Los epidemiólogos señalan al cambio climático con el progresivo aumento de las temperaturas y del nivel del mar, la contaminación, el ozono, y los incendios como algunos de los fenómenos que están poniendo en riesgo la salud de la población. Solo las olas de calor podrían triplicar las 4.600 muertes registradas este verano por esta causa



Rediseñar las ciudades, implementar nuevos planes de prevención, apostar por la educación ambiental o poner en marcha sistemas de alerta y vigilancia especializados en cuantificar los efectos dañinos del cambio climático (como las muertes por calor) son, según los expertos, algunas de las claves que ayudarían a mitigar los efectos del cambio climático en la salud de las personas, un fenómeno para muchos imparable que ha centrado la XL Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).
Bajo el lema “Retos del siglo XXI: Cambio climático, adaptación urbana y salud”, este encuentro científico ha reunido en San Sebastian esta semana a más de 800 expertos, que han prestado especial atención a las consecuencias que el calentamiento global tiene para la salud humana.
“La crisis climática supone un grave problema de salud pública, ya que el cambio climático tiene numerosos impactos en la salud individual y de las comunidades”, ha afirmado Cristina Linares, de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III.
“Es importante transmitir a la sociedad que la acción por el clima, a través de la adaptación y la mitigación, tiene beneficios directos e indirectos muy importantes sobre la salud y puede prevenir y evitar enfermedades y muertes relacionadas con el cambio climático, salvando la vida de millones de personas”, ha añadido Linares.
Los expertos advierten de que los fenómenos extremos asociados al cambio climático que se han producido este verano en toda Europa (olas de calor, incendios, sequía…) cada vez serán más intensos y frecuentes. Y pese a que muchos de ellos consideran que ya se han superado los límites de no retorno, insisten en que cada décima de grado que se consiga reducir el incremento de las temperaturas es importante de cara al futuro.
Pero estos fenómenos no son los únicos que deberían preocuparnos, puesto que la contaminación a corto plazo es responsable de la muerte de 10.000 personas cada año en España. “La contaminación atmosférica, la exposición a sustancias químicas y la contaminación del agua son las principales causas de enfermedad y mortalidad de origen ambiental”, apuntó Jesús Ibarluzea, de la Dirección de Salud Pública del Gobierno Vasco (BIODONOSTIA, CIBERESP).
Por este motivo, Ibarluzea insiste en que es importante que tanto la administración como la población general conozca los posibles riesgos y beneficios derivados de las exposiciones ambientales a las que estamos sometidos.
4.600 muertes por olas de calor en España este verano
«España se está adaptando a las altas temperaturas más rápido de lo que estas aumentan como consecuencia del calentamiento global. No obstante, si el proceso se acelerara y no hubiera adaptación, podrían producirse hasta 13.000 muertes anuales a corto plazo en España atribuibles a las altas temperaturas»
Es una de las conclusiones que ha expuesto Julio Díaz, codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
De acuerdo con diversos estudios del ISCIII, en el periodo que va desde 1983 hasta 2003, el impacto que han tenido las altas temperaturas sobre la mortalidad diaria a corto plazo se ha desplomado: si en el periodo de 1983 a 2003 se incrementaba un 14% por cada grado en ola de calor, a partir de 2004 y hasta 2013 ha caído hasta prácticamente un 2%. Lo cual demuestra, ha añadido el científico, que los planes de prevención frente a las altas temperaturas están funcionando.
Pero los últimos siete años -y muy probablemente, 2022 sea el octavo- han sido los más calurosos desde que hay registros; por ahora, los españoles se han ido adaptando al incremento de las temperaturas, pero no lo están haciendo de manera igual, pues entran en juego otros factores socioeconómicos o geográficos.
De esta forma, los planes de prevención se elaboran adaptados a cada provincia, teniendo en cuenta cuáles son sus temperaturas de confort y aquellas a partir de las cuales empieza a dispararse la mortalidad por altas temperaturas.
Es lo que se conoce como temperatura umbral de disparo de la mortalidad por ola de calor, que cada vez es más alta y cambia de unos lugares a otros: mientras en La Coruña es de 26 grados, en San Sebastián y Barcelona sube a 30, en Madrid a 36 y en Córdoba a 40.
No son las mismas porque no dependen siempre de factores meteorológicos, sino que entran en juego otros de carácter demográfico, social, sanitario o económico; además, en verano aumenta el ozono o las partículas del Sahara en suspensión, que no afectan de manera igual a todos los territorios.
Así que el riesgo no depende tanto de la temperatura máxima diaria, sino de cuánto se separe de esas temperaturas umbrales estimadas para cada provincia.
Sin embargo, no todas las zonas se están adaptando a esa diferencia de forma heterogénea. «La adaptación es clave», y mientras «hay provincias que se han adaptado muy bien, como Huelva, otras fatal como Ciudad Real o Valladolid».
¿Qué factores explican esta desigualdad? Son numerosos: «la pobreza, el carácter urbano (vivir en una ciudad es peor) o la buena calidad de la vivienda» son algunos de ellos. No en vano, el nivel de renta es aun incluso más determinante que la edad, ha apuntado Díaz.


Las predicciones apuntan a que tampoco lo están haciendo a la velocidad requerida, con lo que, teniendo en cuenta el escenario más desfavorable recogido en modelos de la Aemet, que calculan una subida de 0,7 grados por década, la capacidad de adaptación actual no sería suficiente y podrían dispararse los fallecimientos.
En el periodo 2000-2009, la media anual de defunciones es de 1.300 pero, si no se hace nada para adaptar la capacidad de adaptación al calor extremo, «podría haber hasta 13.000 muertes al año» en el peor de los escenarios, de ahí la necesidad de adelantarse.
Con datos aún sin consolidar, se estiman que se han producido más de 4.600 muertes atribuibles al calor este verano; Díaz ha querido dejar claro que las de este año no son cifras de muertos reales, de momento sólo proyecciones sin consolidar como las que hace el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del ISCIII, que estima 4.654 muertes por calor desde el pasado 1 de junio hasta hoy.
«El principal problema es que ahora mismo no sabemos las causas de la muerte», ya que el INE ofrece su estadística anual de defunciones a un año vista, de modo que lo que ha ocurrido este verano no se sabrá hasta finales de 2023.
De modo que «hay que esperar que esos datos se hagan robustos y a partir de ahí se puedan hacer estudios serios». «No se puede trabajar con unos datos de los que no te fías porque si no todo es caer en especulaciones. Yo no puedo establecer un estudio epidemiológico si los datos que tengo de mortalidad diaria no son fiables», ha lamentado.
Sí se sabe que los grupos de especial vulnerabilidad a temperaturas extremas son los mayores de 65 años y que la inmensa mayoría de las defunciones se producen por el agravamiento de patologías previas, no por golpes de calor, que constituyen los menos.
En este sentido, la presidenta de la SEE, Elena Vanessa Martínez, ha pedido tener los datos lo más rápido posible, contar con estructuras de salud pública con las que afrontar los nuevos retos que ya está trayendo el cambio climático y poner en marcha medidas para mitigar sus efectos.
«Lo tenemos aquí, el cambio está y lo que tenemos que hacer es frenarlo», ha urgido.
El «día a día nos está diciendo que nos estamos quedando cortos con las predicciones«, ha advertido Adolfo Uriarte, de la Dirección de Patrimonio Natural y Cambio Climático del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno Vasco. «El cambio climático puede arreglarse, pero nos debemos poner manos a la obra ya», ha concluido.
La contaminación ambiental otro factor de riesgo epidemiológico


Las altas temperaturas y la contaminación son factores de riesgo para enfermedades como el cáncer, la cardiopatía coronaria o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, y facilitan la propagación de nuevos agentes como los virus de viruela del mono, el zika o el dengue.
La Sociedad Española de Epidemiología coincide en que el cambio climático ya está aquí y que sus efectos son ya más
que tangibles. Un claro ejemplo es el cada vez más rápido aumento del nivel del mar, que amenaza la vida en
nuestras costas tal y como la conocemos ahora. “Tenemos que tener en cuenta la cantidad de población que vive en esas zonas. En 2050 es posible que sobrepasemos los 6mm al año, lo que significará la pérdida de playas y de numerosas infraestructuras”, advierte Adolfo Uriarte, especialista en morfo-dinámica costera.
En las últimas semanas también han sido noticia las altas temperaturas que han alcanzado algunos mares del país como el Mar Mediterráneo, que llegó a los 30º, 6,2 grados por encima de su temperatura habitual. Desde 1982 se han duplicado las olas de calor marinas, lo que ha dado lugar a un aumento de especies invasoras y a la disminución de la productividad de las aguas, afectando al rendimiento pesquero.
Paralelamente al calor y vinculados a él se están produciendo otros fenómenos como los incendios forestales o el ozono, altamente perjudiciales para la salud. “Los incendios son una causa de mortalidad directa a corto. Emiten partículas altamente tóxicas que pueden llegar a miles de kilómetros de distancia y que se relacionan con ingresos hospitalarios por causas cardiovasculares y respiratorias, partos prematuros, bajo peso al nacer…”, apunta Julio Díaz.
En cuanto al ozono, que se forma a partir de precursores que emiten las industrias y los vehículos, el experto apuesta por articular medidas que disminuyan las emisiones cuando se prevean niveles altos de ozono. En este sentido, Cathryn Tonne, de ISGlobal, recuerda que, aunque las ciudades cubren el 1% de la superficie terrestre se estima que producen hasta el 50% de emisiones totales de gases de alto efecto invernadero.
Las ciudades como ámbito de protección
Se calcula que las ciudades, que representan el 1% de la superficie terrestre, consumen la mayoría de los recursos materiales de la Tierra y producen hasta el 50% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero
En este sentido, señalan que es fundamental que los planes de prevención locales se adapten a cada área geográfica en base a sus características sociodemográficas. La planificación urbana no es una variable independiente de otras muchas, entre las que se encuentran los modelos de desarrollo económicos o productivos, de desarrollo sostenible, intereses diversos, la forma de vida, el valor de la equidad o nuestra forma de pensar, señala Jesús Ibarluzea.
Las rentas bajas y los enfermos crónicos, los más vulnerables
El impacto del cambio climático en la salud tampoco es homogéneo, pues depende enormemente de la ubicación geográfica de las personas, su situación socioeconómica y su estado de salud, siendo más vulnerables los ancianos, las mujeres, los niños, las personas con bajo nivel de renta o los enfermos crónicos. “Pertenecer a una clase social baja es la principal causa de muerte y enfermedad”, advierten los expertos.
“El principal problema es que nuestros sistemas de vigilancia epidemiológica aún no están especializados en cuantificar estas causas asociadas a los impactos del cambio climático y atribuirlas correctamente. Es necesario implementar sistemas de alerta y vigilancia en este sentido”, comenta Cristina Linares, que pone como ejemplo los incendios de los últimos meses.
“Este verano en nuestro país se han batido los récords de superficie quemada y ningún sistema epidemiológico está cuantificando los efectos en salud asociados, tampoco los atribuibles a la sequía”, lamenta.
Por último, los epidemiólogos insisten en que el cambio climático no debe gestionarse desde un solo nivel de la
administración, puesto que la mitigación de sus efectos pasa por la interdisciplinariedad, la intersectorialidad, la participación ciudadana y el conocimiento científico.
