La concentración de gases de efecto invernadero volvió a alcanzar un nuevo récord el año pasado, y la tasa de aumento anual registrada fue superior a la media del período 2011-2020, según un nuevo boletín de la OMM, que anima de cara a la COP26 a incrementar la ambición



El nuevo boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) lanza un mensaje contundente: si las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) continúa con el actual ritmo, el incremento de la temperatura a finales de este siglo superará por mucho los objetivos marcados en el Acuerdo de París.
En concreto, expone que el dióxido de carbono (CO2), el principal GEI de nuestra atmósfera, alcanzó en el 2020 una concentración de 413,2 partes por millón (ppm), situándose un 149% por encima de los niveles preindustriales.
El aumento en la concentración de CO2 de 2019 a 2020 fue ligeramente inferior al observado entre 2018 y 2019, pero superior a la tasa de aumento medio anual del último decenio. Y ello se produjo a pesar de que en 2020 las restricciones impuestas a raíz de la COVID-19 causaron una disminución de aproximadamente un 5,6 % en las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles.
“La ralentización económica causada por la COVID-19 no tuvo ningún efecto evidente en los niveles atmosféricos de los gases de efecto invernadero ni en sus tasas de aumento, aunque sí se produjo un descenso transitorio de las nuevas emisiones”, señala la OMM.
En cuanto al metano, el boletín destaca que es responsable del 16% del efecto de calentamiento provocado por los GEI y se sitúa un 262% por encima de los niveles preindustriales. Alrededor del 60% provienen de fuentes antropogénicas y, aunque es un gas 20 veces más potente que el CO2 y su reducción acarrearía distintos beneficios, la OMM insiste en seguir focalizándonos en la mitigación del dióxido de carbono.


Por su parte, de los óxidos nitrosos, que además agotan la capa de ozono, informan que solo el 40% provienen de fuentes antropogénicas y que su concentración en un 123% más elevada con respecto a los niveles preindustriales.
En su conjunto, el forzamiento radiativo ejercido por los gases de efecto invernadero de larga vida aumentó en un 47%, y cerca del 80 % de ese incremento se debió al CO2. El problema es que los autores del boletín señalan que todas las cifras pueden ir a peor debido a que en un futuro los océanos y los ecosistemas pierdan eficacia como sumideros de carbono.
Aproximadamente la mitad del CO2 emitido en la actualidad a raíz de las actividades humanas permanece en la atmósfera, mientras que océanos y ecosistemas terrestres absorben la otra mitad. El cambio climático en curso y las retroalimentaciones conexas, como el aumento en la frecuencia de las sequías y el consiguiente incremento en la cantidad de incendios forestales y su intensidad, podrían reducir la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber CO2, según la OMM.
Esos cambios ya se están produciendo, y en el boletín se evidencia la transición de una parte de la Amazonia de sumidero a fuente de carbono. La absorción oceánica también podría reducirse debido al aumento de la temperatura de la superficie del mar, a la disminución del pH causada por la captación de CO2 y a la ralentización de la circulación oceánica meridional consecuencia del incremento de la fusión del hielo marino.


“La cantidad de CO2 en la atmósfera superó el hito de las 400 ppm en 2015. Y solo cinco años después, rebasamos las 413 ppm. Esto no es una mera fórmula química y unas cuantas cifras en un gráfico. Conlleva repercusiones negativas de primer orden para nuestra vida cotidiana y nuestro bienestar, para el estado de nuestro planeta y para el futuro de nuestros hijos y nietos», comenta la OMM.
«El dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos y aún más tiempo en los océanos. La última vez que se registró en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre tres y cinco millones de años. En esa época la temperatura era de 2 a 3°C más cálida, y el nivel del mar, entre 10 y 20 metros superior al actual, pero entonces no había 7 800 millones de personas en el planeta”, añade la OMM.
En este sentido, el boletín sirve como una advertencia de cara a la vigesimosexta Conferencia de las Partes (COP26) ya que se presenta como la “última oportunidad” de la humanidad para revertir sus acciones nocivas en el planeta. Sin embargo, la OMM apela a que aun se deben cristalizar las ambiciones que obren cambios en lo concerniente a los gases que impulsan el cambio climático.
«Debemos transformar nuestros sistemas industriales, energéticos y de transporte y todo nuestro estilo de vida. Los cambios necesarios son asequibles desde el punto de vista económico y viables en el plano técnico. No hay tiempo que perder», asegura la OMM.
