50 años de la Cumbre de la Tierra de Estocolmo

50 años de la Cumbre de la Tierra de Estocolmo

La Conferencia de la ONU de 1972 en Estocolmo cambió cómo lucha el mundo por la conservación medioambiental. A cinco décadas de su celebración, el legado es claro: la ciencia y la cooperación internacional son las herramientas para lograr un futuro para la humanidad


Mucho ha llovido desde 1972. Un año que cambió el concepto sobre el medio ambiente en el planeta gracias a la celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano o Cumbre de la Tierra de Estocolmo, un encuentro que supuso un antes y un después en cómo el mundo aborda el vínculo entre el medio ambiente y la pobreza para colocarlo al frente de la agenda internacional.

Hoy, cinco décadas después de la Cumbre de la Tierra de Estocolmo, la ONU pone los manteles largos y se vuelve a reunir en la capital sueca para reflexionar: ¿Se ha logrado algo desde entonces? Naciones Unidas quiere que la fecha sirva para ahondar en la situación actual y centrarse en las oportunidades de implementación, reconociendo la interconectividad entre las partes interesadas.

Es válido decir que al hablar de Estocolmo 50 años después, las esperanzas y los temores evocados en aquella conferencia todavía se sienten inquietantemente relevantes. Particularmente en medio de las crecientes tensiones nucleares que siguieron a la invasión rusa de Ucrania. Ambientalmente, la imagen se siente igualmente sombría. África, a pesar de contribuir con solo el 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, está soportando la peor parte de sus impactos, con los efectos combinados de sequía severa, inundaciones y pandemia, junto con el conflicto en África y Ucrania, que ahora amenazan con una «catástrofe a gran escala» en África Oriental. El informe de la IPCC lo deja claro: la acción es ahora o nunca.

Pero las herramientas para enfrentar las problemáticas planteadas en Estocolmo ya no son las mismas que hace 50 años. La ciencia y cooperación internacional han avanzado a ritmos estrepitosos, y en parte es gracias a aquella Cumbre de la Tierra. De hecho, hoy no habría informe de la IPCC de no ser por aquella reunión. Por eso vale la pena mirar a ver lo que sucedió aquel 1972 en la capital sueca, celebrarlo, sin dejar de pensar en el futuro.

Preámbulo

La preocupación ambiental en Suecia se produjo notablemente temprano, quizá fue el concepto mismo de la palabra en sueco para «medio ambiente», miljö. Una palabra que se utilizó en el resto del mundo hasta principios de la década de 1960, pero que en el país nórdico ya resonaba en la agenda política. Mientras tanto el resto del mundo se ponía con ello, por ejemplo: durante el intenso debate provocado por el libro Primavera silenciosa de Rachel Carson. La obra despertó la comprensión pública de los vínculos entre los pesticidas industriales y la extinción de insectos y la afectación a la vida silvestre y la contaminación del agua en los EEUU. En ese momento, la gente apenas hablaba sobre la naturaleza, la conservación y la amenaza que la civilización industrial moderna representaba para las aves y los animales salvajes. Pero el debate ambiental que surgió en Suecia a fines de la década de 1960 puso la amenaza para la humanidad en primer plano.

El descubrimiento de la lluvia ácida fue de particular importancia. El hallazgo de que estaba siendo causada por las emisiones de dióxido de azufre de toda Europa se informó por primera vez en octubre de 1967, en un artículo en el periódico de mayor circulación en Suecia, Dagens Nyheter, por el científico Svante Odén. La historia causó un revuelo inmediato y una acción política frenética.

Inspirados por el debate en casa, los diplomáticos suecos sugirieron a las Naciones Unidas que se debería organizar una gran conferencia ambiental

Su iniciativa puso el tren en marcha hacia lo que eventualmente se convertiría en la Conferencia de Estocolmo de 1972, la primera Conferencia mundial de la ONU sobre el medio ambiente. Durante los cinco años subsiguientes, el público sueco se volvió muy consciente de la crisis ambiental de la Tierra. Una voz clave en este debate nacional fue Gösta Ehrensvärd, profesor de Bioquímica en la Universidad de Lund, quien calculó que el agotamiento de los recursos limitados del planeta, combinado con el crecimiento acelerado de la población, conduciría a una crisis global alrededor de 2050, seguida de siglos de hambruna y anarquía.

Ehrensvärd fue acusado por sus oponentes de ser un sombrío profeta del fin del mundo. Pero él lo veía de otra forma: «Planear para limpiar los asuntos de la Tierra a largo plazo es realismo, no pesimismo». Lo que se necesitaba, dijo, era dirigir el desarrollo en nuevas direcciones y tomar precauciones contra la sobreexplotación y la destrucción natural. Esto requeriría «una combinación de experiencia tecnológica, sabiduría, humanidad y previsión», y esperaba que la Conferencia de Estocolmo fuera un paso en la dirección correcta. Lo fue.

Lo que sucedió en Estocolmo 1972

El enfoque de la Conferencia de Estocolmo sobre el destino compartido de la humanidad, al igual que el mundo, estuvo profundamente polarizado. Con la prohibición de participar de Alemania Oriental porque no era miembro de la ONU, la mayoría del Bloque del Este anunció que boicotearían el evento. Los únicos países comunistas que asistieron fueron Yugoslavia, China y Rumanía. La conferencia también fue duramente criticada por los movimientos ambientales emergentes que argumentaron que fue un evento inadecuado y puramente simbólico. Se organizaron conferencias ambientales paralelas en Estocolmo, como el Foro Popular de izquierda radical.

El discurso inaugural de la conferencia principal del primer ministro de Suecia, Olof Palme, también fue controvertido. Destacó la «tremenda destrucción causada por los bombardeos indiscriminados» y «el uso a gran escala de excavadoras y herbicidas». Aunque no se declaró explícitamente, no había duda de que sus comentarios estaban dirigidos a la conducta de EEUU en Vietnam, que incluía el uso de herbicidas químicos y tecnologías de modificación del clima que en otros lugares se describieron como «ecocidio». El discurso de Palme no cayó en gracia en Washington. Un portavoz del Departamento de Estado estadounidense dijo que se sentía una «profunda inquietud» por la forma en que el primer ministro del país anfitrión había planteado este tema, que (al menos a los ojos de EEUU) no tenía nada que ver con una conferencia de protección ambiental.

Estocolmo 1972
Una fotografía de la inauguración de la Cumbre de la Tierra en Estocolmo en 1972. | Imagen: ONU

Las discusiones en Estocolmo continuaron durante dos calurosas semanas de junio, basadas en la creciente comprensión de que los humanos estaban a punto de destruir su propio entorno. Si bien los líderes mundiales reunidos buscaron infundir esperanza y generar compromisos internacionales, algunos activistas ambientales objetaron que la conferencia estaba excluyendo al público en general. Sin embargo, a nivel diplomático, había motivos para el optimismo, ya que la República Popular China, que había sido admitida en la ONU en octubre de 1971, hizo su primera aparición en la escena mundial.

Resultados

Dos resultados concretos de la conferencia fueron la Declaración de Estocolmo que sentó las bases para la jurisdicción ambiental internacional y el fundamento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Con sede en la capital de Kenia, Nairobi, el PNUMA se hizo responsable de coordinar las respuestas internacionales a los problemas ambientales y fue el primer organismo de la ONU ubicado en el mundo en un país en vías de desarrollo.

El PNUMA emite valoraciones basadas en sistemas de observación y análisis científico; promueve la adopción del derecho ambiental a través de los mecanismos del derecho internacional público y desarrolla planes de acción para áreas prioritarias; dirige a las Naciones Unidas en el campo ambiental; y contribuye financieramente a proyectos de protección ambiental en países en desarrollo.

Su función de alerta temprana, plasmada en su programa Earthwatch, establecido en 1975, se ha cumplido por completo. El Programa implementó con éxito el IPCC junto con la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El PNUMA perdió algo de fuelle, pero a partir de 2010 negoció el establecimiento de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Y, en 2012, obtuvo un fortalecimiento de su gobernanza y recursos en la Conferencia Río+20. En época reciente también es destacable la relevancia de su informe Fronteras 2016: Problemas emergentes de preocupaciones ambientales, en el que las zoonosis fueron identificadas como uno de los seis riesgos emergentes en los próximos años. La pandemia cuatro años después validó las advertencias de la PNUMA.

«La Cumbre de la Tierra marcó el reconocimiento del medio ambiente como un tema relevante en la agenda global»

La Cumbre de la Tierra marcó el reconocimiento del medio ambiente como un tema relevante en la agenda global e impulsó una incipiente diplomacia ambiental que floreció posteriormente, la participación activa de la sociedad civil y el reconocimiento del papel de la ciencia. Hubo efectos secundarios positivos en los países participantes, que pronto implementarían las bases de las políticas ambientales nacionales. Además, la conferencia de Estocolmo se esforzó por movilizar a todas las instituciones internacionales cuyas actividades pudieran tener un impacto ambiental: su legado incluye al PNUMA, pero también involucrar en la lucha a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Organización Marítima Internacional Mundial y al Banco Mundial. Sin mencionar el nacimiento de convenciones vigentes, como la Convención Ballenera Internacional o el Tratado Antártico.

Gran parte del enfoque de la conferencia terminó siendo la división global entre norte y sur. Los esfuerzos del mundo occidental para hacer frente a la degradación ambiental y la superpoblación se enfrentaron al deseo de industrialización y prosperidad de los países en vía de desarrollo. Desde Estocolmo 1972 se ha logrado entender que el progreso puede ser posible sin perder de vista la sostenibilidad, aunque requiera mayores esfuerzos, la lucha debe ser conjunta.



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