Este 29 de junio se celebra el Día Internacional de los Trópicos, una fecha clave para reconocer la gran diversidad de estas zonas y concienciar sobre los retos y las oportunidades a los que se enfrentan los pueblos que los habitan en un contexto de cambio climático



Los trópicos son indispensables para la salud del planeta. Estas regiones de la Tierra, comprendidas entre los paralelos denominados trópico de Cáncer, en el hemisferio boreal, y trópico de Capricornio, en el austral, son por lo general cálidas y las estaciones están poco marcadas por el cambio de las temperaturas, unas condiciones perfectas para el desarrollo de una increíble diversidad tanto vegetal como animal. De hecho, se calcula que los trópicos albergan el 80% de la especies del planeta y cuenta con el 95% de la superficie de manglares del planeta. Sin embargo, estas regiones también tienen la proporción de especies amenazadas y el mayor ritmo de pérdida de biodiversidad de todo el mundo, una difícil situación que se explica según Naciones Unidas por factores como el cambio climático, la deforestación, la explotación maderera, la urbanización y los cambios demográficos.
Sin ir más lejos, en 2020 se perdieron cerca de 2,3 millones de hectáreas solo en la selva amazónica, una de las áreas más extensas de los trópicos que en las últimas décadas está sufriendo una «pérdida alarmante» que está acelerando aún más el cambio climático, según advierten desde el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP). Un problema que es especialmente grave para los manglares, que constituyen un ecosistema único formado por árboles o arbustos que crecen en agua salada y viven semisumergidos en la zona intermareal de las costas tropicales o subtropicales.
Los manglares son sistemas muy sensibles a la variación de las condiciones ambientales, por eso, el cambio climático representa su principal amenaza. En concreto, estos ecosistemas están “adaptados a unas condiciones muy especiales de salinidad, nivel del agua, sustrato y clima, las cuales se están viendo alteradas, afectando muy negativamente al funcionamiento de los manglares”, según explica la Coordinadora de Bosques del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Diana Colomina.
De hecho, los manglares desempeñan «un papel fundamental» en la lucha contra el cambio climático, ya que son capaces de absorber hasta cinco veces más dióxido de carbono que los bosques terrestres y pueden «capturar el dióxido de carbono (CO2) y transmitirlo al suelo, que tiene una capacidad de almacenaje mucho más amplia, donde queda secuestrado, evitando que este escape a la atmósfera”, explica Colomina. No obstante, también son ecosistemas muy sensibles a la variación de las condiciones ambientales y el cambio climático representa su principal amenaza. Por ello, la coordinadora de WWF alerta de que los ecosistemas tropicales deben ser protegidos y gestionados de una manera sostenible que permita seguir asegurando el bienestar de las personas y de la biodiversidad que dependen de estos.


En cualquier caso, según explica la ONU, las naciones tropicales han realizado en las últimas décadas progresos importantes, pero aún se enfrentan a diversos desafíos que requieren una atención especial en una serie de indicadores y datos sobre desarrollo para alcanzar un desarrollo sostenible que beneficiaría a un gran número de personas: se calcula que para 2050 en los trópicos vivirá la mayor parte de los habitantes del planeta y, en concreto, casi dos tercios de la población infantil. Sin embargo, en concordancia con los altos niveles de pobreza de la región, actualmente en los trópicos hay más personas malnutridas que en otras partes del mundo y la proporción de población urbana que vive en barrios marginales es mayor que en otras regiones del planeta.
Por otro lado, esta serie de problemas sociales y económicos tienen también un impacto en el derecho humano al agua y saneamiento, ya que según Naciones Unidas el 54% de las reservas de agua renovables del mundo se encuentran en unos trópicos donde, debido a la falta de inversión y desarrollo de los recursos hídricos, casi la mitad de la población sufre escasez de agua.
Las lluvias se retrasan en los trópicos
Los trópicos se caracterizan por presentar temperaturas cálidas durante todo el año, con una media entre 25 a 28 grados Celsius. Esto se debe a que los rayos del sol inciden con menor inclinación sobre esta zona del planeta, impidiendo que se debiliten al atravesar la atmósfera. Como consecuencia, tampoco experimentan las estaciones como el resto de la Tierra y solo se registran dos a lo largo del año: la estación húmeda y la estación seca. Una cualidad meteorológica que en general produce una situación hídrica favorable para la mayoría de los países tropicales, ya que aunque hay zonas como el desierto del Sahara en África que sólo recibe entre 35 y 100 litros por metro cuadrado de lluvia al año, muchos tienen casi 3.000 milímetros (litros por metro cuadrado) de lluvia al año.
Sin embargo, los aumentos en los gases invernadero y las reducciones en los aerosoles generados por humanos han retrasado cuatro días la estación de lluvias en zonas tropicales y el Sahel entre 1979 y 2019. Un retraso que podría significar un retraso en la producción de cultivos, exacerbar las olas de calor y empeorar los incendios forestales, entre otras consecuencias, según revela un estudio publicado esta misma semana en Nature Climate Change.


«El calentamiento global que hemos visto ya se ha atribuido a las actividades humanas con un gran nivel de confianza estadística», ha explicado en un comunicado la científica atmosférica del PNNL (Pacific Northwest National Laboratory) Ruby Leung, coautora del estudio. «Pero, históricamente, no hemos tenido mucho éxito en identificar la huella de la actividad humana en el ciclo hidrológico. Este estudio muestra que, sí, el inicio tardío de las lluvias monzónicas, junto con el calentamiento futuro proyectado por los modelos climáticos, ya ha surgido», asegura.
Irónicamente, el retraso de la lluvia es causado por una atmósfera cada vez más húmeda. A medida que los gases de efecto invernadero calientan la superficie de la Tierra, más vapor de agua llega a la atmósfera. Esta humedad adicional aumenta la cantidad de energía necesaria para calentar la atmósfera a medida que la primavera se convierte en verano, lo que puede cambiar el tiempo de las estaciones lluviosas. «Cuando hay más vapor de agua en la atmósfera, se vuelve más parecido al océano», ha relatado otro de los autores del artículo, el científico Fengfei Song. «Y sabemos que el océano tarda más en calentarse que la atmósfera. Más humedad significa que la atmósfera tardará más en absorber energía y producir lluvia», ha apostillado.
