La iniciativa que han diseñado Estados Unidos y la Unión Europea para reducir las emisiones de metano suma ya más de 30 países, aunque el objetivo es alcanzar un pacto global que se extienda al resto de la comunidad internacional de cara a la COP26 de Glasgow



El metano es responsable de alrededor del 30% del aumento global de temperaturas hasta la fecha. Una responsabilidad que hasta ahora no se ha visto plasmada en la lucha climática internacional, que se ha centrado mucho más en el dióxido de carbono y sus efectos, y eso que el metano, a pesar de tener una vida más corta de alrededor de una década, posee un poder calorífico 20 veces superior al del CO2. Además, en los últimos años, las emisiones de este gas y su acumulación atmosférica han crecido más rápidamente que ninguna otra, una tendencia que hace que la acción climática en torno al metano sea un complemento esencial para la descarbonización de la economía global y que precipitaron que, el pasado 20 de septiembre, la Unión Europea y Estados Unidos crearan una alianza para impulsar la reducción en un tercio las emisiones de metano en todo el mundo para 2030.
Sin embargo, a pesar de todo su músculo económico y diplomático, estas dos potencias no tienen la capacidad de, por sí solas, alcanzar una reducción tan ambiciosa de este gas de efecto invernadero. Por eso, el objetivo no es otro que ampliar esta alianza al resto de países del mundo para anunciar un auténtico acuerdo global en la inminente Cumbre del Clima (COP26) de Glasgow (Reino Unido) que permita acercar la consecución de las metas de limitación del aumento de las temperaturas explicitadas en el Acuerdo de París.
Por el momento, la alianza está ganando impulso. Este lunes, el Departamento de Estado de EEUU ha anunciado la adhesión de 24 nuevos países al Compromiso Global del Metano, que sumados a los dos fundadores y a otros siete firmantes previos, elevan a 33 el número de naciones participantes en el acuerdo. «Con estos nuevos compromisos, 9 de los 20 principales emisores de metano ahora están participando en el Compromiso, lo que representa aproximadamente el 30% de las emisiones mundiales de metano y el 60% de la economía mundial», afirman las autoridades estadounidenses en un comunicado emitido de manera conjunta con la Comisión Europea.
Eso sí, aunque entre los nuevos adherentes al plan están grandes emisores como Alemania, Francia, México, Canadá o Japón, todavía faltan gigantes como China y sobre todo Rusia e Irán, las dos naciones que más emisiones de metano expulsan a la atmósfera vinculadas con la actividad humana. Sin ellos, será imposible alcanzar las ambiciosas metas que plantea el Compromiso: reducir las emisiones globales de metano en al menos un 30% desde los niveles de 2020 para 2030 y avanzar hacia el uso de metodologías de inventario de buenas prácticas del IPCC de nivel más alto para cuantificar mejor estas emisiones, con un enfoque particular en las fuentes de alta emisión.


Si se lograra sumar a toda la comunidad internacional en esta estrategia, sería una gran victoria para la lucha climática, ya que tendría efectos casi inmediatos en la reducción del calentamiento global, por lo que supondría también un espaldarazo a la actividad de la COP26. «La implementación exitosa del Compromiso reduciría el calentamiento en al menos 0,2 grados centígrados para 2050», apunta la nota del Departamento de Estado, que evidencia en cualquier caso la creciente preocupación que se está generando en torno a la contaminación por metano procedente de la agricultura, los combustibles fósiles y los residuos.
La acción no será, eso sí, puramente estatal. De manera paralela al Compromiso Global del Metano, más de 20 organizaciones filantrópicas han anunciado una alianza público-privada para financiar con más de 223 millones de dólares esta reducción drástica de las emisiones de metano en todo el mundo. Se trata del mayor acuerdo de financiamiento privado para reducir las emisiones de metano a nivel mundial y se basará en la acción de la sociedad civil, el gobierno y la industria privada.
Empezar por los combustibles fósiles
Aunque hay ecosistemas que producen metano de forma natural, los niveles de este gas en el aire son ahora más altos que en cualquier momento de los últimos 800.000 años. Esto se debe a que, debido a actividades humanas como la agricultura, la quema de biomasa o el vertido de residuos, se emite mucho más metano del que sale de manera natural de espacios naturales como los humedales, lo que imposibilita su absorción en la atmósfera y acelera el aumento de las temperaturas. En este sentido, el principal problema está en los combustibles fósiles, de los que se deriva según la Agencia Internacional de la Energía (AIE) casi el 21% de las emisiones totales de este gas, uno 120 millones de toneladas solo en 2020.
Sin embargo, resolver este problema podría ser más sencillo de lo que parece. De acuerdo con un informe recientemente publicado por la AIE, muchas de estas emisiones son simplemente fugas a lo largo de la cadena de producción y suministro de combustibles fósiles que los operadores no logran capturar o evitar. Hay formas rentables de limitar estas emisiones, especialmente en el petróleo y el gas: la IEA estima que más del 70% de las emisiones actuales de las operaciones de estos sectores son técnicamente factibles de prevenir y alrededor del 45% normalmente podría evitarse sin coste neto porque el valor del gas capturado es más alto que el coste de la medida de reducción.
En cualquier caso, su relativa simpleza técnica no significa que no se necesite una acción rápida. Las eventuales disminuciones en la demanda de combustibles fósiles por sí solas no lograrán reducciones lo suficientemente rápidas de las emisiones de metano como para prevenir los peores efectos del cambio climático por lo que, según la AIE, la mayor parte de la reducción de este gas deberán provenir de medidas y tecnologías destinadas a reducir las emisiones en los campos, oleoductos y minas existentes. En este sentido, la agencia apunta también que las iniciativas privadas deberán jugar un papel importante en la lucha contra las emisiones, especialmente si las empresas líderes actúan para difundir las mejores prácticas en toda la industria.
