Estados Unidos tiene un déficit de acceso a internet que limita las oportunidades personales y económicas de su población más desfavorecida, y que se ha manifestado con toda su aspereza durante la pandemia. Ahora el Gobierno federal, como parte de sus planes de estímulo, trata de coser esta diferencia tecnológica.
Según datos del censo de 2018, el 15% de los estadounidenses carece de conexión a internet, sea por cable, fibra o a través de los datos del teléfono móvil. Es aproximadamente el doble que en España, y eso si nos fiamos de los datos oficiales. En 2019 otro estudio del regulador FCC colocaba la cifra en 21 millones de estadounidenses, pero se trataba de números proporcionados por las grandes empresas de telecomunicaciones, sospechosas de exagerar el alcance de sus servicios. Un informe de Broadband Now calcula que son 42 millones, y uno de Microsoft alega que más de la mitad de la población, 163 millones de personas, no tiene un internet de calidad.


El primer desafío a la hora de acortar estas diferencias, por tanto, es recopilar unas cifras fiables, efectuando un mapeado de Estados Unidos que recoja los puntos ciegos de internet y determine las necesidades en infraestructura. Sin números precisos el Gobierno está ciego. Pese a la escasez de información, todas las estimaciones apuntan a que la falta de internet abunda sobre todo en las zonas rurales y entre las familias de escasos ingresos. Como en cualquier otro parámetro socioeconómico estadounidense, la población afroamericana suele tener un menor acceso que los otros grupos demográficos.
La pandemia de coronavirus, que ha obligado a la civilización a depender más que nunca del ciberespacio, por ejemplo para educar a los niños, acceder a las ayudas públicas, consultar al médico de forma remota o encargar bienes de primera necesidad, ha empeorado esta brecha. Muchas de estas personas ya no pueden acudir a una biblioteca pública a mirar su correo electrónico, ya que estas siguen cerradas, y las dificultades económicas han hecho que muchos americanos dejasen de pagar las facturas de internet y se quedaran sin servicio.
«El 15% de los estadounidenses carece de conexión a internet, sea por cable, fibra o a través de los datos del teléfono móvil»
En algunas localidades es habitual ver a niños haciendo sus deberes en el aparcamiento de un McDonald’s o cerca de autobuses equipados con una señal de wifi. Una realidad palpable en poblaciones sureñas como Victoria, en Texas, o Pine Bluff, en Arkansas, donde uno de cada tres habitantes no tiene una suscripción a internet y los puntos de wifi están valoradísimos. Hasta los dueños de pequeños negocios, por ejemplo, acuden a ellos una o dos veces al día para hacer sus pedidos.
“Hay menos gente con internet que con cañerías”, escribe Tom Wheeler, exdirector del FCC y miembro del Brookings Institute. “Para demasiados americanos esas conexiones pueden estar físicamente disponibles pero son fiscalmente inasequibles. Un estudio de la Fundación Benton descubrió que los americanos de bajos ingresos pueden pagar unos 10 dólares al mes por una conexión a internet, pero la suscripción de banda ancha cuesta en torno a los 60 dólares al mes”.
La falta de conexión no solo afecta a quienes tienen pocos recursos. El hombre que acuñó el término de “brecha digital”, Larry Irving, antiguo subsecretario de Comunicaciones de Bill Clinton, se encontró paradójicamente sin acceso a wifi al principio de la pandemia. El responsable de diseñar las primeras regulaciones de internet salió de Washington para establecerse en una propiedad cercana al Parque Nacional de Shenandoah, en la vecina Virginia. Tenía la intención de dirigir desde allí su consultoría. El único problema es que no le llegaba el wifi. El alto cargo que alertó, a mediados de los años noventa, de que el acceso a la red tenía que ser igualitario, se vio conduciendo día tras día a la biblioteca pública local para captar conexión.


Las razones de este desequilibrio están imbricadas en el propio sistema socioeconómico de EEUU: en sus pobres infraestructuras y en las disparidades entre las razas o entre el campo y la ciudad; sus grandes extensiones geográficas también dificultan la llegada de internet a lugares remotos y poco poblados. Simplemente, no resulta rentable para las empresas de telecomunicaciones. Unas empresas que, además, incurren en prácticas cercanas al oligopolio.
«La falta de internet abunda sobre todo en las zonas rurales y entre las familias de escasos ingresos»
Un estudio del Center for Public Integrity descubrió que los precios del servicio de internet en Estados Unidos pueden ser 3,5 veces más altos que Francia. Entre otros motivos, los grandes proveedores como Verizon, Sprint o AT&T parecen repartirse los territorios como señores feudales que no quieren competir entre sí. En Nueva York, por ejemplo, es habitual que un hogar solo disponga de un proveedor de internet, que empieza ofreciendo una oferta de 50 dólares al mes por una conexión mediocre y de repente sube el precio a 80 y luego a 120 dólares, sin que el consumidor pueda elegir una alternativa. A no ser que sea quedarse sin internet.
Quizás por eso, a pesar de que la infraestructura de ancho de banda alcanza al 98% de los hogares neoyorquinos, solo la mitad lo ha contratado. A día de hoy sigue habiendo medio millón de hogares en la Gran Manzana que no tienen conexión, según la oenegé Citizen’s Committe for Children.
Medidas del Gobierno
Las necesidades evidenciadas por los últimos meses de encierro y otras limitaciones físicas han animado a actuar a los legisladores. El segundo paquete de estímulo económico, firmado por el Congreso a finales de diciembre, incluía una partida de 7.000 millones de dólares para expandir la infraestructura y el acceso a internet.
“Las conexiones de ancho de banda son esenciales para los americanos que buscan nuevos empleos, y para acceder a la escuela, a la sanidad y a otros servicios del Gobierno”, declaró entonces el demócrata Ron Wyden, senador de Oregon y uno de los autores de la Ley de Conexiones de Emergencia, añadida al paquete. “Asegurar que las familias trabajadoras puedan estar en línea aportará dividendos enormes a la educación de los niños, ayudando a la gente a encontrar empleos e iniciando la recuperación económica”.


La ley proveía de conexión a internet a los hogares que carecieran de ella o que la hubieran perdido (unos 33 millones en total), aportaba inversiones de ancho de banda en regiones campestres, territorios de tribus nativas americanas y barrios urbanos de mayoría negra. También incorporaba una iniciativa para mapear las conexiones en EEUU y especificar mejor las necesidades.
«Biden pretende destinar 20.000 millones de dólares a la construcción de infraestructuras para ampliar el acceso a internet»
La Administración Biden quiere añadir capas a este proyecto, en parte por razones políticas. El gran reto de su campaña presidencial fue laminar el apoyo a Donald Trump en las regiones rurales: penetrar su fortaleza entre los votantes obreros blancos, que lo habían llevado al poder en 2016. Uno de los métodos de Biden fue adoptar algunos planes de corte nacionalista, como el “Buy American”, una manera más o menos disimulada de imitar el “America First” de Trump en el plano económico. Otro, la promesa de invertir en el desarrollo de la conectividad en las regiones del interior, lo que ya había estado haciendo el anterior Gobierno.
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El llamado “Plan para la América Rural” de Biden quiere llevar internet, sea en ancho de banda o en el moderno 5G, “a todos los americanos”. Su proyecto destinará 20.000 millones de dólares a la construcción de infraestructuras y triplicará los fondos disponibles para que las autoridades locales desarrollen sus propias estrategias de conexión. “No es algo sin precedentes”, declaró a The New Yorker Jessica Rosenworcel, nueva directora en funciones del FCC. “Lo hicimos antes con la electrificación. Necesitamos hacerlo ahora con la digitalización”.
Hay otros otras ideas circulando, desde actualizar el programa E-Rate, que provee de tecnología y equipos de wifi a las escuelas y bibliotecas públicas, hasta la ambiciosa construcción de una señal wifi que cubra todos los rincones de los inmensos Estados Unidos. Algo que enarca las cejas de los expertos de la industria. “Estaría fenomenal, pero no sé cómo podría eso sobrevivir políticamente”, dijo a la CNN Gigi Sohn, profesor de la Universidad de Georgetown y antiguo cargo de la FCC. “¿Conectividad gratis de alta velocidad para cada hogar de Estados Unidos? No va a suceder”.
