Bitcoin y el impacto ambiental del almacenamiento de datos

Bitcoin y el impacto ambiental del almacenamiento de datos

Bitcoin y el impacto ambiental del almacenamiento de datos

Solo en 2020 la red de Bitcoin procesó 120 millones de transacciones. Una serie de operaciones que dejaron un trazo en el mundo físico: las máquinas que hacen posible su existencia consumen al año tanta electricidad como Polonia


Argemino Barro
Nueva York | 28 enero, 2022


Todas estas letras y números que, en este momento, usted está viendo en pantalla: el texto, las fotografías, la publicidad y el resto de páginas a las que puede acceder con uno o dos clics, no son producto de la magia. Parece que sí, que flotan en un éter primordial, pero lo cierto es que están almacenados en lugares físicos que emiten calor y que se pueden tocar: casi como si fueran papiros o sacos de harina. Tienen una presencia material en los múltiples, y crecientes, centros de almacenamiento de datos que acumulan las grandes corporaciones de internet.

El país con mayor número de centros de datos del mundo es Estados Unidos: tiene 2.670, seis veces más que el siguiente país en la lista. Una especie de red neuronal palpable donde se apilan las páginas web, las redes sociales, los datos personales de los consumidores, los servidores del correo electrónico o las mastodónticas operaciones de los gobiernos y de las grandes empresas. Los centros de datos más voluminosos son los de CenturyLink, Verizon, Digital Realty, AT&T y Equinix.

Hay condados que están haciendo lo posible por atraer estos almacenes digitales. En Mesa, Arizona, se están concentrando los centros de datos de corporaciones como Google, propiedad de Alphabet. Las autoridades locales firmaron el contrato con la empresa en 2019, y prometieron a la población toda una serie de bendiciones. Quizás Mesa, rodeada por un desierto poblado por enormes cactus, no se convertiría en la nueva Silicon Valley, pero la compañía de internet más famosa del mundo crearía empleo y dejaría 150 millones de dólares en ingresos fiscales el próximo cuarto de siglo.

Aún así, había algunas contraindicaciones. Mesa garantiza a Google el uso de casi cuatro millones de litros de agua diarios para mantener refrigerados sus centros de datos. Una cantidad que puede cuadruplicarse, hasta los 15 millones de litros, si la empresa alcanza las metas de expansión propuestas.

Estas cantidades son aún más notables si tenemos en cuenta que Arizona padece un proceso de desertificación. Se trata del único estado en el que confluyen los cuatro desiertos estadounidenses; un estado en el que una familia corriente, en verano, pueden pagar hasta 600 dólares mensuales de aire acondicionado. En su principal ciudad, Phoenix, la temperatura puede no bajar de los 32 grados centígrados durante días, ni siquiera en mitad de la noche. Y hay sequía desde hace 27 años.

bitcoin
Vista aérea de la localidad de Mesa, Arizona.

El coste medioambiental de los centros de datos podría explicar el secretismo de Google, que se niega a desclasificar cuánta agua usa para refrigerar sus máquinas, y hace que los poderes públicos tampoco lo revelen. Aunque se han filtrado datos: la empresa. En 2019, según publica la revista Time, “Google pidió, o se le concedieron, más de 2.300 millones de galones (7.500 millones de litros) de agua para los centros de datos en tres estados diferentes, según las actas públicas colgadas en internet y las peticiones legales”.

Y se trata de un sector en crecimiento. Google, que posee 21 centros de datos en EEUU, se limita a seguir los pasos de Amazon o de Microsoft. Las empresas que tienen un poderoso negocio de la nube requieren enormes espacios en los que almacenar ese universo de información, lo que ha llevado a tratar de innovar, también, en la manera de enfriarlos sin incurrir en un enorme coste.

Pero, de todas las múltiples dimensiones del mundo digital, una que parece diseñada tanto para desbrozar nuevos caminos en innovación, como para gastar notables recursos, es la dimensión de la tecnología de blockchain: la arquitectura digital en forma de red que aporta la estructura, por ejemplo, de criptomonedas como la famosa bitcoin.

Un informe del Programa Medioambiental de Naciones Unidas (UNEP) ensalza las ventajas de usar el bitcoin para dinamizar algunas de las políticas climáticas, sobre todo en el mundo en desarrollo. Una empresa australiana, Power Ledger, por ejemplo, ha establecido en una región de la India, Uttar Pradesh, una serie de paneles solares en viviendas particulares. Los dueños pueden vender la energía a otras personas y los precios se negocian y se pagan en blockchain, de manera horizontal y transparente. Un programa piloto que puede economizar el uso de la energía y acabar con la necesidad de dar fuertes subsidios.

“El mundo necesita bajar las emisiones casi a la mitad en los próximos ocho años para estar camino de un mundo de 1,5 grados [el límite del calentamiento global deseado por Naciones Unidas], mientras, al mismo tiempo, se expande el acceso a la energía para traer a cientos de millones de personas a las redes energéticas”, declaró Mark Radja, jefe de la rama de Clima y Energía de la UNEP. “La tecnología blockchain puede desempeñar una parte haciendo posible una monitorización de cargas, una generación y una distribución de la red más precisas, a través del uso eficaz de los datos”.

La tecnología blockchain podría revolucionar el mundo de los datos climáticos.

La formidable flexibilidad de la tecnología blockchain abre estos nuevos horizontes, pero tiene un notable coste medioambiental. La generación de nuevos bloques de la red bitcoin se hace mediante un proceso llamado “minería”, que consiste en resolver problemas matemáticos complejos. El resultado del trabajo se comunica luego al resto de nodos de la red, que le dan o no su visto bueno, y el minero se lleva así un beneficio. Todas estas transacciones requieren una enorme capacidad informática. Y esa capacidad informática consume más energía que muchos países.

Además, parte del atractivo de las criptomonedas reside en el libre acceso, la descentralización y el anonimato. Se trata de un mundo poco regulado. Al no haber una entidad que controle las transacciones, estas pueden repetirse hasta el infinito, lo cual conlleva una acumulación y un coste en el mundo físico de los almacenes de información.

Solo en 2020, según Fortune, la red de Bitcoin procesó 120 millones de transacciones. Una serie de operaciones que dejaron un trazo en el mundo físico. Esa máquinas, que parecen estar en un gimnasio de ejercicios informáticos, consumen al año tanta electricidad como Polonia. Además, alrededor de 30 toneladas de desechos electrónicos se producen anualmente como subproducto de la minería de Bitcoin.

Tal es así que, hasta ahora, muchas de estas transacciones se efectuaban en ordenadores de China. Y la mayoría se hacían, en concreto, la temporada húmeda, lo cual permitía aprovechar la energía hídrica del gigante asiático para alimentar de electricidad los ordenadores. Pero China asestó un golpe a la industria al prohibir la minería de bitcoin dentro de sus fronteras, lo cual obligará a trasladar esas máquinas a otros países que quizás no tenga el poder generador de los asiáticos.

La digitalización de una buena parte de la economía y las comunicaciones ha sido una bendición, por ejemplo, para millones de hectáreas de bosques en todo el mundo. A cambio, un horizonte nuevo se abre: prometedor y hambriento de energía.



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