Los vertebrados se están extinguiendo a un ritmo mayor del esperado

Los vertebrados se están extinguiendo a un ritmo mayor del esperado

Un nuevo estudio señala que las tasas de extinción que se establecieron en el 2015 han aumentado, por lo que se creen que en las próximas dos décadas desaparezcan el mismo número de vertebrados que durante el siglo pasado. Ante este futuro, los científicos claman soluciones, como el cierre de los mercados ilegales de vida silvestre


Muchas de las actividades humanas están desencadenando una destrucción sin precedentes que amenazan críticamente a miles de especies en todo el mundo, incluida la nuestra, y a los ecosistemas que las acogen. Tal es el nivel de decadencia que en 2015 un estudio realizado por el biólogo Paul Ehrlich ya advirtió del inicio de la sexta extinción masiva. Una extinción que ahora, cinco años después, se ha estimado que es mucho más grave de lo que se creía.

Así lo ha declarado Paul Ehrlich en un nuevo artículo publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences. En él, el científico ha mostrado que en todo el siglo XX al menos 543 especies de vertebrados terrestres se extinguieron, una cifra que espera ahora que se repita en las próximas dos décadas.

“Lo que hagamos para enfrentar la actual crisis de extinción en las próximas dos décadas definirá el destino de millones de especies”, ha declarado Gerardo Ceballos, investigador principal del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México y unos de los autores de la investigación.

Para comprender mejor la crisis de extinción, los investigadores analizaron la abundancia y distribución de especies en peligro crítico. Con los datos sobre la mesa descubrieron que 515 especies de vertebrados terrestres, el 1,7% del total analizado, se encuentran al borde de la extinción, es decir, que quedan menos de 1.000 ejemplares de ellas.

Además, observaron que 237.000 poblaciones de esas 515 especies se extinguieron desde 1900. Se trata de un dato revelador, pues un menor número de poblaciones se traduce en un menor número de servicios ecosistémicos que ofrecen y, lo que es peor, el desajuste del ecosistema.

“Por ejemplo, la caza excesiva de nutrias marinas condujo a una sobrepoblación de erizos de mar, su principal alimento. El mayor número de erizos comenzó entonces a sobreexplotar su alimento principal, las algas, que al poco tiempo desaparecieron y, en consecuencia, arrastraron a las ‘vacas marinas’”, han señalado los científicos.

En este sentido, han advertido que la pérdida de esas especies en peligro de extinción puede desencadenar un efecto dominó sin precedentes ya que el 84% de las especies con poblaciones menores de 5.000 ejemplares viven en las mismas áreas que las especies con poblaciones menores de 1.000.

“Este hecho crea las condiciones para una reacción en cadena en la que la extinción de una especie pueda desestabilizar el ecosistema entero, poniendo a otras especies en mayor riesgo de extinción. La extinción solo genera extinción”, han subrayado en el estudio.

Necesidad de un cambio

Según los investigadores, estos hallazgos podrían ayudar a los esfuerzos de conservación al resaltar las especies y las regiones geográficas que requieren la atención más inmediata. Además, podrían ayudar a destapar algunos de los factores responsables del aumento de la tasa de extinción.

La destrucción de la biodiversidad estrecha nuestro contacto con aquellas especies portadoras de patógenos nocivos

Los científicos han señalado, en este último aspecto, al comercio ilegal de vida silvestre como uno de los grandes factores que no solo representa una continua amenaza para aquellas especies en peligro de extinción, sino también para la nuestra.

El motivo de esta afirmación reside en el surgimiento del SARS-CoV-2, que se cree que se originó en los murciélagos y se transmitió a los humanos a través de otra criatura en un mercado de animales vivos.

“Los animales salvajes han transmitido muchas otras enfermedades infecciosas a los humanos y animales domésticos en las últimas décadas debido a la invasión del hábitat y la recolección de vida silvestre para la alimentación”, han señalado.

«Depende de nosotros decidir qué tipo de mundo queremos dejar a las generaciones venideras: uno sostenible o uno desolado en el que la civilización que hemos construido se desintegra en lugar de basarse en éxitos pasados», han concluido los autores.


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