franja significativamente más cálida que el resto de las tortugas.
Después, un análisis identificar los años en que las tortugas bobas llegaron a Baja California midiendo las «huellas dactilares» de isótopos estables en los huesos de las tortugas marinas varadas en las playas allí. Debido a que, como nosotros, las tortugas son lo que comen, estas firmas de isótopos estables pueden revelar cuándo las tortugas pasaron del mar abierto a la costa. El análisis mostró un número anual significativamente mayor de tortugas marinas con rumbo al este durante las condiciones cálidas del océano.


La causa probable, según los investigadores radica en el desarrollo de un «corredor térmico» a partir de temperaturas de la superficie del mar inusualmente cálidas debido a El Niño y otras condiciones de calentamiento intermitente que permitieron a las tortugas cruzar la Barrera del Pacífico Oriental hacia zonas de alimentación costeras.
Según el estudio, ese corredor estuvo presente durante el final de la primavera y el verano, y también fue precedido por un calentamiento temprano de las temperaturas en los meses previos a su apertura. Tales condiciones anómalas, especialmente si se mantienen durante varios meses, pueden proporcionar señales ambientales clave para las tortugas marinas y otros animales concentrados en el borde oriental del Pacífico central que se está abriendo el corredor termal.
Ahora bien, advierten que el nacimiento de este corredor puede ser parte de una tendencia derivada del cambio climático que puede derivar en una transformación de la distribución y las rutas migratorias de criaturas que van desde aves marinas hasta tiburones blancos y presenta nuevos desafíos de conservación.
Según detallan, para la tortuga boba podría significar una mayor exposición a la captura incidental -captura no intencional de la pesca- frente a la costa de Baja California y otras áreas de alimentación potencialmente importantes de América del Norte, incluida la ensenada del sur de California.
«Comprender cómo y por qué especies como la tortuga boba del Pacífico norte se mueve entre los hábitats es crucial para ayudarlos a sortear las amenazas. Las tecnologías y los análisis emergentes pueden ayudar a iluminar estos viajes», concluye Larry Crowder, otro de los autores de la investigación.
