El exceso de calor producido por el cambio climático está calentando Alaska, que ve como las altas temperaturas y las nuevas lluvias están descongelando el permafrost del lugar. La desaparición de estas capas heladas está desestabilizando el ecosistema al liberar más metano y al impulsar el nacimiento de vegetación en la región



El Ártico es una región de auténticos contrastes donde, tan pronto nos podemos encontrar a una Siberia asediada por las altas temperaturas y los incendios, que tenemos la posibilidad de toparnos con una Alaska que ha sufrido unos periodos lluviosos sin precedentes durante los últimos cinco años.
Este suceso que está ocurriendo en Alaska, si bien puede parecer una buena noticia para refrescar la región y evitar los incendios, en realidad se trata de algo nefasto desde el punto de vista climático, tal y como apuntan los expertos de la Universidad de Colorado.
“Alaska está viviendo un periodo atípico donde la frecuencia de las lluvias está aumentando considerablemente de un año a otro. Este cambio, que debería gestarse en el transcurso de cientos de años, está sucediendo delante de nuestros ojos, fruto de las consecuencias del cambio climático”, comenta Merritt Turetsky, director del Instituto de Investigación Ártica y Alpina de la Universidad de Colorado.
Normalmente, Alaska sufre el constante bombardeo de precipitaciones en forma de nieve debido a las gélidas temperaturas, mientras que las lluvias solo se registran durante un breve periodo de tiempo que se corresponde con los meses más cálidos del año. El cambio climático está alterando ese patrón y está dando más peso a las precipitaciones en forma de lluvia que ahora aparecen mucho antes.
“Durante nuestra investigación hemos observado que el invierno ha perdido tres meses frente al verano. Esto, junto al aumento de temperaturas, quiere decir que Alaska está sometida a un número mayor de lluvias a lo que estaba acostumbrada”, señala Thomas A. Douglas, uno de los científicos que ha participado en la investigación.
Para los científicos, la mayor proliferación de lluvias como consecuencia del cambio climático supone un problema enorme. Esto es porque las gotas de lluvia registran una temperatura superior al que posee la nieve, por lo que este “exceso de calor” frente al hielo acelera los procesos de descongelación de la zona.
Menos hielo, más metano
Como norma general, se apunta al dióxido de carbono como el mayor responsable del efecto invernadero al ser el gas que más emitimos los humanos y el gas invernadero más abundante en la atmósfera. Sin embargo, hay otros mucho más peligrosos que él, como el metano.
El metano emana de diversas fuentes, tanto antropogénicas como naturales, siendo el permfrost una de ellas. Esta capa de hielo permanente ha funcionado durante siglos como un eficiente almacén de metano que, al estar descongelándose, está liberando su contenido.
El problema del metano es que tiene un poder 20 veces superior que el CO2, por lo que, durante un periodo de 20 años (la máxima esperanza de vida de este gas en la atmósfera), el potencial de calentamiento global de una tonelada de metano atmosférico es similar al de alrededor de 85 toneladas de CO2, según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
Por lo tanto, su lanzamiento hacia la atmósfera, tal y como aclaró Beatriz Hervella, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorolgía (Aemet), exacerba y alienta el fenómeno del cambio climático: “La liberación de metano podría calentar aún más la Tierra que, si se calienta, desencadenará la descongelación de más permafrost. Esto daría inicio a un círculo vicioso con un final desastroso”, ha argumentado, explicó.
“Gracias a las 2.750 mediciones que tomamos de las precipitaciones observamos tres veranos con precipitaciones muy por encima de la media habitual que quedaron grabados en el permafrost de la región”, detallan en el estudio.
Por ejemplo, durante el verano del 2014, uno de los más lluviosos registrados en el estudio, el permafrost sufrió tal nivel de descongelación que jamás pudo recuperarse a pesar de que en los años posteriores se vivieron estaciones calidad más secas.
Por otro lado, también observaron que las zonas con una mayor vegetación resistieron en mayor medida que aquellas que carecían de esta barrera verde, como los cruces de los caminos o los humedales.
Para los científicos, el anterior dato se trata de un suceso de importante calado, pues parece apuntar que este terreno descongelado, dadas las condiciones climáticas, se convertirá en un futuro en nueva cubierta vegetal.
“A medida que Alaska se vuelve más cálida y húmeda, se prevé que la cubierta vegetal cambie y se vuelva más abundante en este territorio que antes estaba congelado”, apelan los científicos.
En este sentido, el Observatorio de la Tierra de la NASA ha desvelado en un reciente estudio que muchas regiones de Alaska están experimentando un alto nivel de variabilidad en la estacionalidad del crecimiento de la vegetación, “una de las más altas del mundo”, según Christopher Potter, ecólogo del Centro de Investigación Ames de la NASA.
De acuerdo con los datos aportados, entre los veranos del 2000 y del 2018, la vegetación ha invadido extensas zonas del interior y del norte de Alaska, que corresponde con aquellas zonas en las que se registran las mayores descongelaciones de permafrost.


“A medida que el permafrost del suelo se descongela en las zonas del norte del Ártico, la vegetación tiene más agua y nutrientes para el crecimiento”, señalan desde el Observatorio de la NASA. Tan solo se observan algunas zonas de crecimiento «positivo» que se corresponden con regiones asediadas por incendios en el pasado que ahora se están repoblando.
En contraste, la vegetación en el suroeste de la costa de Alaska ha disminuido más que en cualquier otro lugar del estado debido a “la rápida erosión del suelo, ciclos de congelación-descongelación más extremos, brotes de insectos y el avance de arbustos y árboles coníferos en áreas de humedales con hierba”.
En cualquier caso, se trata de un fenómeno sin precedentes que los científicos animan a estudiar por las distintas consecuencias que puede acarrear no solo al clima mundial, sino a las distintas especies locales que precisan de la estabilidad de este ecosistema helado para poder sobrevivir.
“Un cambio producido a esta velocidad en contadas ocasiones es beneficioso para el ecosistema. Entre otras cosas, podría desencadenar la desaparición de la pesca, la vida silvestre y de algunos recursos vitales para los seres humanos”, concluyen desde la NASA.
